Mi papá solía decir, hacia el final de su larga vida, que “últimamente se está muriendo gente que antes no se moría”. Esto pensé el pasado jueves 6 de enero cuando me enteré del fallecimiento de este escritor, poeta, compositor, editor, traductor, hombre de la cultura que se fue junto con tantos otros que nos están dejando un poco desamparados, ya que sus creaciones son la banda sonora de nuestras vidas.
Yoram Taharlev nació en 1938, y creció en el kibutz Yagur. La vivencia kibutziana, su pertenencia a la hitiashvut haovedet (la comunidad trabajadora organizada de Eretz Israel) y su talento para escribir, tanto poesía como prosa, lo convirtieron en una pieza fundamental de la construcción de la cultura israelí.
Fue a lo largo de sus 84 años de vida un hombre polirubro en el área cultural: comenzó como editor de la publicación del ejército y más tarde escribió teatro, libros infantiles, poemas, canciones y ensayos.
Un capítulo especial merece su aporte a la música hebrea, una de las principales ramas culturales en las que el movimiento sionista invirtió esfuerzos para desarrollar una identidad israelí nacional que afianzara la pertenencia a la tierra de Israel y amalgamara a los inmigrantes provenientes de diferentes países, culturas e idiomas. Taharlev alimentó con sus canciones a las bandas musicales de las diferentes fuerzas de Tzahal. Como hijo del kibutz, criado en contacto con la naturaleza, sus canciones están arraigadas a la tierra y el paisaje. Pero no solo abordó ese tema. Escribió también canciones de amor, sobre la amistad y la lealtad, sobre la pérdida y el dolor de la guerra.
En su sitio oficial (en hebreo y en inglés) http://www.taharlev.com es posible encontrar muchísima información sobre sus producciones, incluidos muchos videos con canciones, y fragmentos de sus shows como standapista, realizadas a lo largo de veinticinco años, cuando ya se había convertido en un hombre mayor. En esas presentaciones seguía demostrando su capacidad de observación y su lengua filosa para transmitir con humor y talento sobre lo que veía de la cultura en la que seguía participando.
Hacia fines de los años setenta, participé de los festejos del 30 aniversario de la fundación del kibutz Lehavot Haviva. En un esfuerzo colectivo de preparación y ensayo se montó un espectáculo musical en el que se presentaron diferentes aspectos de la vida y la historia del kibutz y sus miembros. Yoram Taharlev fue contratado para escribir las canciones, lo que hizo después de empaparse de la idiosincrasia de este kibutz, en el que convivían húngaros, israelíes y argentinos, entre otros. En el cuadro dedicado al equipo de fútbol se cantaba: “Cuando entramos a la cancha / el público nervioso y emocionado / silba y grita alrededor / ¡Viva Lehavot Haviva!”.
Ojalá se sigan recordando muchas de sus canciones, no solamente una.