Teatro ídish en Argentina, un recorrido por su época dorada

Con salas repletas y funciones seis días a la semana, entre las décadas del ’30 y del ’50 el teatro ídish de Argentina vivió una época dorada que incluso logró despertar el interés de círculos que excedieron el ámbito de la comunidad judía. Buenos Aires se convirtió en aquel momento en un polo teatral que atraía a una gran cantidad de artistas judíos, cuyas innovaciones y repertorios influyeron notablemente en el campo teatral nacional.
Por Paula Ansaldo *

El desarrollo del teatro ídish en la Argentina comienza casi en simultáneo con el crecimiento de la colectividad judía en el país. Ya en los primeros años del siglo XX, encontramos registro en Buenos Aires de representaciones teatrales realizadas en ídish, lo cual da cuenta de la importancia que tenía el teatro para los inmigrantes judíos recién llegados a la hora de forjar vínculos y asentarse en un nuevo territorio. Si bien la primera representación en ídish en el país suele situarse en 1901 con el estreno en el Teatro Doria de la opereta cómica Di tsvey kuni-leml/Los dos Kuni-Leml de Abraham Goldfaden, este circuito tiene su período de mayor crecimiento a partir de 1930, cuando Buenos Aires se posiciona como un centro teatral judío de importancia internacional. Durante la época dorada del teatro ídish en Argentina, que se extendió hasta entrados los años 50, funcionaron en la ciudad múltiples teatros que representaban obras en ídish que estaban dirigidas específicamente al público judío de origen ashkenazí.

Fuente: CeDoB Pinie Katz

Entre las décadas del 30 y el 50, encontramos en Buenos Aires cuatro teatros prácticamente destinados únicamente a presentar obras en ídish: el Excelsior y el Soleil en el barrio de Abasto, el Mitre en Villa Crespo, el Ombú en el barrio de Once (donde después se construiría el edificio de la AMIA) y en la década del 50, el teatro construido por el IFT en la calle Boulogne Sur Mer. Se alquilaban también ocasionalmente otras salas ubicadas en el centro, como las del Teatro Nuevo (hoy Teatro General San Martín), el Teatro Argentino y el Teatro Coliseo. Además de los teatros, algunos bares presentaban números artísticos y varietés judíos a la manera del café-concert, tales como el Cristal y el Internacional, conformando de esta manera un amplio y variado circuito teatral completamente representado en ídish. Las funciones se daban de martes a domingo, incluso con dos o tres funciones en un mismo día durante los fines de semana, y las salas se mantenían repletas durante prácticamente toda la temporada, que por lo general duraba de abril a noviembre. El público que asistía a los teatros en ídish era absolutamente heterogéneo: se componía tanto por inmigrantes recién arribados al país como por judíos que ya desde hacía muchos años residían en Buenos Aires; concurrían tanto los obreros como los judíos más adinerados y aquellos que ya comenzaban a conformar la clase media argentina.

Esta gran afluencia de público posicionó rápidamente a Buenos Aires como un destino privilegiado en las giras de los artistas y compañías itinerantes del teatro ídish, convirtiéndolo también en un polo teatral que atraía a una gran cantidad de actores, actrices y directores judíos que buscaban radicarse en el continente americano. Esto se profundizó a partir de la década del 30 cuando la audiencia del teatro en ídish en los Estados Unidos comenzó a decaer debido a las limitaciones impuestas a la inmigración judía a partir de 1924 y a la asimilación idiomática y cultural de las nuevas generaciones de judíos norteamericanos. Estas razones, sumadas a la competencia cada vez mayor de los espectáculos de Broadway, a la aparición del cine sonoro y a la crisis económica de 1929, llevaron al cierre de teatros y a la reducción de la temporada teatral judía. A raíz de esto, muchos actores y actrices que estaban radicados en los Estados Unidos comenzaron a viajar en busca de un nuevo público que estuviese ansioso de asistir al teatro ídish, como sucedía ya por ese entonces en la Argentina. Por otro lado, el crecimiento del antisemitismo en Europa y, más tarde, el comienzo de la guerra, provocaron que durante este período llegaran e incluso se establecieran en la Argentina numerosos artistas judíos europeos. En este sentido, el hemisferio Sur contaba con una ventaja extra dado que se beneficiaba por la oposición de temporadas de manera que en el receso de verano los actores extranjeros podían viajar a presentarse en la Argentina, sin necesidad de abandonar sus propias compañías. Realizaban así dos temporadas de invierno, una en Estados Unidos o Europa, y otra en Sudamérica, con base en Buenos Aires. Desde allí viajaban también a otras ciudades argentinas que tenían una importante población de judíos ídish parlantes, como Rosario, Córdoba y Santa Fe, y a las colonias judías, así como también a otras ciudades latinoamericanas, tales como Montevideo, Santiago de Chile, San Pablo y Río de Janeiro.

Fuente: IWO

Ya desde los primeros años en los que comienza a desarrollarse un circuito teatral judío en Buenos Aires la visita de artistas extranjeros se constituyó como un componente fundamental de la temporada teatral. Esta tendencia se profundizó en la década del 30 cuando los teatros judíos empezaron a organizarse completamente en función de un “star system”, un sistema de estrellas por el cual los empresarios traían a importantes figuras del exterior para encabezar sus compañías que estaban conformadas por actores locales, que eran quienes interpretaban a los personajes secundarios de las obras. Muchos de los artistas que visitaron el país durante esos años -tales como Jacob Ben-Ami, Maurice Schwartz, Joseph Buloff y Luba Kadison- fueron consideradas visitas destacadas incluso por fuera del circuito teatral judío. Esto se debió a que el repertorio que estos artistas traían, su estilo de actuación y los recursos de puesta en escena que utilizaban en sus espectáculos resultaban innovadores dentro del campo teatral porteño y atraían por ello a una importante audiencia de intelectuales y artistas del ámbito no judío.
Los artistas judíos que llegaron a las compañías teatrales judías de la Argentina trajeron así bajo el brazo nuevas ideas y repertorios teatrales que influyeron notablemente en el campo teatral nacional: las concepciones teatrales de Konstantin Stanislavski, las ideas de puesta en escena de Max Reinhardt, la estética de ensamble del teatro soviético, la obra de Bertolt Brecht y Arthur Miller, y la voluntad de formar nuevas generaciones de intérpretes a partir de la creación de escuelas dramáticas. Estos elementos contribuyeron a posicionar al teatro judío de la Argentina como un espacio de innovación y experimentación que despertó el interés de los círculos artísticos y las audiencias porteñas, quienes asistieron a los teatros judíos a pesar de no comprender el idioma de las representaciones. De esta forma, lejos de ser un fenómeno marginal o limitado, el teatro judío tuvo una importancia fundamental en la configuración del campo teatral nacional, constituyéndose así como un episodio de gran relevancia en la historia del teatro argentino.

* Paula Ansaldo (Argentina, 1989) es Doctora en Historia y Teoría de las Artes por la Universidad de Buenos Aires y becaria postdoctoral del CONICET. Forma parte como investigadora del Instituto de Artes del Espectáculo (UBA) y del Núcleo de Estudios Judíos (IDES). Como docente se desempeña en la materia Historia del Teatro II de la carrera de Artes (FFyL-UBA). Ha co-editado los libros Teatro independiente: historia y actualidad (Buenos Aires: Ediciones del CCC, 2017) y Perspectivas sobre la dirección teatral: teoría, historia y pensamiento escénico (Córdoba: Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba, 2021) y publicado diversos artículos académicos sobre la historia del teatro judío en Argentina en publicaciones de los Estados Unidos, España, Francia, Brasil, México, Polonia, Chile, Perú y Argentina.

 

Imagen destacada, Fuente: CeDoB Pinie Katz.