Israelíes y palestinos:

Arde Troya

El conflicto palestino-israelí se halla en un circuito de violencia que afecta, especialmente, a la población civil, incluidos los niños. Luego de la evacuación israelí de la Franja de Gaza en agosto pasado, empezó a incrementarse el lanzamiento de cohetes Kassam desde allí hacia la ciudad israelí de Sderot y su periferia, donde -en el último año- cayeron ya más de mil de esos cohetes. La situación en Gaza es bastante similar; Israel continua con su política de asesinatos selectivos; sus cañones y cohetes van en busca de objetivos señalados en medio de urbanizaciones superpobladas y acarrean que mucha gente inocente -entre ellos decenas de niños y a veces familias enteras- paguen las peores consecuencias.

Por Alberto Mazor (Desde Israel)

El gobierno del Hamas no ha demostrado un interés especial en evitar los mencionados lanzamientos de cohetes, sino todo lo contrario. Manteniendo vigente hasta el momento su política de no reconocer la existencia del Estado de Israel -y por lo tanto sin negociaciones posibles con éste- prosigue en su tarea de aumentar la tensión, atacando bases militares y matando y secuestrando soldados sin siquiera reparar en el sufrimiento de su población castigada tanto por el boicot económico de la Unión Europea y los Estados Unidos a causa de su negativa a reconocer a Israel, como por las represalias israelíes mismas.
Las víctimas palestinas caídas en esos ataques israelíes destinados a acabar con las fábricas de cohetes y con quienes las manejan son, sin duda, la dolorosa contraparte de los pobladores de Sderot y sus alrededores.
Es evidente que si Hamas y agrupaciones afines continúan lanzando cohetes sobre Sderot o atacando y secuestrando soldados israelíes, las reacciones de éstos tampoco se detendrán y seguirán cobrando víctimas civiles, así no sea esa la intención.
La preocupación por el deterioro de la situación ha llevado a que gobiernos árabes, como el egipcio y el jordano, intenten mediar para la promoción de los contactos entre israelíes y palestinos.
La Liga Arabe, sin dudas, podría aportar mucho en ese sentido, pero su atención está puesta en cuestiones que no tienen ninguna trascendencia y que, en cambio, revelan hasta qué punto sus miembros usan su foro para regodearse de una retórica grotesca y estéril: ¿de qué otra manera -sino- puede calificarse su indignación frente al gobierno de Ghana y su consecuente exigencia de disculpas por el hecho de que uno de sus jugadores en el Mundial de Fútbol, luego de anotar un gol ante la República Checa, haya ondeado una bandera de Israel por ser él miembro -en calidad de jugador extranjero- de un equipo israelí?
Israel también está obligada a revisar sus estrategias; siendo un Estado muy poderoso en la zona, puede y debe permitirse crear nuevos canales de comunicación que intenten aminorar la tensión y permitan entablar negociaciones.
De no ser así, siempre habrá un «Talón de Aquiles envenenado» y Troya continuará ardiendo y malgastando sangre en una ronda sin final.