En el marco de la grave y extensa crisis económica que atraviesa la Argentina, ha surgido un sector político -fundamentalmente constituido por economistas- el cual argumenta que la Argentina actual, de casi la tercera década del siglo XXI, debiera mirar a la Argentina agroexportadora de fines del siglo XIX y principios del siglo XX por su elevado PBI y ubicación privilegiada a nivel internacional para encontrar su “destino”. Asimismo, este sector político asocia ese modelo “exitoso” de la Argentina con el liberalismo y utiliza de modo reiterado la palabra libertad como base de una organización social y del supuesto éxito de dicho modelo. La libertad sería la base de un modelo de vida libertario y, en consecuencia, el abandono de estos ideales explicaría el rumbo errático de nuestro país.
Pero, estas palabras ¿no eran de la izquierda y fundamentalmente de los anarquistas? ¿Quiénes hablaban de libertad, sociedad libertaria, etc.? Es notable como en esa reivindicación ilusoria del éxito de la Argentina no aparecen los verdaderos voceros de esos términos, precisamente sojuzgados por el terror y la intolerancia de los llamados liberales, quienes imposibilitaron que se implemente una naciente legislación laboral. El movimiento anarquista fue muy significativo en los orígenes del movimiento obrero en la Argentina y coincide notablemente con los años del mítico e imaginario discurso de “Argentina, granero del mundo”
Efectivamente la Argentina ocupaba un lugar destacado en el ranking mundial de países que crecían económicamente, situación que no volvió a ocurrir nunca más en su historia y, por el contrario, se afirma que no para de decrecer y empobrecerse a nivel general desde el año 2011. En esa construcción del pasado “rico” de la Argentina surge la pregunta de por qué habiendo ocupado un lugar tan destacado a nivel mundial, ese crecimiento se detuvo en parte con la Primera Guerra mundial y particularmente a partir de 1930. Y ahí se responsabiliza al Estado, al sistema político y al régimen impositivo de impedir el crecimiento. Como se analiza en múltiples ámbitos con una perspectiva progresista de la economía, ese enriquecimiento, sin embargo, situaba al país en un lugar muy débil en términos de desarrollo hacia el futuro: no favorecía el crecimiento de la industria y el sistema de arrendamientos no permitía a quienes trabajaban la tierra tomar créditos por falta de garantías, con lo cual su expansión estaba limitada al uso de ganancias transitorias. Fue cíclico, ya que en 1890 se sufrió el primer default y luego de 1914, ese crecimiento comenzó a poner en evidencia sus límites. Asimismo, esta mirada nostálgica resulta parcial si no atendemos a un conjunto de acontecimientos que se sucedieron en la Argentina a propósito de las celebraciones que se planificaban para el aniversario del Centenario de la Revolución de Mayo.
El Centenario, el anarquismo, la represión y el antisemitismo
La preparación anticipada de la Fiesta del Centenario, dos años antes de su aniversario, revela la importancia que asumía este evento como un modo de reafirmar el país imaginado por las elites. A partir de esta motivación se encararon múltiples obras arquitectónicas en la Ciudad de Buenos Aires, aunque también puso en evidencia las contradicciones del Estado Argentino y del proyecto nacional. Si por un lado la Constitución nacional y los gobiernos de la generación del 80 promovieron la llegada de inmigrantes acontecimiento que fue muy significativo entre 1860 y 1930, la forma que adoptó la inmigración, su cosmopolitismo y el traslado de formas de organización laboral de movimientos revolucionarios europeos a las dinámicas laborales locales provocó el disgusto de la elite política y de la burguesía local.
Hacia 1905 habían llegado al país una importante cantidad de judíos rusos como consecuencia del fracaso de la revolución rusa de ese año, lo cual produjo un conjunto de Pogroms que indujeron al exilio. Esta inmigración, casi exclusivamente de corte socialista y urbana -a diferencia de la migración que fue promovida por la JCA y que formaba parte de las colonias de Entre Ríos, La Pampa y Buenos Aires-, intervino en el Anarquismo argentino y fue muy prolífica en la producción de periodismo en idish.
En el marco de la celebración del Centenario, los judíos de Buenos Aires eran asociados al movimiento anarquista y a la revolución rusa de 1905, los rusos eran en su mayoría judíos, de modo que en el imaginario público judío y ruso eran lo mismo. Ya en esos años comienza a evidenciarse una grieta en relación a la importante presencia judía en nuestro país, ya que paralelamente Alberto Gerchunoff escribió en 1909 Los gauchos judíos con una mirada distinta sobre la Argentina y sus posibilidades para quienes habían escapado de los pogrom del Imperio Ruso de fines del siglo XIX.
Es importante señalar entonces que paralelamente al proceso de crecimiento y ubicación económica privilegiada de la Argentina a nivel mundial, se produjo el crecimiento significativo del anarquismo, que –el cual tuvo un aporte importante de la migración de origen judío ruso,- y de la conflictividad social en general. En la primera década del siglo XX, el movimiento obrero argentino era mayoritariamente anarquista. Las movilizaciones del 1 de mayo de la FORA (Federación Obrera de la República Argentina), fueron masivas y cosmopolitas, llegando a movilizar 70.000 personas en 1904, 1909 y también en la huelga general de 1910 un mes antes de las celebraciones del Centenario, despertando el temor de las elites por el control territorial, político
Así es como la Fiesta del Centenario, tan anhelada y venerada por las elites, se desarrolló en el marco del decreto de Estado de Sitio, represión, persecución de trabajadores y muestras de antisemitismo, acompañada por grupos de civiles hostiles al cosmopolitismo visible en la ciudad de Buenos Aires y a las formas de organización sindicales de los trabajadores a las cuales se identificaba con formas extranjeras. Esta representación de lo que estaba ocurriendo en la Argentina convertía a la ansiada e imaginada inmigración en blanco de sospecha y en lo contrario de la forma que debiera asumir la llamada identidad nacional.
En una década se promulgaron y aplicaron tres medidas represivas muy lejanas del mentado liberalismo: la Ley de Residencia de 1902, la Ley de Defensa Social de 1910 y entre ambas la implementación regular del Estado de Sitio en 1902, 1905 (dos veces), 1909 y 1910, ante la declaración de huelga general convocada por el anarquismo y en vísperas de la celebración de la Fiesta del Centenario [1].También eran frecuentes las clausuras de numerosos espacios culturales del anarquismo, prensa anarquista en idish, bibliotecas, teatros. Paralelamente se permitió la acción de grupos civiles que, invocando los intereses de la patria, participaran activa e indiscriminadamente en la persecución y agresión de representantes obreros. Nada más lejos de la libertad y de una sociedad libertaria, que un sector importante de la sociedad argentina fuera marginado contra su voluntad de la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo. De esta manera queda demostrado que la apelación recurrente a la idea de libertad exclusivamente centrada en el libre comercio sólo puede sostenerse con represión , autoritarismo y negación de los conflictos sociales, situación que se opone radicalmente a lo que promueven los autodenominados “libertarios” en la Argentina del siglo XXI.
[1] Franco, Marina. (2019). El estado de excepción a comienzos del siglo XX: de la cuestión obrera a la cuestión nacional. Avances del Cesor, 16(20), 29-51. Recuperado en 13 de noviembre de 2021, de http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2422-65802019000100002&lng=es&tlng=es
* Investigadora del Área Estudios Culturales, Instituto Gino Germani- Facultad de Ciencias Sociales, UBA