El dios Adonis. Nota sobre su nombre propio

En este artículo, el autor explora en la historia de las religiones cómo significantes de distintas lenguas se encadenan para dar lugar al nombre propio de un dios
Por Pablo Cúneo

En su Moisés y la religión monoteísta, Freud intenta demostrar que el Dios de los hebreos no es otro que el dios único del faraón Akenatón transmitido por Moisés el egipcio. Plantea que es posible que ello se muestre a través de la semejanza fonética entre el nombre del dios egipcio Atón y el término hebreo Adonai (mi Señor) -del semítico Adon (Señor)-, término con el que se alude a YHWH, que es a su vez, nos dice, el nombre del dios sirio Adonis. Deteniéndose en la fórmula bíblica que dice “Shemá Israel Adonai Eloheinu Adonai Ejad”, afirma Freud que, si su especulación es correcta, debería leerse “Escucha Israel, nuestro dios Atón (Adonai) es Uno”. Si ello fuera correcto, no sería por casualidad “sino en virtud de una comunidad primordial de lengua y de sentido”. (Freud, 1986)

Es significativo que Freud no haya citado en ningún momento el estudio de Karl Abraham sobre Akenatón, de 1909, y más lo es en este punto en particular en el que el autor señalaba la relación fonética Atón – Adon: “La semejanza fonética de los dos nombres de Atón y Adonis es llamativa. Adonis era el nombre del sol poniente. No se puede excluir la posibilidad de que el culto de Adonis se hubiera originado en Asia y difundido desde allí bajo el antiguo nombre de Atón” (Abraham, 1961).

Dejaré de lado la hipótesis de Abraham retomada por Freud, y me centraré en la suerte que ha corrido el significante Adon .

Para ser más precisos, el nombre Adonis al que aluden Abraham y Freud no es el nombre del dios sirio (el término sirio incluye el espacio geográfico y cultural que incluía Fenicia y Judea), sino que es el nombre de un dios griego que estos hicieron suyo al adoptar al dios fenicio Tammuz. ¿Por qué los griegos llamaron Adonis al dios que entre los semitas se llamaba Tammuz? Lo llamaron así al tomar erróneamente el término semita Adon (Señor) con el que los fenicios se dirigían a Tammuz por el nombre del dios. Como ya vimos, también los hebreos, al igual que los fenicios, continuando con la tradición semítica, utilizaron Adonai entre otros apelativos para referirse a su Dios único; la propia tradición judía posterior estableció que allí donde en el texto apareciera el tetragrama innombrable debía decirse Adonai.

Ahora bien, a diferencia de los semitas, para los griegos el significante Adon no significaba nada en su lengua. Ocurrió lo mismo que con los nombres de las letras cuando los griegos adoptaron el alfabeto fenicio. La genialidad de los fenicios fue identificar los fonemas de su lengua y representar los mismos con un dibujo; ello ocurrió por acrofonía, es decir, representaron las letras por el dibujo de un objeto cuyo nombre empezaba con el fonema que se quería representar. Así tomaron la aleph (buey), cuya grafía original es el dibujo de una cabeza de buey, la beth (casa). cuya grafía original es una casa. Los griegos adoptaron las letras con sus nombres, aunque los mismos no significaran nada para ellos; así ocurre con alfa, beta, etc. Vemos entonces que al igual que la letra el significante Adon no tenía para los griegos significado alguno.

Llegados a este punto, podemos preguntarnos si se trató simplemente de un error, como suelen presentarlo los especialistas, o si pudo haber un encadenamiento significante, facilitado por la propia lengua griega, que llevara a que el término Adon fuera tomado como nombre propio del dios griego.

El mito y rito del dios Adonis ha sido descrito por muchos autores desde la misma antigüedad; sus antecedentes más lejanos son el ciclo de la pareja divina sumeria Ishtar – Dumuzi (del que derivaría su nombre semítico) y de la pareja egipcia Isis – Osiris, tan bien detallado por Plutarco. Salomón Reinach dice que el culto era conocido en Babilonia y que pasó de Fenicia a Chipre y de ahí a Grecia. El ciclo suponía la muerte del dios; el joven Adonis amado por Afrodita (la Astarté fenicia) es herido de muerte en su sexo por un jabalí y su amante lo llora. Luego de varios días de lamentaciones, revive de acuerdo a los ciclos de la naturaleza, para la alegría de la población y de las mujeres en particular. Frazer describe así lo que ocurría en Fenicia: “En el gran santuario fenicio de Astarté en Biblos, lloraban anualmente la muerte de Adonis a las estridentes y plañideras notas de la flauta, entre lloros, lamentos y golpes de pecho; pero al día siguiente creían que volvía otra vez a la vida y ascendía a los cielos en presencia de sus adoradores”. (Frazer, 1961)

Es muy interesante lo que Reinach relata que ocurría en Chipre: “Adonis mismo es, originariamente, un jabalí sagrado, objeto de culto de un clan de mujeres, que, para asimilarse a su dios, se dicen y creen jabalinas; una vez al año el jabalí es muerto, descuartizado y comido en comunión; después las mujeres lloran a Adonis, y pasados unos cuantos días, celebran su resurrección, es decir, la captura o la compra de un nuevo jabalí sagrado que será, hasta el verano siguiente su dios tutelar.” (Reinach, 1910) Es impresionante observar cómo el mito totémico elaborado por Freud para la muerte del Padre Primordial tiene aquí su expresión ritual solo en las mujeres. Ahora bien, el mismo Freud capta lo que Adonis representaba para ellas; el 21 de noviembre 1909 le escribía a Jung: “Adonis, etc., me lo he representado, por mi cuenta, tan sólo como pene. ¡La alegría de las mujeres cuando aquel a quien creían muerto, resucita, es algo demasiado patente!”.

Luciano de Samosata, sirio de cultura griega que vivió en el segundo siglo de nuestra era, nos relata en De la diosa Siria lo que él mismo presenció en Biblos. Cuenta que cuando el dios Adonis resucitaba los hombres y mujeres se afeitaban la cabeza y aquellas mujeres que optaban por no hacerlo practicaban la prostitución sagrada para Afrodita. “Las mujeres que no quieren afeitarse, pagan la siguiente multa: en un día determinado se ofrecen para la venta de su belleza; el mercado sólo está abierto a los extranjeros, y el sueldo se convierte en ofrenda a Afrodita.” (Luciano, 1889)

El ritual suponía también que las mujeres de Biblos, que se identificaban con la diosa, debían, como ella, buscar a su amante, llorar por su muerte y luego unirse sexualmente cuando éste resucitara. En los misterios adónicos, nos dice Alejandro Guichot y Sierra, el falo desempeñaba un papel.

Ahora podemos retomar la interrogante planteada en cuanto a si el significante Adon, carente de sentido para los griegos, pudo encadenarse con algún significante de la lengua griega, posibilitando así que se constituyera en el nombre propio del dios. Creo que sí y que ese significante de la lengua griega que se encadena fonéticamente al semítico Adon es Hedoné (cuyo plural es Hedonay), variante ática del más conservador dórico Hadoná, que como sabemos significa placer (también gozo, alegría), y que en la mitología griega es un espíritu femenino que representa el deseo sexual.
Podemos ver así que son los encadenamientos significantes, aún de los que son de diferentes lenguas, como el propio Freud nos ha enseñado a partir de su experiencia, los que pueden determinar la elección de los nombres propios.

FUENTES

-Abraham, Karl – Amenhotep IV: Una contribución psicoanalítica para la comprensión de su personalidad y del culto monoteísta de Atón en Abraham, Karl Estudios sobre Psicoanálisis y psiquiatría. Hormé, B. Aires, 1961.
-Cúneo, Pablo – De la esposa de YHWH al monoteísmo. https://nuevasion.com.ar/archivos/27794
-Frazer, James.G. – La rama dorada. F.C.E, México. 1961.
-Freud, Sigmund – Moisés y la religión monoteísta. Obras Completas, Tomo XXIII. Amorrortu,B. Ares.1986.
-Freud, Sigmund – Jung, Carl. G. – Correspondencia. Taurus, Madrid. 1978.
Guichot y Sierra, Alejandro – Ciencia de la mitología. El gran mito ctónico-solar. Alta Fulla, Barcelona. 1969.
-Luciano de Samosata – De la diosa siria. Obras Completas, Tomo IV. Librería de la viuda de Hernando y Cia., Madrid. 1889.
-Plutarco – Isis y Osiris. Nueva Biblioteca Filosófica, Madrid. 1930.
-Reinach, Salomón – Orfeo: Historia General de las Religiones. Bibliotheca Nueva, B. Aires, 1910.