“¿Cómo se fabrica un best seller político?”(2021), de Ezequiel Saferstein

Notas sobre una crítica política renovada

Se menciona que el best seller político tiene que “servir para algo” y ello confronta con la función social del libro durante el siglo XIX, que inauguran Honoré de Balzac, entre tantos. El libro no puede cumplir una función ociosa; en otras palabras, el libro no puede servir para nada. El libro debe tener una utilidad y, sobre todo, si es el Libro. El best seller político, como argumenta Saferstein, sirve: para mostrarlo en la calle, para confirmar los prejuicios, para enviar a alguien corrupto a la cárcel, para derribar mitos en la historia nacional. Entonces, el libro no solo rebate la función sociopolítica del siglo XIX y el siglo XX, sino también inaugura en el siglo XXI nuevas y múltiples: como nuestra misma existencia, nuestra misma errancia y, sobre todo, nuestro judaísmo -fragmentario, múltiple y diverso-.
Por Facundo Milman

La crítica siempre es histórica o prospectiva”.

Roland Barthes

La crítica no se presenta ya como un fin en sí, sino únicamente como un medio. Su pathos esencial es la indignación, su labor esencial es la denuncia”.

Karl Marx.

 La crítica política editorial

Si alguien nos pregunta ¿cómo se escribe un libro? Lo primero que atinamos a responder es cómo leemos un texto. Y un modo de leer siempre es una política; por lo tanto, el modo de escribir un libro es intervenir en la política. ¿Qué formas conlleva? ¿Qué procedimientos políticos y literarios se pueden encontrar?  ¿Qué operaciones críticas hay en un libro? El crítico literario, Terry Eagleton, afirmó que una lectura política empieza por leer el interior de los textos. Ezequiel Saferstein no solo lo ha hecho con tino, sino también fue más allá: Saferstein leyó el interior, lo exterior y, sobre todo, las condiciones de producciones materiales de los libros. ¿Cómo se fabrica un best seller político? (2021) no es solo un gran libro, sino también de una lectura del estado de cosas en la actualidad en el rubro político y editorial. Porque, para empezar, decir no es empezar a pensar.

La crítica política, en la que se inscribe este texto, forma parte de aquello que Hannah Arendt nominó como Denken ohne Gelander: pensar sin barandillas. Porque cuenta con su propio modo de leer, cuenta con su modo de organizar el mundo; en otras palabras, cuenta con su política y su modo de hacerla. Si Saferstein nombra los antecedentes, las crisis y las resurrecciones editoriales, es porque la historiografía del best seller político tiene algo para transmitirnos. Porque es transmisión y no un decir. La transmisión escrita supone apelación a lo canónico, a lo magistral, al proceso de construcción de hegemonía. En este gesto, Saferstein interviene para componer su lectura y escritura. Entonces la operación de Saferstein es, en lo fundamental, una operación cultural. Si bien hablamos sobre libros y best sellers políticos, también hablamos sobre política. El objeto de estudio del libro nos ubica de forma fehaciente en un lugar del presente porque es una escritura en presente y los nombres de Gustavo Noriega, Nélson Castro y Jorge Lanata aparecen como un antecedente singular. Pero, aún así, lo que nos reenvía al humus de la historia no son los nombres, son las condiciones de producción. Y por cierto, estamos de nuevo ante nuevas preguntas: ¿qué condiciones de producción posibilitan un best seller? ¿Qué circuito hay que atravesar? ¿Qué relación y de qué tipo? ¿En qué forma se establece y cómo funciona?

La paradoja editorial

Del antecedente al presente y del presente a la actualidad. La temporalidad del tiempo-ahora, del zeitgeist, nos envía a la “grieta” argentina. La profundización de ideas de modelos de gobierno, diferencias y denuncias empiezan a cambiar. Si antes el modo de intervención era a través de los medios tradicionales de comunicación, ahora es a través de libros. La intervención política aparece en la tecnología más vieja, pero también la más resistente: el libro. Efecto paradójico de un mercado, por entonces, en crisis: cuando las políticas de DDHH tienen un lugar prestigioso en la vida pública, los libros de -por ejemplo- Tata Yofré se convierten en un best seller político. Libros junto a la figura del autor que venían a contar la historia “completa”, es decir, la narrativa sostenida hasta ese momento estaba “incompleta” y, por ende, era maleable. Algo que se podía interpretar de forma errónea. Es notable el trabajo de Ezequiel Saferstein ya que las entrevistas que realizó y las intervenciones que rescató tienen un carácter fundamental. Por ejemplo, tomar la palabra tanto de Iraola -director de Planeta- como Avelluto -director editorial de Cono sur de Random- para construir una lectura sobre el mercado editorial y la constitución de un best seller político.

Iraola, por caso, aseguraba que el tratamiento político durante el kirchnerismo fue ecuánime y eso permitió ser pluralista. Es interesante notar que esa “transparencia” del mercado editorial es similar a la del macrismo en la gestión de su gobierno. ¿Qué implica suponerse plural, transparente y no partidario? Por lo pronto, es el efecto propio ideológico de la ideología: el mercado y las editoriales nunca nos dirían que son partidarios, sectoriales y representantes o sostienen ciertas posturas políticas ya que quieren alcanzar a más cantidad de lectores y, esto es, vender más. Cuantos más lectores, más ventas por realizar y (quizás) más capacidad de ventas futuras. Porque, al fin y al cabo, una editorial grande no es solo una promotora de cultura, sino también una empresa. La lógica del mercado -y las ventas- es lo que prima en ellas. Es más, ese es su fundamento último. Otro punto, que es de mucha importancia, es el lugar de la lectura del país. Saferstein menciona que los autores son idolatrados y con solo pensar en Borges ya podemos entender el punto. Martín Kohan, en una entrevista reciente, lo expresaba así: “Menos reverencia, más lectura”. Porque, según Kohan, este es el dispositivo que se instaló a partir de la figura de Jorge Luis Borges: la intimidación y la cultura hacia su figura terminan por suspender las ganas de leerlo. Hemos tomado a Borges porque es la figura predominante de la literatura argentina, pero podría haber sido otro (Juan José Saer, Fogwill o César Aira). Este es un fenómeno muy recurrente dentro de los pasillos literarios: ir a escuchar a un escritor, que nos caiga bien y no leerlo. Quedarse solo con su figura de escritor. ¡Qué agradable! ¡Qué simpático! Pero ¿leerlo? Nunca. Entendámonos: si queremos apoyar a un escritor, en lo fundamental, hay que leerlo. Para ayudarlo de forma económica y para poder, en algún momento, disfrutar de la lectura: el placer del texto.

El best seller político y su auge

Se menciona que el best seller político tiene que “servir para algo” y ello confronta con la función social del libro durante el siglo XIX, que inauguran Honoré de Balzac, entre tantos. El libro no puede cumplir una función ociosa; en otras palabras, el libro no puede servir para nada. El libro debe tener una utilidad y, sobre todo, si es el Libro. El best seller político, como argumenta Saferstein, sirve: para mostrarlo en la calle, para confirmar los prejuicios, para enviar a alguien corrupto a la cárcel, para derribar mitos en la historia nacional. Entonces, el libro no solo rebate la función socio-política del siglo XIX y el siglo XX, sino que también inaugura en el siglo XXI nuevas y múltiples funciones: como nuestra misma existencia, nuestra misma errancia y, sobre todo, nuestro judaísmo (fragmentario, múltiple y diverso).

Ezequiel Saferstein

En la cocina del best-seller, Saferstein ubica diferentes tipos de libros y autores, aunque luego de Roland Barthes podríamos decir textos y escritores ya que las anteriores nomenclaturas encierran sentidos prototípicos. Porque publicar libros y, como en este objeto de estudio, best sellers políticos es intervenir en la esfera pública. La intervención nunca viene sola, como adelantábamos al principio, nunca es en soledad: publicar es, en lo fundamental, trabajar con otros. Otros: editores, gerentes, correctores, editores, diagramadores. Pero resaltemos al editor y, ya que mencionemos a Barthes, lo vamos a parafrasear: el suicidio del autor es el nacimiento del editor. El editor no solo requiere saber cómo se debe editar un libro, sino también cómo debe ser ejecutado: qué escribir, cómo hacerlo y para quiénes está destinado. En esa “cocina”, están los diálogos que hacen posibles los best sellers: el libro recoge los casos de Luis Majul, Jorge Lanata, Marcos Aguinis y Beatriz Sarlo. Entre unos y otros, hay best sellers políticos que crean un intersticio fogueado por Pablo Avelluto: los que cuentan la “historia completa” de los ’70. Hablamos de periodistas como el Tata Yofré y Ceferino Reato, que se pretenden ecuánimes y objetivos, pero solo detallan en elementos escabrosos. Porque este género discursivo no viene a renovar ni a inaugurar ninguna visión; muy por el contrario, no estudian la violencia extrema de las derechas ni tampoco lo intentan hacer. Si bien es una literatura muy comercializada, esa es la razón por la cual Avelluto encontró su éxito editorial, hay una obsecuencia por demostrar y exponer un punto de vista más “humano” de -por ejemplo- personas como Jorge Rafael Videla. Sostuvimos que la violencia extrema se estudia y este es un ejemplo del estudio de la derecha: este libro. El libro de Ezequiel Saferstein no solo contribuye a tener un mapeo crítico, porque se inscribe en la crítica política dirigida a la industria editorial, sino también a leer una metodología de estudio de la derecha. Porque la derecha, sea en el campo editorial y/o en el campo político, se estudia. Pienso tal como Saul Lieberman lo hizo sobre Kabbalah, el libro de Gershom Scholem, que dijo: “Tonterías son tonterías, pero el estudio de las tonterías es una beca”. Aquí podremos decir: la derecha es la derecha, pero el estudio de la derecha es un libro. Un libro que tiene algo para decirnos: un sentido por producir.