Refugiados llaman a las puertas del Estado Judío

Con la llegada a Israel de miles de refugiados y refugiadas de Ucrania, reaparecieron los debates y dilemas sobre el recibimiento de exiliados. Algunos sectores de la derecha más extrema del Likud, que ya habían caracterizado a los africanos arribados en los últimos años como “el cáncer de la sociedad israelí”, y aplicado políticas de arrestos y deportación hacia esa población, advirtieron ahora sobre el “peligro” de la inmigración ucraniana, con argumentos éticamente reprochables y datos muy alejados de la realidad.
Por Alex Schapiro *

La guerra en Ucrania repercutió en todo el mundo y en Israel se dieron algunas situaciones particulares en torno al conflicto en Europa.

Como siempre en escenarios de conflictos y crisis, Israel refuerza su cualidad de refugio para los judíos y judías de las comunidades del mundo. Así el número de olim (inmigrantes) de Ucrania creció de manera exponencial, como así también el asesoramiento y la asistencia de la Agencia Judía para que la llegada a Israel sea lo más rápida y ágil posible.

A su vez, Israel se convirtió de pronto en un actor influyente en la “mediación” entre Rusia y Ucrania. El primer ministro Neftali Benet viajó a Moscú y mantuvo diálogo directo con Putin y Zelensky, poniendo al tanto a Estados Unidos de cada detalle de la inexistente negociación entre las partes.

Pero no son estos temas a los que le dedicaremos hoy nuestro tiempo, sino a la problemática de los refugiados. En realidad, el dilema de los refugiados no es nuevo. En los últimos años ocupó gran parte de la discusión pública en Israel en torno a los refugiados de países de África. Los conflictos internos y las sangrientas dictaduras empujaron a miles de sudaneses, eritreos y otros a huir de sus países. Muchos de ellos pasaron una peligrosa travesía hasta llegar a Israel, donde encontraron un buen recibimiento de una gran parte de la sociedad israelí que dio muestras de solidaridad. Sin embargo, hubo otros sectores, entre ellos el gobierno de derecha del Likud encarnado en la figura de la ministra Miri Reguev, que los definieron como “el cáncer de la sociedad israelí”. Se preocuparon por construir un muro de contención a lo largo de la frontera con Egipto, al tiempo que implementaron políticas de arrestos y deportación.

 La derecha extrema volvió a la carga

Con el estallido de la guerra en Ucrania, más allá de los olim (amparados en la Ley del Retorno), comenzaron a llegar a Israel miles de refugiados y refugiadas de Ucrania y con ellos resurgieron los dilemas sobre su recibimiento. Una vez más los sectores de derecha volvieron a la carga, en este caso representados por la ministra del Interior Ayelet Shaked.

Shaked se refirió al «peligro» de que los refugiados ucranianos llamen a las puertas del estado judío. En un debate en la Knesset en las primeras semanas del conflicto dijo la ministra: «Hasta ahora han entrado 2.034 ucranianos, menos del 10% de los cuales tienen derecho a la Ley del Retorno. Llegaremos a 15.000 ucranianos en un mes (…) Toda persona sensata entiende que no se puede seguir con este nivel de tasa de entrada (…) El Estado de Israel es probablemente el país que más ucranianos ha absorbido per cápita desde el estallido de los combates de todos los países occidentales que no tienen una frontera común con Ucrania… Debemos glorificar y alabar lo que el Estado de Israel está haciendo en este sentido».

La afirmación de Ayelet Shaked está bastante lejos de la realidad. Las cifras hablan hoy de casi 4 millones de ucranianos refugiados, de acuerdo a la ONU, que además afirma que esta es la crisis mundial de refugiados de más rápido crecimiento desde la Segunda Guerra Mundial. Israel ha recibido hasta la fecha cerca de 12.000 refugiados, lo que representa una proporción ínfima en relación a la población del Estado.

El periodista Uri Misgav escribió en “Haaretz” a propósito de esto: “Si creyera en Dios, estaría convencido de que esta mujer nos ha sido enviada desde el cielo, en este preciso instante, para pararse a las puertas del estado judío y anoticiarnos de cuán lejos nos hemos desviado del camino de la justicia. Pero en mi opinión no hay Dios, ni en Ucrania ni en Israel. Hay maldad humana, y crueldad humana, y opacidad humana, del tipo representado tanto por Putin como por Shaked; y hay bondad humana, justicia humana, moralidad humana, y compasión humana por la que se supone que las personas decentes deben luchar”.

¿Será que la historia del Pueblo de Israel, su tradición, sus valores y sus principios dejan lugar a la duda sobre qué lado debe asumir?

* Sheliaj Hashomer Hatzair