El fallo del Tribunal Oral Federal número ocho que sobreseyó a todos los imputados por la “Causa Memorando” fue más allá de lo que habían planteado las defensas de los propios acusados. El tribunal no anuló las actuaciones a raíz de las visitas (ocultas) de los camaristas Mariano Borinsky y Gustavo Hornos al expresidente Mauricio Macri en fechas concomitantes con decisiones trascendentes en el expediente, la principal de ellas, su reapertura.
El fallo sobreseyó a los acusados por inexistencia de delito. No es una diferencia menor: anular una causa por vicios de procedimiento deja latente la posibilidad de que el delito, efectivamente, se hubiera cometido. Una metáfora futbolística: es como si el partido se hubiera jugado, lo hubiera ganado claramente el equipo A, pero por la inclusión de un jugador que no estaba habilitado se lo hubieran dado por ganado al equipo B.
El tribunal sostuvo que no hubo delito. El fallo afirma que los imputados no cometieron conductas reprochables. No se trata de un matiz; los jueces jugaron fuerte, más allá de que las reuniones de Hornos y Borinsky con Macri hubieran bastado no sólo para anular la causa sino también para avanzar en una investigación penal contra ellos que probablemente pudiera terminar en una condena a prisión.
En el sistema judicial argentino, en el que los personajes que tuvieron poder sólo resultan condenados y van a prisión cuando otros personajes igual de poderosos pero con ese poder vigente lo deciden, nada indica que los procesos judiciales que ya están en marcha sobre las conductas de los dos camaristas y el exjefe del Estado vayan a avanzar con decisión. Ni hablar con Justicia.
El fallo es un golpe post mortem para el difunto fiscal Alberto Nisman. Si –como sostiene la teoría oficial- Nisman está muerto como consecuencia directa o indirecta de su denuncia presentada en enero de 2015, y esa denuncia se demostró inconsistente y quedó en la nada, entonces un simple silogismo permite concluir que Nisman está muerto por nada.
La muerte es absurda por naturaleza. En este caso también, y más. ¿Nisman murió sin saber que su denuncia, más tarde o más temprano, iba a ser desestimada? Es imposible avanzar sobre la ucronía; probablemente su íntima convicción sobre lo que supuso que era la intención de encubrir a los iraníes acusados por la voladura de la AMIA quedó plasmada en su denuncia. Y tal vez, incluso, estaba decidido a defenderla ante el Congreso. Todo es conjetural.
Lo que sí es seguro es que Nisman murió sin saber que –más allá de cuál fuera su decisión- no iba a ir al Congreso a defender su denuncia. El domingo anterior a aquella audiencia prevista en el Parlamento, cuando el fiscal ya estaba muerto en el interior del departamento de Puerto Madero pero nadie lo sabía aún, los diputados Laura Alonso, Patricia Bullrich, Federico Pinedo y Cornelia Schmidt Liermann, más Mario Negri por teléfono, decidieron que Nisman no iría al Congreso. Todas las partes con acceso al expediente lo saben, pero como parte de un relato ficcional sobre lo que ocurrió y –en especial- sobre lo que no ocurrió, lo omiten. “En esa reunión se evaluó el clima de violencia verbal que se había generado en esos días por parte de voceros del oficialismo y decidimos que dado que la reserva no estaba garantizada para la reunión del día siguiente en la comisión de Legislación Penal, el fiscal no se presentaría ante la comisión”, declaró Laura Alonso, según consta en el expediente.
De la misma manera que la denuncia de Nisman quedó desacreditada, de manera inversamente proporcional creció la credibilidad del juez Daniel Rafecas, quien la rechazó en dos oportunidades y –por ello- mereció el denuesto público, una denuncia penal y un expediente en el Consejo de la Magistratura que terminó con una sanción. Leve, pero sanción al fin.
El fallo del tribunal oral federal tiene tres ejes macro:
-Las decisiones políticas que un gobierno tome en el ejercicio de las funciones para las que fue elegido no pueden pasar por el tamiz judicial, a menos que claramente sean delictivas.
-El Memorando nunca entró en vigencia. Los efectos que según Nisman perseguía (el levantamiento de las alertas rojas sobre los iraníes acusados por el atentado) nunca ocurrieron.
-Los supuestos beneficiarios de ese denunciado plan de impunidad fueron los que no aceptaron, en definitiva, ese presunto plan de impunidad.
Lo curioso es que todo eso se sabía desde el primer día de la investigación. Y pese a todo, la causa permaneció abierta durante seis años (y aún lo está, puesto que las apelaciones están en curso).
Todos los devaneos en las causas periféricas desembocan en un mismo lugar: la prolongación en el tiempo de la impunidad sobre el atentado. El fallo que sobreseyó a los imputados mostró quiénes no fueron. Sobre quiénes fueron, en definitiva la pregunta de fondo, siguen faltando las respuestas.