Según Albert Einstein, hacer lo mismo una y otra vez, esperando resultados distintos, es la definición de locura. En el marco del conflicto Israelí-Palestino esto se refiere a la fórmula del compromiso territorial. Esta fórmula nos acompaña ya 84 años, desde la comisión Peel (1936). En las últimas tres décadas se convirtió en el paradigma oficial para solucionar el conflicto. Sin embargo, aún no ha sido implementada. El modelo de “Dos Estados” no fracasó, ya que nada puede fracasar si no se intenta ejecutarlo.
El conflicto sigue vigente con picos de violencia, mientras que el proceso de paz está atascado. Los liderazgos de ambos pueblos no pueden destrabarlo, o no saben cómo. Hay quienes explican el fracaso en la intransigencia ideológica/nacionalista, otros en el fanatismo religioso, en la corrupción (material o moral) de las dirigencias, y hay quienes culpan a la timidez internacional que se niega a imponer “la solución”. Todos estos análisis tienen la misma premisa: la fórmula de la partición es la única posible, válida y aceptable.
El hecho que “desde arriba” está todo paralizado, no significa que “abajo” la dinámica se ha congelado. Por el contrario, todos los actores que participan del conflicto siguen activos. Quienes buscan imponer su visión exclusivista continúan esforzándose por lograr su victoria; quienes buscan una solución diplomática intentan mantener la vela ardiendo a pesar de los vientos de decepción y descreimiento. Las personas normales, en ambos pueblos, sueñan con una vida decente, con asegurar sus necesidades básicas de la mejor manera posible a pesar de la falta de expectativas y de toda esperanza en el horizonte.
Dentro de este escenario cada vez más personas llegan a la conclusión que es necesario revisar las premisas y generar propuestas innovadoras. En su gran mayoría vienen del mundo académico o de la sociedad civil. Si bien nuestro conflicto es único en muchísimos aspectos, hay significativa experiencia internacional de la que aprender e incluso recibir inspiración. Una de las propuestas más interesantes en desarrollo es la que se centra en el modelo confederativo y ve a la Unión Europea como el ejemplo a seguir. El movimiento “Una Tierra Para Todos” (antes llamado “Dos Estados en Una Patria”) ha sido el primero en generar un debate público sobre la Confederación como solución.
Yossi Beilin, el “arquitecto” de los acuerdos de Oslo, que adoptaron oficialmente el ideal de los Dos Estados para Dos Pueblos, junto con Hibba Husseini (una líder palestina con gran experiencia diplomática) acaban de publicar su propia propuesta de adoptar el modelo confederativo como un preludio hacia la solución de Dos Estados. Fuera de los detalles de su programa, el hecho que dos dirigentes tan identificados con el modelo hegemónico se han convencido de la urgencia de cambiar la forma de encarar el tema, confirma la imposibilidad de seguir escondiendo la cabeza dentro de la arena y seguir insistiendo con las mismas fórmulas ya obsoletas.
Sin embargo, el modelo confederativo tiene un problema intrínseco que probablemente imposibilite su implementación. Confederaciones son, por definición, pactos entre estados soberanos que acuerdan delegar a un ente coordinador supraestatal algunas de sus áreas de acción, pero sin renunciar a su soberanía individual. Las instituciones de la UE no anulan la capacidad de decisión de ningún estado-miembro. En el contexto del conflicto israelí-palestino, esto nos da una tautología – para establecer una confederación que nos acerque a la posibilidad de una solución de Dos Estados, hace falta, primero, reconocer la soberanía del estado palestino. Y si se reconoce dicha soberanía, de facto se está estableciendo la misma solución de Dos Estados que la confederación viene a suplantar, al menos temporalmente.
Hay otros dos puntos a considerar, incluso más significativos, que hacen dudar de la viabilidad de un modelo confederativo. Por un lado, debemos comprender y buscar mejores respuestas a los verdaderos obstáculos que han impedido hasta el momento todo avance hacía la implementación de cualquiera de las soluciones basadas en un compromiso territorial. Por el otro, debemos reconocer que, de facto, ya estamos viviendo en una realidad de Un Estado. El debate sobre la calificación de Israel como estado apartheid por parte de Amnistía Internacional y otras importantes organizaciones de defensa a los derechos humanos es un recordatorio de los peligros de mantenernos dentro del status quo conocido o de “normalizar” la realidad actual sin incorporar elementos que prevengan la tiranía de la mayoría, cualquiera que sea.
Con esto en mente, Etgar ha lanzado un programa que promueve el análisis creativo y busca responder a la pregunta de fondo: ¿es posible diseñar una solución real al conflicto Israelí-Palestino en el marco de un estado en todo el territorio, que sea democrático y a su vez permita la implementación del derecho de autodeterminación nacional de ambos pueblos? El sistema de gobierno federal, adoptado por la mayoría de los países del mundo y en especial por aquellos donde conviven grupos de distintas identidades nacionales y culturales, podría ofrecer una respuesta positiva.
El “Foro Federal” es una plataforma donde cooperan activistas y académicos, israelíes y palestinos, en la búsqueda de una solución que dé respuesta a los temas substantivos (Jerusalén, seguridad, refugiados, recursos naturales, etc.) y a las necesidades básicas de los grupos y subgrupos relevantes al conflicto. El objetivo no es solo diseñar un modelo ideal para convencer a las cúpulas políticas, sino también comprender cuales son los caminos que nos llevaran a generar una nueva realidad en la que ambos pueblos se beneficien.
Recién comienza el camino. Sabemos que cada país que eligió el federalismo como su sistema de gobierno, lo adaptó a las particularidades específicas de su propia realidad. Diseñar una propuesta que ofrezca soluciones satisfactorias a todos los temas claves del conflicto todavía llevará algo de tiempo, no sólo por la complejidad de los asuntos a tratar, sino por una decisión estratégica de promover las nuevas ideas en constante diálogo con personas de identidades variadas dentro de ambos pueblos y a nivel internacional, evitando así errores cometidos en previas oportunidades.
La paz, para ser justa y sustentable, debe generar una mejora tangible en la vida diaria, y no una píldora amarga de concesiones que hay que tragar y soportar sus costos. No está claro aún si un estado federal sería, o no, la base de un mejor capítulo para ambos pueblos. Lo que sí, es que seguir buscando la solución debajo del mismo farol, nos asegura seguir sin encontrarla.