Iom Hashoá en la Argentina:

Un acto para olvidar

A los jóvenes no les importa nada. ¿Por qué no hacen silencio? Es un acto de Iom Hashoá… Martes 25 de abril, 19.30 hs. Jóvenes agolpados en las puertas del Teatro Colón. Sin entradas no se podía ingresar. “Esto es un acto público”, grita Silvina (24 años), quien se enteró en ese mismo momento que no podría ingresar. Los jóvenes de NOAM (movimiento que agrupa a los departamentos juveniles de todas las comunidades conservadoras) sólo disponían de 20 entradas para 17 comunidades con un promedio de 20 madrijim (líderes juveniles) cada una. Tras un importante revuelo, a las 20.10, los que se quedaron reclamando lograron ingresar al cuarto piso del Colón. Pablo Winokur fue director de una buena revista que promovió NOAM, ‘Carta Rusa’, y que hoy, ya sin voz propia, expresa su opinión sobre el acto y su organización en nuestras páginas.

Por Pablo Winokur

La vista desde el cuarto piso era lamentable. Hubiera sido más práctico escucharlo por ‘Radio Jai’. No se veía nada y el sonido era muy pobre. ¿Se habrán hecho pruebas previas? Tampoco la disposición escénica parecía pensada para el Colón, cuya arquitectura requiere una puesta distinta a la de los teatros tradicionales.
La pantalla gigante -cuyo alquiler debe haber demandado importantes recursos- estaba al fondo del escenario, de modo tal que sólo quienes estaban sentados en platea podían observarla.
Los actos de Iom Hashoá, al menos desde que este cronista los presencia -hace 10 años aproximadamente- son siempre iguales: los dos himnos, dos coreografías, la recitación de un poema de Bertolt Brecht (o similar), el encendido de las seis velas, los cinco discursos (más algún político invitado) y el Himno a los Partisanos.
Un acto de Iom Hashoá requeriría la producción de un hilo temático que nos permita reconocer cada año distintas facetas del genocidio más grande que se cometió en la historia de la humanidad. El contenido del mismo debería surgir tras una extensa discusión política en la que todos podamos reavivar la llama de la memoria, mediante la óptica de las problemáticas actuales que se desprenden de dicho horror.
Una vez definidos esos criterios, éstos serían informados a los disertantes para que ellos puedan expresar su opinión -no sobre una generalidad como es la Shoá- sino sobre esa cuestión puntual que se trabajará en dicho año. Sobre ese tópico se pensarían muestras artísticas creativas y de nivel.
Pero, tal vez, pensar en un eje temático podría reavivar las diferencias existentes en las instituciones. Mejor es hacer lo mismo todos los años.
Y así las cosas, la conclusión es evidente. Los jóvenes son unos maleducados e irrespetuosos a los que no les interesa nada.