Yitzhak Frankenthal, a propósito del secuestro de Guilad Shalit:

¿Qué mierda está pasando en el Medio Oriente?

Yitzhak Frankenthal es el padre de un soldado asesinado por el Hamas en julio de 1994. Su hijo Arik estaba haciendo dedo en la ruta, a la salida de su cuartel militar, cuando lo levantaron -en una camioneta tipo furgón- unos supuestos religiosos judíos que, en realidad, eran militantes del Hamas quien lo asesinaron en ese mismo instante luego de un forcejeo por la vida de Arik. Su dolor y la autoridad moral que le otorga la tristeza por la pérdida de su hijo Arik, permite que Yitzhak Frankenthal escriba el siguiente texto a propósito del secuestro del soldado Guilad Shalit. Una más, Yitzhak Frankenthal es un judío religioso que, permanentemente, afirma que dios, el dios de todos, nada tiene que ver con la situación creada por los hombres acá en la tierra.

Por Yitzhak Frankenthal

La violencia actual en el Medio Oriente es incomprensible. Frente a ella, nos mantenemos espantados.
Desafortunadamente, no hay nada nuevo bajo el sol, y parece que el futuro reserva más del pasado.
Durante los últimos 39 años, desde junio de 1967, los palestinos han vivido bajo una ocupación opresiva.
Nada de lo que pueda esperar escribir sobre eso reflejaría exactamente la realidad. A través de los años, solo un puñado de personas han entendido cuando digo que la ocupación es la peor forma de terror.
Abu Mazen fue rechazado como incompetente e incapaz de ser una contraparte confiable en cualquier negociación.
El Hamas, por otra parte, no ha demostrado ninguna evidencia de liderazgo político desde que fueron elegidos. No han tenido el sentido de cambiar la terminología de su organización y utilizan “subcontratistas” para continuar su lucha armada contra Israel.
En recientes elecciones israelíes, un nuevo gobierno asumió el poder bajo un plan de convergencia, por negociaciones o a través de pasos unilaterales. Se supone que (de acuerdo con este plan de convergencia) los palestinos recibirían alrededor del 90% de los territorios de Cisjordania. Pero el Hamas no internalizó esto y, consecuentemente, no cambió sus slogans y sus formas de acción.
Por largos meses, pacifistas israelíes y otras organizaciones intentaron mantener reuniones con el liderazgo de Hamas, y recibieron como respuesta “no todavía”, “necesitamos considerarlo”, etc, etc.
Mientras tanto, un estado anárquico y podrido se esparcía a través de la Franja de Gaza. La situación allí se deterioró hasta el punto en que diferentes facciones dentro de la sociedad palestina se asesinaban entre sí.
La clara impresión era que los asuntos internos de Gaza se habían descontrolado. Carente de liderazgo, leyes, justicia, este estado de anarquía -junto con el terrorismo padecido en Europa y Estados Unidos- facilitó el apoyo mundial al castigo israelí sobre los palestinos.
El mundo, evidentemente, no percibe la ocupación como terror. Nosotros debemos recordarnos continuamente que la construcción del muro prosigue, independiente de todo lo demás.
Más y más ciudades palestinas se están transformando en guetos, las sanciones económicas contra el gobierno palestino han rebajado, a cientos de miles de familias, a alimentarse con una hogaza de pan.
Literalmente, la gente muere de hambre en Cisjordania, y más aún en Gaza. Los niveles de desesperación están aumentando. Gente que sostenía a sus familias es humillada por una realidad que les dice acerca de la imposibilidad de alimentar a sus hijos.
Se asoma una situación catastrófica.
Seis meses después que se eligiera a Hamas, el pueblo palestino está pagando por su elección a través de un castigo colectivo (captura de las finanzas, el reciente bombardeo de estaciones eléctricas y de agua -en Gaza- junto con la destrucción de otras infraestructuras municipales) y un aumento en el ritmo de construcción del muro (junto con el creciente apoyo de la opinión pública israelí).
Necesitamos entender que la situación en Gaza es realmente catastrófica en este momento. Gente, que ha vivido en una pobreza terrible, por años, es expuesta a toda una nueva clase de problemas: decenas de miles de palestinos están sin agua o electricidad. En los hospitales también, gente que depende de máquinas para sobrevivir, son desconectadas debido a la falta de electricidad.
Sin dudas, como israelí, quiero ver a Guilad Shalit, devuelto sano y salvo a su casa. Sin embargo, (y este es un gran “sin embargo”), ¿se nos permite -es verdaderamente ético- que se castigue colectivamente a los palestinos, incluso aquellos que realmente no tuvieron nada que ver con el secuestro o los cohetes?
¿Cómo podemos gritar contra el castigo generalizado que los judíos experimentamos por milenios? ¿qué derecho tendremos para hacer reclamos cuando nosotros fuimos odiados, mundialmente, por las acciones de unos pocos?
Debemos saber que aquello que es ético es blanco y aquello no ético es negro. No hay sombras o grises entremedio. No puede haber una acción “medio ética”. Lo que nosotros, los israelíes, estamos haciendo ahora en Gaza es no ético.
Por casi 13 años estuve trabajando para promover la paz y la reconciliación. Más de una vez me pregunté a mí mismo por qué somos tan odiados.
Cada vez que ejercemos el castigo colectivo, me pregunto “¿qué haría, si fuera palestino?”
Quiero dejarlo bien claro: Estoy en contra de cualquier tipo de violencia.
Suficiente.
Suficiente con esas insignificantes acusaciones de culpa, o de tratar de saber “¿quién empezó?”, “¿quién está en lo correcto y quién está equivocado?”.
Ahora es el tiempo de la reconciliación y la paz.
Es muy posible que a la luz de todo lo que está pasando en Gaza, deje de existir el gobierno de Hamas.
¿Y después qué?
¿Será electo otro gobierno? ¿El público palestino prestará su ayuda para expulsar al mismo gobierno que eligió?
¿Hacia donde vamos desde, exactamente este punto? ¿Hacia el diálogo con el gobierno de Hamas, o hacia el atrincheramiento del caos hasta el punto en que, Dios lo prohíba, se use armamento químico o biológico contra Israel?
¿Qué seguiría después de ese ataque?
Luego de enterrar a nuestros muertos, ¿cómo responderíamos?
Es tiempo que despertemos de nuestras ilusiones y entendamos que la ocupación es la peor forma de terror.