Israel, Irán y la lógica suma cero en Medio Oriente

“Dado el presente escenario cambiante de Medio Oriente, es de prever que sus líderes, (¿también los de Israel?), no retornarán a la mentalidad de suma cero que haría retroceder a la esfera internacional nuevamente a la Guerra Fría”.
Por Leonardo Senkman, desde Jerusalén

“No soy ni un jugador ni un profeta, pero arriesgo a tomarme la libertad de conjeturar que en 2022 no estallará una guerra entre Irán e Israel. ni entre Israel y Hezbolá. Tampoco habrá una guerra en toda regla con Hamas, excepto escaramuzas esporádicas. La gran incógnita es qué pasará en Cisjordania’. (Iosi Melman,Middle East Eye, 31.12.21).
En el último día del año, Israel decidió extender la cuarta dosis de la vacuna contra la Covid a los mayores en residencias, hospitales geriátricos y viviendas protegidas. Pionera a nivel mundial en la campaña masiva de vacunación, Israel se enorgullece hoy de que casi 6 millones fueron vacunados con las dos dosis, y 4,2 millones con la tercera en una población de 9,5 millones.
Pero si los logros de su política sanitaria durante el año que fenece tranquilizan a la ciudadanía, no ocurre lo mismo por la política internacional y de seguridad del gobierno. Vísperas del 2022, el premier Benet reitera su renuncia a cualquier política que desbloqueé las nulas negociaciones con los palestinos; pero también reitera la inevitabilidad de una confrontación con Irán al borde de ser potencia nuclear, y equipada de cohetes y drones de alta precisión.
El periodista y analista político militar Iosi Melman resume lúcidamente la situación:
“Cuando 2021 llega a su fecha de vencimiento, líderes y jefes militares de Israel, una vez más como en un ritual religioso, baten tambores de guerra contra Irán. Se pretende crear la impresión de que la amenaza nuclear iraní es el tema más urgente y preocupante de la agenda israelí en el año que fenece. La verdad, sin embargo, es que el belicismo israelí contra Irán sólo sirve de señuelo para dos propósitos domésticos. Uno, mejorar la imagen del Ejército israelí y demostrar su vitalidad para exigir el aumento del presupuesto militar. El segundo objetivo del ataque retórico a Irán es ocultar el desafío más importante al que se enfrenta el Estado judío: la cuestión palestina”.
En efecto, pese que durante el último año fueron abatidos 319 palestinos (numerosos civiles no terroristas entre ellos, según Betzelem), la opinión pública ha naturalizado la expansión de los asentamientos israelíes y da por descontado la cooperación en materia de seguridad entre Israel y la Autoridad Palestina. Es que el ritmo acelerado en el establecimiento de relaciones con los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahrein y Marruecos ayuda a aumentar la sensación de que el problema palestino ya no es prioritario. Hay embajadas en Tel Aviv, Abu Dhabi, Rabat y Bahrein con cielos abiertos para turistas israelíes, además de opciones económicas tentadoras e intensificación de cooperación secreta militar y de inteligencia.
Sin embargo, Melman advierte que la casi diaria violencia de palestinos durante las últimas semanas debería servir de advertencia a los israelíes de lo que acontecería en el nuevo año. Es muy decepcionante la expectativa frustrada de que el nuevo gobierno “para el cambio”, con una presencia significativa de ministros derechistas moderados, centristas y laboristas no “domesticaron” a colonos israelíes ultranacionalistas. Por el contrario, depredaciones en aldeas palestinas y vandalismo contra civiles inocentes en Cisjordania son perpetrados por turbas de colonos bajo las narices de las fuerzas de seguridad que hacen la vista gorda. La respuesta en las últimas semanas no se hizo esperar: numerosos casos de palestinos utilizaron cuchillos y también armas de fuego para atacar a colonos y a fuerzas de seguridad.
En tal escenario de violencia y creciente incertidumbre, la invitación del ministro de defensa Benny Ganz al presidente palestino Abu Mazen a celebrar conversaciones en su casa fue mal recibida por la oposición del Likud y Hamas. El encuentro tuvo lugar después de once años durante los cuales Netanyahu boicoteó políticamente negociar con Mazen un Estado palestino, pero en cambio, regateaba con Hamas el precio en dólares para abstenerse de lanzar misiles a población civil israelí fronteriza con Gaza. Por su parte, la mayoría de los medios israelíes se limitaron a destacar que la visita producirá “fomento de la confianza” para “mejorar las condiciones de vida”: beneficios financieros para la Autoridad Palestino en bancarrota; autorización de reunificación familiar, además de permisos para el ingreso a Israel de empresarios palestinos (Daoud Kuttab, Al Monitor, 31.12/ 21).
Otro fue el resumen de la reunión del director general del Ministerio de Relaciones Exteriores palestino, quien denunciaba que “el silencio de la comunidad internacional ante los crímenes de los colonos israelíes es ensordecedor”, solicitando que asuma la responsabilidad de la protección de la población palestina.

Amenazas bélicas de Israel contra Irán: ¿guerra psicológica?
Ahora bien, es en el frente retórico y logístico anti Irán donde Israel ensaya una política azarosa de imprevisibles consecuencias. En vísperas del actual escenario internacional que intenta revivir diplomáticamente el JCPOA en Viena, Israel fue el único país que se opuso a un llamado reciente en la Asamblea General de la ONU para una zona libre de armas nucleares en Oriente Medio; su liderazgo sigue leyendo con mentalidad suma cero el actual mapa del Medio Oriente; más aún: tampoco sabe lee bien la nueva política norteamericana después de su fiasco en Afganistán e Irak, poniendo en guardia al presidente Biden de ser arrastrado a cualquier conflagración regional.

Precisamente aquí surge otra errada lectura israelí respecto del liderazgo iraní: «Mientras que la administración Trump intentó liquidar el JCPOA como legado del expresidente Obama, en cambio el nuevo presidente halcón de Irán, Ebrahim Raisi, adversario político del expresidente Hassan Rouhani, quien presidió la negociación del acuerdo de 2015, busca revivirlo. Al contrario de Israel, que procura el fracaso de las negociaciones en Viena, tampoco lee bien el mapa futuro de Irán humillado en un tris de tener la bomba. En este ominoso escenario, Estados Unidos y Europa probablemente presionarían por una resolución contra Irán de la Junta de Gobernadores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA). Y Teherán respondería retirándose del JCPOA. Si Estados Unidos y Europa derivaran el caso de Irán al Consejo de Seguridad de la ONU para revivir las seis resoluciones impuestas a Irán durante la presidencia de Mahmoud Ahmadinejad, Irán posiblemente se uniría a Corea del Norte para retirarse del Tratado de No Proliferación Nuclear» ( Seyed Hossein Mousavian,Middle East Eye, 15.12.2021).

Corrimiento hacia a Irán de los Emiratos Árabes del Golfo
Algunos analistas políticos israelíes consideran falaz la estrategia israelí de un ataque militar conjunto estadounidense contra las instalaciones nucleares de Irán en caso de que fracase el JCPOA: rumor que solo sirve para presionar más a Irán. Durante los últimos meses, altos funcionarios de EE.UU. comenzaron a difundir sobre la preparación de un Plan B si fracasaren las negociaciones en Viena, lo que podría implicar el fortalecimiento de las sanciones económicas contra Irán. EE.UU. envió una delegación de alto nivel a los Emiratos Árabes Unidos para exigirles el cumplimiento estricto de las sanciones a Irán.
Sin embargo, es poco probable que la creciente presión de sanciones económicas sobre Irán la obligue a capitular. La República Islámica ha estado sometida a sanciones punitivas durante décadas, y la política de «máxima presión» de la administración Trump solo consiguió galvanizar la determinación de Teherán de expandir su programa nuclear.
En efecto, no solo analistas de países árabes beligerantes reconocen legítimas las preocupaciones de seguridad de Irán: también líderes de los EAU empezaron a barajar nuevas iniciativas geopolíticas.
Bagdad organizó recientes conversaciones entre Arabia Saudita e Irán, y otro encuentro en Amán. El interés compartido de Teherán y Riad es consensuar un futuro acuerdo de precios y reparto de mercados cuando Irán vuelva a comerciar su petróleo a niveles anteriores de las sanciones. Pero hay otra razón para un acuerdo iraní-saudita: terminar con la sangrienta guerra en Yemen (cien mil muertos. la mayor catástrofe humanitaria en Medio Oriente, según la ONU) que la presión de EE.UU. y Europa no logra poner fin.
El principal asesor de seguridad nacional de los Emiratos Árabes Unidos, el Sheikh Tahnoon bin Zayed al-Nahyan, visitó Teherán, el encuentro de más alto nivel entre funcionarios iraníes y emiratíes en una década. El acuerdo comercial firmado con Irán posibilitará transportar vía Irán petróleo y otros productos de la Unión de Emiratos a Turquía, y desde allí a Europa, ahorrando20 días de viaje marítimo vía Canal de Suez. Otros acuerdos comerciales entre ambos países no temen sanciones de EE.UU. que prohíben operaciones económicas y militares con empresas iraníes. Por su parte, Abu Dabhi no rompe relaciones con EE.UU. porque se niega a venderle aviones F35, reemplazados rápidamente por los 80 Rafael comprados en Francia.
Los Emiratos también se están acercando a Turquía, Siria y Qatar, donde se había sumado en 2017 a Arabia Saudita en una disputa contra ese país cercano a Irán, impulsada por Trump en 2017 que resultó en la ruptura generalizada de relaciones. La visita del influyente emiratí no ha sido la única sorpresa en esta reformulación del mapa regional. También a comienzos de diciembre el propio príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman, viajó a Doha para recomponer las relaciones con Qatar.
La mentalidad suma cero de los últimos años ha resultado demasiado costosa para las partes involucradas y para toda la región. Decenas de miles inocentes en el Líbano, Yemen y otros lugares han pagado un alto precio en sangre y destierro. Aliviar las tensiones entre los rivales del Golfo pareciera ser un giro geopolítico en la dirección correcta.
Asimismo, varios países vuelven a legitimar a Assad para normalizar relaciones de su país en la próxima reunión en marzo de la Liga Árabe, y Rusia está procurando una solución política post guerra civil, negociando con Turquía la cuestión del status de los kurdos en Siria. Por su parte, EE.UU. se ha retirado de Siria, y pese a sanciones económicas, desde 2020 hace la vista gorda al esfuerzo de Egipto y Jordania de pasar gas y energía eléctrica a Líbano vía Siria.

China, la superpotencia interesada en apaciguar la némesis Israel vs. Irán
En este nuevo mapa del Medio Oriente, ¿quién será capaz de ponerle el cascabel al gato israelí, enfrentado a muerte con su némesis iraní? No es EE.UU., primera superpotencia militar y comercial, sino la segunda potencia comercial mundial: China, a quien Trump le declar‎ó guerra comercial.
Por empezar, China ha logrado cultivar buenas relaciones con Irán, Israel y Arabia Saudita, los dos últimos aliados tradicionales de Washington y enemigos mortales de Teherán. Israel y Arabia Saudita se sienten ambos amenazados de la posibilidad de que Irán obtenga el arma nuclear y temen la expansión de su influencia en la región.
Pero si Teherán es la némesis de Tel Aviv, la superpotencia Pekín está en condiciones de transformar la tragedia en confrontaciones dramáticas pero negociables; la tragedia griega cumplía su función educativa tratando de conmover a los espectadores a través, por ejemplo, de la némesis que los dioses infligían a los mortales dominados por la soberbia. China tiene excelentes recursos económicos para convencer a Jerusalén y Teherán dejar a un costado la soberbia de potencias regionales.
Las relaciones de China e Irán se vieron fortalecidas desde 1979 tras la revolución de Khomeini, en especial porque la República Islámica comenzó su existencia aislada en la escena internacional. Durante la guerra Irak -Irán (1980 – 1988), Pekín fue importante proveedor de armas para los iraníes. Posteriormente, cuando EE.UU. y la Unión Europea comenzaron a incrementar las sanciones para intentar detener el programa nuclear de Irán, China mantuvo las relaciones económicas y un vital intercambio comercial que permitió a Teherán aprovisionarse de los bienes que otros países se negaban a venderle. Este apoyo se mantuvo incluso después de 2010, cuando Pekín decidió apoyar las sanciones contra Irán en la ONU. El beneficio era mutuo. Mientras Irán lograba romper su aislamiento vendiendo su petróleo, China conseguía una fuente de energía abundante y un mercado al que sus productos entraban casi sin competencia. Gracias a su ubicación geográfica, Irán es territorio apetecido por la nueva Ruta de la Seda, uno de los proyectos de infraestructura más grandes de la historia en el que China está invirtiendo miles de millones de dólares. Uno de los cimientos chinos para hegemonizar globalmente el orden económico y geopolítico internacional del siglo XXI, el siglo euroasiático en el que China narra una nueva historia global,
Además, desde que Trump abandonó el JCPOA, Pekín volvió a tener la oportunidad de ser la segunda superpotencia económica mundial que permita a Teherán no quedarse aislado. Irán tiene razones para ser optimista», señalan Dina Esfandiary y Ariane M. Tabatabai, autoras del libro Triple-Axis: China, Russia, Iran and Power Politics”, en un artículo en la revista Foreign Affairs.
Pero China igualmente es importante para Israel, no obstante Pekín sigue votando contra Israel en la ONU defendiendo la causa palestina. Durante su visita a Pekín en 2017, Netanyahu firmó acuerdos bilaterales por US$25.000 millones. El primer ministro israelí reconoció que China representaba un tercio de la inversión en alta tecnología de su país, lo que se explica, en gran parte, por la compra de empresas de hi tech israelíes; por su parte, Israel ve con beneplácito las inversiones chinas como un potencial colaborador para investigaciones, habida cuenta de que la superpotencia asiática de internet posee la red de video-vigilancia más sofisticada del mundo.
En marzo de 2017, el rey de Arabia Saudita, Salmán bin Abdulaziz, viajó a China para reunirse con el presidente Xi Jinping. Era un encuentro entre el gobernante del principal exportador de petróleo del mundo y el mandatario de un país que ese mismo año se convertiría en el primer importador de este producto. Las delegaciones de ambos países firmaron acuerdos económicos y comerciales por un monto superior a US$65.000 millones.
En resumen, los acuerdos regionales de países miembros de bloques antes enemigos están dejando de lado alineaciones políticas y militares de la otrora polarización entre gobiernos pro occidentales (EE.UU.) o pro orientales (Rusia) (Tzvi Barel, Haaretz,31,12.21).
Dado el presente escenario cambiante de Medio Oriente, es de prever que sus líderes, (¿también los de Israel?), no retornarán a la mentalidad de suma cero que haría retroceder a la esfera internacional nuevamente a la Guerra Fría.

¿Volverá la Guerra Fría al Medio Oriente si fracasan las negociaciones JCPOA?
El secretario de Estado norteamericano Antony Blinken, advirtió recientemente con arrogancia a Irán que «Se está haciendo muy tarde» para volver al acuerdo nuclear. Pero Irán ve el problema al revés. El equipo negociador de Teherán cree que el tiempo se está acabando es para los EE.UU.; además, consideran que su posición es mucho más débil de lo que creen Blinken y Biden, quienes deberían despertar a los temibles acechos de la Guerra Fría. Afortunadamente, Rusia, y sobretodo China, no está interesada que esa guerra estalle.
Israel pretende leer la advertencia de Blinken como parte del Plan B en clave solamente de guerra conforme a halcones del Pentágono. Por supuesto, generales halcones israelíes interpretan las recientes maniobras conjuntas en clave de un inminente ataque conjunto contra Irán. En noviembre, EE. UU. anunció que la marina de Bahrein y EAU participan por primera vez en unos ejercicios militares junto a tropas estadounidenses e israelíes en el mar Rojo, fruto del deshielo diplomático auspiciado por Washington.
Simultáneamente, Israel aprobaba una partida presupuestaria de $ 1.5 mil millones para armas y equipos en caso de un eventual ataque contra Irán. Y en vísperas de la Navidad, un analista militar recordaba que en 2012 había recomendado un plan de ataque a las instalaciones nucleares de Irán que no fue ejecutado. Pese que duda de la viabilidad en 2022 de aquel plan, Yaacov Katz no lo descarta, porque “Israel podría asestarle a Irán un golpe que retrasaría su progreso nuclear”. Y si formula preguntas dubitativas, ellas giran en torno de la eficacia de táctica militar: “¿Con un ataque aéreo manifiesto realmente lograría Israel mucho más que continuando con operaciones encubiertas? ¿Vale la pena retrasar la guerra que se producirá en unos pocos años?”. Significativamente, la única pregunta de índole diplomática es si “un logro indefinido en la negociación Israel se comprometería a sostenerlo” (Yaacov Katz, Jerusalem Post, 23.12.2021).
Es difícil evaluar si estos apercibimientos bélicos son mera guerra psicológica o una preparación real para la acción militar. Lo cierto es que un ataque militar a las instalaciones nucleares de Irán, además de las víctimas fatales en la población civil de los contrincantes, desestabilizaría aún más a todo Oriente Medio. Una tragedia precisamente en un escenario internacional de retirada de los EE,UU. y de acercamiento creciente a Irán de los Emiratos del Golfo Pérsico, quienes son conscientes del dramático imperativo de poner fin a la lógica de suma cero.