Elecciones en Alemania

El último baile de Merkel

Después de 16 años, la centroderechista Angela Merkel deja de conducir los destinos de una de las naciones más poderosas del mundo. Su elevada imagen positiva y su muestra de poder y austeridad fueron una marca indeleble en este tiempo. La continuidad en manos de un socioliberal y los límites "sanitarios" por izquierda y por derecha.
Por Federico Glustein

El fin de una era. Angela Merkel se despidió el 07 de septiembre del Parlamento Alemán (Bundestag) después de 16 años como canciller -máxima autoridad del gobierno del país teutón- y 30 de diputada como miembro de La Unión, la alianza entre la Democracia Cristiana (CDU) y la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU). Esta fuerza política, la que mayor cantidad de cancilleres ha aportado al ejecutivo desde la caída nazi, y de la cual han salido baluartes de la política global democristiana como Konrad Adenauer, vio reducido categóricamente su caudal electoral en estas ultimas elecciones del 26 de septiembre por la falta de carisma y declaraciones polémicas del reemplazante de Merkel en el bloque, Armin Laschet, logrando la peor elección en su historia y alcanzando el segundo lugar en sufragios, detrás del socialdemócrata SPD, bajo el mando del candidato Olaf Scholz, actual vicecanciller y ministro de finanzas.

En su ultimo discurso como Jefa del Gobierno, llamó a los parlamentarios a continuar con una “Gran Coalición” como la que actualmente conduce los destinos del país entre la Unión y la Socialdemocracia del SPD bajo un paradigma de “Economía Social de Mercado”, que ambos partidos han intentado llevar a cabo, bajo sus formas más liberales, conservadoras o progresistas, mientras fueron gestión, siendo bajo distintas administraciones la principal economía europea y de las más importantes del mundo. Y se declaró feminista e impulsó a todos a serlo, cambiando el paradigma más conservador de su partido.

Del leninismo al conservadurismo, con estaciones intermedias

Angela Dorothea Kasner (apellido del padre) nació en Hamburgo, una Ciudad Estado “Libre” del noroeste del país. Sin embargo, se mudó de niña a la ciudad de Templin, a 80 kilómetros de Berlín, pero del lado oriental del muro, es decir, bajo dominio soviético.  Se casó con el catedrático Ulrich Merkel, del cual tomó su apellido aún después de haberse divorciado.

De joven comenzó a militar en la Juventud Libre Alemana, la organización oficial de la juventud en la República Democrática Alemana (RDA) y miembro del Frente Nacional, la alianza marxista – leninista que dominaba el lado oriental.  Finalizó sus estudios de grado en Física en la Universidad de Leipzig para estudiar luego un doctorado en química en la Academia de Ciencias en Berlín. Su tesis doctoral fue calificada como Magna Cum Laude, pero la solicitud doctoral debía ir acompañada de la prueba de que había profundizado sustancialmente los conocimientos del marxismo-leninismo adquiridos durante sus estudios, la cual fue evaluado como suficiente.

Con la caída del Muro, se sumó al partido Despertar Democrático, opción liberal cristiana en la RDA, para participar de las únicas elecciones libres y democráticas de la república. Su agrupación ganó la contienda y formó parte del gobierno que tuvo al único canciller parlamentario antes de la reunificación, pese a las luchas internas de sus miembros y la fuerte sangría de miembros por lo conservador y anticomunista del programa de gobierno.

Con la reunificación, Despertar Democrático formó parte de la Unión CDU/CSU y se disolvió rápidamente, por lo que los miembros pasaron a formar parte de la Democracia Cristiana de la Alemania ya unida. Merkel fue electa parlamentaria en reiteradas oportunidades. Tutelada por el canciller Helmut Kohl, fue ministra de ambiente y Presidenta regional del partido en Pomerania Occidental.

Bajo su tutela, la CDU/CSU encadenó una serie de victorias en seis de las siete elecciones provinciales que se celebraron hasta 2002, ​ rompiendo la mayoría de la coalición roja y verde (socialdemócratas y verdes) en el Bundesrat, la Cámara Alta del Parlamento alemán, para sumar en alianza a los liberales (FDP). Sin embargo, la Unión fue derrotada en las elecciones federales de Alemania de 2002, con Edmund Stoiber -líder bávaro- como candidato. Entonces Merkel se convirtió en la líder de la oposición conservadora en el Bundestag, la Cámara Baja.

Desde 2005 hasta este 2021, 16 años, ningún líder democrático europeo ha estado más tiempo al frente del gobierno y ninguno ha sorteado tantas crisis como ella. Crisis financiera de 2009, refugiados, COVID 19 o el descenso de la productividad industrial. Las ha superado todas. Junto a coaliciones parlamentarias con liberales o socialdemócratas y hasta con el apoyo de los verdes.

La politología la ha encasillado a lo largo de estos años de diversas formas. Sin embargo, el mote que mejor le queda es el de “Canciller de Status Quo”. Sus gobiernos dieron notada muestra de “continuismo” a pesar de sus aliados. Fortalecimiento de Europa, estabilidad económica y social con prioridad para el mercado. Reforma de la ley laboral hacia la precarización, donde florecen los miniempleos, con salarios del 40% de la canasta alemana y reducción de las cargas fiscales a los empresarios, los falsos “emprendedores” y persistente desigualdad de rentas entre el este y el oeste. La creciente desigualdad con empleo. Priorizar exportaciones y nuevos mercados, pero sosteniendo un nivel de Estado de Bienestar.

El parlamentarismo, esa rara avis mayormente europea, permitió la reelección indefinida a Angela Merkel y la mantuvo 30 años como parlamentaria. Esta vez le dio la espalda no a ella, que se retira con un 80% de imagen positiva, sino a su sucesor, Armin Laschet. A ella la quieren activa en el Parlamento, a pesar de que quiere dedicarse “a cocinar recetas típicas y disfrutar el tiempo que no tuvo” por ser la cabeza de un estado por tanto tiempo.

Cambio de época y excepcionalidad alemana

El cambio climático es una de las grandes preocupaciones del mundo y por sobre todo de los jóvenes. Eso se reflejó en el voto del domingo 26 de septiembre, donde el 22% de los sufragantes de 18 a 35 años votó al Partido Verde y el 18% lo hizo por el liberal FDP. Con sus particularidades, con mayor o menor participación del Estado, en contra o a favor de la baja de impuestos, estas agrupaciones han crecido fuertemente en estas elecciones con una impronta ecologista -cada uno a su forma- y en conjunto, tras reuniones intensas, han logrado acordar un trabajo para participar junto a la socialdemocracia de la alianza de gobierno.

La llamada “coalición semáforo”, integrada por socialdemócratas, verdes y liberales, es la que más reclaman los electores. Y no es inédita, ya que gobiernan en conjunto -también bajo tutela del SPD- la región de Renania Palatinado. Es que, en el ajedrez del parlamentarismo, las reglas establecen que los gobiernos se forman por la cantidad de escaños, y en Alemania, la coincidencia ideológica puede posicionarse hacia un arreglo centrista, centroizquierdista o centroderechista, dependiendo del candidato, la locación, el programa local o simplemente para sumar apoyo para gestionar. El partido de izquierda Die Linke, de escaso resultado electoral, a pesar de contener corrientes ideológicas anticapitalistas y comunistas, forma parte de gestiones de centroizquierda con Verdes y Socialdemócratas en cuatro regiones. Los verdes junto a los democristianos mantienen su alianza de gestión en cinco regiones y algunas de ellas, de estirpe centroderechista.

El único límite del sistema alemán es Alternativa por Alemania (Afd), populista de extrema derecha, de ideología nacional conservadora social y liberal en lo económico, que perdió escaños respecto a la elección anterior. Este movimiento antieuropeo y antimigrante, alineado con el Frente Nacional de Le Pen y Lega de Salvini, está compuesto -es votado- mayormente por hombres, de mediana edad y está en contra de políticas de igualdad, diversidad y de integración multicultural. Todos los partidos de los parlamentos regionales le ponen un “coto sanitario” para evitar que pueda gobernar, pese a dominar Sajonia, el sur de Turingia y de Aanhalt, que anteriormente formaban parte de la porción dominada por la URSS, lo cual no es casual porque un gran número de países exsoviéticos son gobernados por nacionalismos conservadores.

A pesar de lo anecdótico, será la primera vez de una alianza tripartita en el gobierno central con diferentes matices ideológicos, así como la segunda vez de los Verdes al frente del Estado Federal.

El socioliberal continuista

Olaf Scholz

Olaf Scholz fue el candidato más votado en las últimas elecciones y aunque todavía no ha formado gobierno, es quien más chances tiene. El actual vicecanciller y ministro de finanzas es quien por diversas encuestas de opinión prefieren los alemanes para ser el próximo canciller. Ex vicepresidente de la Unión Internacional de Juventudes Socialistas (IUSY), Scholz fue elegido por primera vez para representar a Hamburgo-Altona en el Bundestag en 1998, lugar donde fue miembro hasta 2011, cuando fue electo alcalde de Hamburgo, cargo que ocupó hasta 2018, para pasar al ejecutivo.

Este abogado laboralista pertenece al ala liberal del socialdemócrata SPD. En 2019, se postuló en las internas partidarias para la co-presidencia junto a Klara Geywitz y perdió con el ala más a la izquierda, apoyada por la juventud y la mayoría de las bases sindicales. Este hecho produjo su renuncia como vicepresidente partidario, y el pleno le otorgó el poder para ser el candidato a canciller para esas ultimas elecciones.

Con perfil moderado, se pronunció en contra de una coalición de izquierda con Die Linke y se mostró abierto a pactar con liberales y verdes o repetir otra con la Unión, pero bajo su conducción. Sus mayores virtudes están dadas por su pragmatismo, su eficiencia ante las crisis y su equilibrio, sobre todo para llevar las riendas de la economía de forma austera. Su programa tiene el apoyo de todo el SPD: salario mínimo de 12 euros la hora, pensión mínima universal y estable y la europeización de las deudas por COVID de toda la Unión Europea, principalmente para apoyar a los países más pequeños.

Los alemanes le dieron su voto de confianza por una razón: es quien ven con mayor probabilidad de seguir un rumbo parecido al gobierno de Merkel, pero con algunos cambios. La producción sustentable y ecológica es una de ellos puntos de continuidad posible, pero sin un incremento de impuestos o penalidades, sino con incentivos a la migración tecnológica y fomento de actividades limpias. En ese sentido, es más cercano al liberalismo del FDP que a los democristianos y que hasta el programa del SPD.

Por eso, no es de esperar un gobierno netamente de izquierda como en España o Portugal, sino más bien un social liberal, con un Estado de Bienestar fuerte, pero austero, con una continuidad hacia la transformación productiva de exportación y sin suba de impuestos al capital o la renta. En caso de ser canciller, Scholz quiere volver a déficit fiscal de 0,35% del PBI para 2023. Con políticas más amigables con la inmigración: el 12% de los nuevos representantes parlamentarios son de origen o familia inmigrante y los de su partido, el 18%.

Un pragmático que apoyó las reformas sociales liberales de Gerhard Schröder pero que a su vez fue el ministro de Trabajo que en la crisis financiera de 2008 salvó puestos laborales con subsidios por tiempo reducido. Y el ministro de finanzas que enfrentó la pandemia y las inundaciones. El responsable de la construcción de más de 100 mil viviendas en su gestión en Hamburgo con destino social, pagando un 50% el costo de alquiler que Berlín. El que prometió que construiría 400 mil si llegaba a ser Canciller. El que “no se presenta a artista de circo” sino a llevar el destino del país al futuro. El aburrido burócrata. El que puede ser el futuro Merkel.