Retomando a Byung– Chul Han

El padecer de la libertad

En la búsqueda de un abordaje multifacético de los sentidos de Pesaj en nuestra contemporaneidad, desde Nueva Sion le propusimos al sociólogo Miguel Ángel Forte una reflexión en torno a cierto modo de “esclavitud voluntaria” del sujeto actual, recuperando la mirada del reconocido filósofo coreano. Un tiempo en el que “la auto alienación de la sociedad del rendimiento se vive como autorrealización”.
Por Miguel Ángel Forte *

“Ahora uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose.”

Byung- Chul Han

El filósofo Byung-Chul Han puede ser caracterizado como filósofo del padecimiento. En tal sentido, en sus obras La sociedad del cansancio (2012), La sociedad de la transparencia (2013) y La agonía del Eros (2014), así como en La sociedad paliativa (2020) y No – Cosas (2021), muestra al individuo contemporáneo que, al estar expuesto como mercancía en las redes sociales del hedonismo de control, se encuentra des erotizado, cansado y víctima gozosa del vértigo que le impone a su currículum vitae la sociedad del rendimiento de la modernidad tardía.

Sus escritos están signados por la desesperanza de un presente sin sentido, y describen por entregas, en libros breves de bolsillo, lo que llamo un mundo feliz de ilusión y desilusión encadenadas, cuando el instante que viene llegará con la promesa de sacarnos de la desilusión que nos dejó el anterior, del que sabíamos que tampoco iba a cumplir con su palabra. Es lo que el autor llama disincronía en El aroma del tiempo (2015).

Así es como en este tiempo de lo efímero andamos a los tumbos del sinsentido, sostenidos por la regimentación ortopédica del diseño curricular de la vida en la sociedad del rendimiento y somos nosotros mismos los amos de nuestra propia esclavitud, porque ya no se trata de una condición de explotación típica, en donde el dueño de los medios de producción se apropia de ese valor por encima del dinero que se nos paga por nuestra fuerza de trabajo, sino que, a la extracción de esta plusvalía, se le agrega una disponibilidad plena de nuestro tiempo en los espacios de superposición del trabajo con el ocio y así, a tiempo completo, triunfó al fin del capitalismo contemporáneo neoliberal, cuando nos extraemos a nosotros mismos un tipo de plusvalía absoluta.

De este modo, reproducimos nuestra fuerza de trabajo para continuar en la cadena de montaje existencial, en una situación de auto explotación cuyas manifestaciones patológicas son las enfermedades neuronales de este siglo: la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, el trastorno límite de la personalidad o el síndrome de desgaste ocupacional, cuando todo lo que afecta a la situación laboral se vive bajo las múltiples formas de la culpa. Síntomas que, al fin, expresan una experiencia de libertad paradójica, cuando la auto alienación de la sociedad del rendimiento se vive como autorrealización, verificada en la proletarización de nuestro currículum vitae, bajo un régimen totalitario, hedonista en donde la felicidad es una mercancía. Al fin nosotros mismos, expuestos en las redes sociales de la pornografía de masas bajo la dictadura del “me gusta” y metidos en la “tormenta de mierda” (shit storm) que trajo la revolución digital, Internet, las redes sociales, plataformas que según Byung hacen de nosotros, los seres humanos, individuos aislados, como bien se lee en Enjambre (2014). Es de gran interés su texto Ausencia. Acerca de la cultura y de la filosofía del Lejano Oriente (2018) para ver, en el espejo de la filosofía y de la cultura del Lejano Oriente, como Byung explica la cultura occidental y los aspectos que han hecho posibles la auto alienación y el extrañamiento en el mundo actual.

El poder ha mutado entonces de la opresión a la seducción de la especie que, encantada, se somete al estrés. Según el filósofo coreano, a este solo le queda la estupidez como salida, pero únicamente cuando ésta, según leo desde los hombros de Marx, sea la forma que en la modernidad tardía tome, degradada, la conciencia de clase en sí para sí. O, dicho de otro modo, nuestra especie vive en una sociedad sostenida en la ideología de la supervivencia, intolerante al hastío y al aburrimiento profundo del que hablaba Benjamin.

En el transcurso de su obra, Byung-Chul Han ensaya un diagnóstico filosófico de nuestro tiempo, para el cual elige un derrotero de nombres. En la llamada “sociedad del rendimiento” presenta sujetos ya no sujetados a la obediencia disciplinaria del pasado que presentara Foucault, munida de hospitales, psiquiátricos, cárceles, cuarteles y fábricas, ni al posterior control “económico” del hombre endeudado de Deleuze, sino una más actual que pulula en los gimnasios, los bancos, los centros comerciales, las torres de oficinas y los aviones. Con el nombre de “sociedad positiva” Byung pondrá el acento en que, producto de la falta de sentido, ella se despide de la dialéctica porque carece de la negatividad de la distinción y de la hermenéutica, precisamente, por su falta de sentido; a saber, la muerte de la comprensión (verstehen) que hace humana nuestra condición.

Luego Byung habla de la sociedad de la exposición, un aspecto del orden en el que todas las cosas, por su propia necesidad de mostrarse, son mercancías. La sociedad de la aceleración indica la actividad que la caracteriza, hiperactiva, hiper productiva e hiper acelerada. También la llama “sociedad íntima”, por la falta de distancia y el consecuente narcisismo; “sociedad de la información”, la que reemplaza a los signos rituales por la hiperrealidad de los hechos al desnudo; la “sociedad de la revelación”, en la que el viento digital de la comunicación e información lo penetra todo y lo hace transparente, y por último la “sociedad de control”, pero ya no por el “endeudamiento” deleuziano (del filósofo Gilles Deleuze) sino por la existencia de un panóptico digital, una dialéctica de la libertad que se pone como control, una estética que al exhibir online nuestra intimidad es un eficaz mecanismo de control pornográfico digital que bajo las formas de la libertad individual la vigilancia se democratiza, ya que cada uno controla y es controlado por cada uno.

Ante esta pasión desenfrenada de la condición humana en aras de evitar el insoportable aburrimiento del tiempo pleno, Byung propone entonces el cultivo del arte de la demora y en El aroma del tiempo (2014) no nos deja prisioneros en la desesperanza y en el desasosiego como la única posibilidad de la existencia. Será solo en la utópica sociedad del cansancio curativo, al fin del ocio, cuando el tiempo será olido y recobrado, ahora al servicio de nosotros mismos como lo fue cuando Proust, al mojar en el té la magdalena, desencadenó la bella inutilidad de la humana memoria involuntaria.

* Profesor Titular Regular Plenario de Sociología General. UBA-IIGG-FLACSO.  Autor de los libros “Sociología, Sociedad y Política en Augusto Comte”, y “Modernidad: Tiempo, Forma y Sentido”, además de numerosas publicaciones en revistas nacionales y extranjeras