Una mirada comunicacional

Soy de derecha ¿y qué?

Hoy los pelos locos de Milei como ayer las piernas insinuantes de María Julia, el desenfado de la derecha vernácula vuelve cual espasmo a pretender ocupar el centro del dispositivo político. Algunos enfoques hablan del clima de época, de la ola internacional cuya expresión regional es Bolsonaro, o el legado de la Argentina agroexportadora de la generación del ochenta. Más allá del momento histórico, siempre repiten el mismo libreto: bajar impuestos, eliminar las retenciones, quitar los aranceles, una necesaria reforma laboral, etc. ¿Dónde está lo nuevo de esta vieja receta?, ¿cuál es el rol de los medios para habilitar las condiciones de legitimidad de estos planteos? ¿llega el auge de un nuevo populismo de derecha? Estas son algunas de las preguntas y los recorridos que vamos a abordar en las siguientes líneas. Sin ninguna pretensión de certeza, sólo un zapping de ideas.
Por Glenn Postolsky

Hijos nuestros

Alejandro Fantino, en una emisión reciente de Intratables, comentó al pasar que “varios diputados hicieron las divisiones inferiores en nuestros programas”. No falta a la verdad, el conductor fue uno de los que más contribuyó para que los economistas Espert y Milei sean quienes más minutos de aire tuvieron desde 2017 para plantear las críticas de una derecha desencantada de la experiencia de Juntos por el Cambio, la cual se dirigía hacia el iceberg del FMI y la derrota electoral. Igual, bien podría discutírselo el fanático bohemio y dueño de la consultora “Estudio Broda & Asoc.”, allí fue donde ambos diputados hicieron sus primeros pasos profesionales.
Paridos por la cocina mediática, cultores del panelismo, supieron ocupar con presteza el lugar del francotirador experto, con largo conocimiento y chicana corta, ideal para la polémica y el rating. Supieron conformar el contrapunto bizarro de la palabra atildada del mainstream periodístico de los Morales Solá o Pagni. Todos funcionales al coro neoliberal económico mediático.

¡Despeinado, despeinado!

Cual twist de Palito Ortega, con precisión marketinera, Milei desordena su cabellera antes de pararse frente a las cámaras o dar un discurso. La rebeldía rokera forma parte de la escena, hay urgencia, hay bronca y él está ahí para sintetizar los errores y señalar a los culpables de nuestras frustraciones. Experto en economía, cultor de la escuela austríaca, salta a la arena de la política auto percibido como un león que en lugar de cristianos ahora se dedica a cazar zurdos. Pero los zurdos de su prédica poco tienen que ver con el terror comunista de la guerra fría, ahora son todas aquellas formas de la política que no asuman como propio la concepción liberal.
Más allá de vociferar que iba a quemar el Banco Central, el candidato de Avanza supo instalar durante su campaña dos significantes vacíos que lo posicionaron como una propuesta novedosa. El clima hostil a las formas de administrar por parte del Gobierno la pandemia dio lugar a que su grito de libertad resuene más allá de la idea de libertad de mercado. Y su guerra declarada contra la casta política ancló en un imaginario sedimentado cada día en el discurso de la anti política.
Pero detrás de su figura se proyecta una densidad más brumosa. Desde la diputada Victoria Villaruel a todo un esquema de twitteros, influencers, estandaperos, cuasi periodistas como Peronia o el Presto, pasando por conspicuas referencias de la derecha de ayer como Maslatón o de estos días como Agustín Laje.
Villarruel es abogada, directora del Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv), escribió los libros “Las víctimas civiles del terrorismo guerrillero de los 70” y “Los otros muertos”. Reivindica al Proceso, y supo utilizar las categorías del sistema internacional de protección de derechos humanos para disputar el sentido de quienes fueron “víctimas” en los años setenta. Hija de un militar, se auto percibe como activista de derechos humanos. En el cierre de campaña fue clara: “sin importarme las etiquetas y sin tenerle miedo a los motes: si robarse todo en nombre de los pobres es ser de izquierda, soy de derecha. Si usurpar tierras al Estado y a la gente es de izquierda, soy de derecha. Si defender la impunidad del terrorismo es de izquierda, señores, soy de derecha. Si votar leyes como la ley de alquileres, la ley Micaela, la ley Yolanda, la ley que mete el lenguaje inclusivo en los medios es de izquierda: yo soy de derecha”.

Yo te avisé

En lugar de casta, a José Luis les gusta llamarlos «estos caraduras». JL tiene a esta altura tantos minutos de aire como “Casados con hijos”. Sonrisa gardeliana y la postura de “me las sé todas”, viene repitiendo su rezo sobre los culpables del fracaso argentino: sindicalistas mafiosos, empresarios prebendarios y políticos corruptos.
Apalancado en la figura de Carolina Píparo, y como su «mono tema» económico no le alcanzaba para fortalecer su candidatura, tomó el tema inseguridad como propio durante la campaña. La estrella de Píparo decayó un poco en la patria mediática desde el incidente en el cual su marido (y ella que lo acompañaba) atropelló a dos motociclistas y por el cual atraviesa un juicio por e intentó de homicidio.
La imagen pública de Espert encaja con el paradigma meritocrático, surgido de las clases medias, formado en la universidad pública, un hombre de éxito. Su prestigio lo construyó en los sets televisivos y no en los ámbitos académicos, tal vez por eso el CEMA y aledaños no lo invitan a sus tertulias. Pero su alegato sobre la inseguridad parece más precario: “Transformemos en un queso gruyere a un par de estos delincuentes como los de ayer. Apoyemos a la policía a que haga eso y esto va a empezar a mejorar un poco”. Su figura expresa el inconsciente de las clases medias cada vez más intolerantes.
Imposibilitado de estigmatizar la pobreza porque es de allí donde necesitan los votos, su dedo levantado sabe señalar quienes son los culpables. El pensamiento que surge de allí es la responsabilidad individual del fracaso, y el odio hacia lo político.
Lo hace en un escenario donde los jóvenes son muy críticos a la gestión de la economía que hizo el Gobierno, donde los índices de desempleo particularmente en este segmento son muy altos. El miedo y la desesperanza está proyectada en la ineficiencia de la dirigencia política, centrada en la metáfora de todos los males que persistentemente construyen los K, CFK, el Patria, La Cámpora. Y en eso no están solos en la madrugada.

Los Punteros

La política argentina a inicios del siglo pasado se organizaba en la capacidad de proveer, organizar y luego movilizar adhesiones en torno a una candidatura. Una construcción territorial cuyo esquema iba desde la base controlada por un puntero (unas manzanas o un barrio), los caudillos (que reunían la lealtad de varios punteros, es decir barrios) y los doctores, quienes tenían la capacidad de definir cómo canalizar la llegada de los recursos del Estado y quiénes asumían los cargos de representación en las instituciones.
El entramado se hizo más complejo y participativo con la llegada del peronismo, que supo construir una identidad política más allá de la coyuntural distribución de los recursos. Pero donde siempre la presencia en el territorio (así sean los sindicatos, las universidades o los barrios) es central.
Pero en la actualidad existen nuevos tipos de territorialidades, y nuevas formas de encauzar las voluntades, construir climas sociales e imponer un formato desde donde leer la realidad. Los medios desde fines del siglo pasado y las redes sociales (mucho más con la experiencia pandémica) son el lugar central del dispositivo para la disputa de la construcción de nuestras subjetividades. Lejos de reflotar viejas teorías al estilo de la aguja hipodérmica (que planteaba que los medios inyectan ideas en las personas, indefensas frente a esta “invasión”) o la teoría de la manipulación, la función central en este escenario comunicacional es la de establecer los parámetros de lo pensable o lo decible.
El triunfo electoral del FdT se basó en las paupérrimas condiciones de vida que impuso las políticas económicas del gobierno de Juntos por el Cambio: Aumento sideral de las tarifas con incrementos que superaban los miles por ciento, destrucción del sector PyME, índices de desocupación acercándose a los dos dígitos, y una timba financiera que terminó en la deuda impagable con el FMI. Los responsables de ese descalabro dos años después diseminan en la opinión pública lo que se debe hacer para salir de la crisis: aumentar las tarifas, arreglar con el Fondo, bajar el gasto público. La radio, el cable, los portales están todos inundados por estas declaraciones fundadas, lógicas, racionales. Cualquier acción política que no siga el decálogo, por lo tanto, es parte de la locura…K
Los nuevos punteros cumplen acabadamente su rol cada mañana, tarde y noche, donde funcionan como las aguas del río Lette, permitiendo a la derecha vernácula purificar sus pecados en vida. Legitimando esa palabra. Y eso es posible gracias a la propia dinámica de la industria mediática donde el tiempo siempre es el presente, y todo análisis se centra en la urgencia del ahora.

En la radio no hablan de ti…

La comunicación en la actual etapa constituye el campo de lo político. Es a través de los medios tradicionales y las redes digitales que circulan y se conforman los marcos interpretativos de lo real. En la articulación de ese magma de sentido es que determinados discursos se hacen visibles con mayor potencia. Así podemos trazar algunas líneas de continuidad y puntos de anclaje entre las agendas mediáticas y las argumentaciones de estos actores. Estás relaciones nunca son mecánicas ni lineales, forman parte de un mecanismo de múltiples piezas donde cada una cumple un rol para un común objetivo: formatear lo posible en el imaginario social.
Todos sabemos que no es posible romper con el FMI, que cuando aumenta el dólar aumentan los precios, que sube la nafta y aumentan los precios, se cae la bolsa en Madrid y aumentan los precios, pero principalmente sabemos que los políticos son corruptos (por algo se dedicaron a eso) o son ineficientes (ninguno de esos vagos sobrevive en el mercado), que los empleados públicos son ñoquis, y así podemos seguir describiendo lo que se disemina a través de un efecto de saturación veinticuatro horas por día los siete días de la semana. Ya sea a través de la voz atildada de Longobardi en la mañana y el remate ramplón del humorista Villar, o la vomitiva indignación de cada noche en La Nación +, eso da cuenta de una gran inversión destinada a imponer una línea de pensamiento, y como contrapartida la descalificación a quienes representen otras concepciones. La denostación al otro ya no se basa en diferencias políticas o ideológicas sino directamente en referenciarlos y estigmatizarlos en términos delictivos.
La persistencia de una agenda de noticias destructivita de lo público ahora se expande a través de diversas estrategias en el universo digital, y generan un efecto de saturación, enojo e indignación. Es la función del dispositivo mediático: no aupar a un candidato u otro, sino ser el contexto narrativo sobre el cual la argumentación de los editorialistas “independientes” se montan y retroalimentan con los del sector político de derecha. La indignación made in Jonatán Viale, Eduardo Feinman o Etchecopar transmuta en arenga política en las voces de Milei o Espert.
Así, el discurso contra la casta encastró perfectamente con el encuadre que los medios hegemónicos le dieron a la noticia de las fotos del cumpleaños de la primera dama, en Olivos.
En la superficie, los exabruptos de Milei o Espert hacen sintonía con el hartazgo pregonado por el estilo FOX News que La Nación + viene a emular, pero también en las profundidades hay corrientes sincrónicas. Se corrieron las fronteras de lo decible públicamente, la impunidad del universo digital donde fluyen los discursos racistas y anti-igualitarios los convierte en valores legítimos. Se ha habilitado a la derecha a retomar discursos pro dictadura que el consenso democrático había logrado cancelar. Así la ideología de las editoriales del diario La Nación ve en la figura de Villareal su mejor reflejo. Todo el debate público se desplazó hacia la derecha y ya no sólo en términos económicos.

Dos figuras contrapuestas se despliegan simbólicamente por la discusión social, instaladas a través de los medios hegemónicos y el aparato digital comunicacional. Por un lado, la figura de los privilegiados, que van desde los políticos hasta los que cobran planes sociales. Según la letanía de derecha todos viven sin trabajar. Por el otro, la víctima, es decir la gente de bien, la que trabaja y aporta, aquellos que se ven afectados por el accionar ineficiente o corrupto de los políticos o la inseguridad. Es sobre esas identificaciones que van subiendo la hornalla del hastío frente a la política. Una intervención constante sobre las audiencias a partir de un conjunto de opiniones presentadas como si se tratarán de una afirmación irrebatible.

Conclusiones

El dilema que plantea esta nueva oleada de derecha va más allá de los resultados electorales. Montada en su diatriba racista, desigualitaria y misógina, los “libertarios” encontraron formas de aproximación a vastos sectores sociales, especialmente entre los jóvenes. El uso de las redes sociales atrajo a un sector que por lo general está más alejado de la política. La argumentación de estos espacios genera atractivo porque tiene la capacidad de reducir la complejidad social a fórmulas simples, conocidas e inteligibles.
La gramática antagónica de las redes da lugar a la proliferación de la dinámica del discurso del odio. La colusión del “buzz digital”, los medios hegemónicos y la nueva derecha representan en la actualidad el huevo de la serpiente. Instalan un tiempo de politización reaccionaria que anida en forma transversal en diferentes sectores. Entonces, el tema no es el estilo renovado de una derecha desacomplejada, lo preocupante es el peligro de lo que está en juego: el proyecto de una sociedad democrática.