Más allá de sus fuertísimas diferencias ideológicas y políticas, al punto tal que la mayoría de ellas parecen insalvables hasta ahora, hay un dato que los incentiva para mantenerse unidos: si rompen, ninguno tiene futuro sólo.
Además saben que enfrente está Bibí quien, mientras la Justicia se lo permita, tardará menos de un instante en aprovechar la más mínima fisura para intentar volver a ser primer ministro. Conoce perfectamente las debilidades de casi todos los líderes de los partidos que componen el nuevo gobierno porque fueron sus ministros o compañeros en el Likud. Nadie en Israel se atreve a decretar el fin de la carrera política de Bibi. Hacen bien.Esta coalición “imposible” necesita mantenerse junta para consolidar el mensaje de unidad nacional que tiene que penetrar en la sociedad israelí luego de los graves actos de violencia entre árabes y judíos que se registraron cuando estalló el conflicto con Hamas. No es algo menor y puede transformarse en el activo más fuerte para sostenerse en el poder.
No por nada Bennett, en su discurso de investidura, apeló a la reconciliación de los israelíes y se diferenció de la política divisiva de Bibi quien, como nadie antes, se ocupó de exacerbar todas las grietas posibles de la sociedad israelí. “Me he sentado en un gobierno con personas de distintas opiniones. Ustedes no saben sentarse con nadie”, les dijo a los parlamentarios que intentaban boicotear su intervención. En la sesión, Bennett fue constantemente interrumpido por gritos desde las bancadas del Likud de Netanyahu, de sus aliados ultraortódoxos y de la extrema derecha. Un par de ellos fueron expulsados del pleno por los servicios de seguridad.
“Statuquismo”
Para bajar las tensiones de la sociedad pero sobre todo para que la coalición no implosione más temprano que tarde, hay que imaginar un programa de gobierno que no incluirá grandes transformaciones socio políticas internas y, sobre todo, en la relación con los palestinos. Se viene un “statuquismo” a ultranza. Seguramente sí continuará con algunas de las políticas de Bibi en las cuestiones en las que hay grandes consensos, sobre todo, en cómo tratar con Hamas. Por lo menos en una primera etapa.
El nuevo gobierno comenzará poniendo el foco en cuestiones económicas y en cómo Israel sincronizará su excelente y ejemplar campaña de vacunación con la recuperación económica. El perfil de Bennett ayuda para eso: se trata de un hombre que desarrolló una exitosa carrera profesional ligada a la tecnología. Él dice que tiene mucho para aportar de su experiencia.
Habrá que observar con detenimiento como se balancea el poder dentro de la coalición y qué posiciones predominan. Hay para todos los gustos. La ingeniería política que armó el centrista Yair Lapid con Bennett y los otros socios establece algunos protocolos para gobernar coordinadamente, sobre todo cuando tengan que encarar decisiones esenciales. Todo parece pender de un hilo. Por eso, intentaran patear para adelante las decisiones que impliquen tensiones internas. Es una forma de gobernar, pero a veces la realidad te pasa por encima y te obliga a actuar, sobre todo en Medio Oriente.
En definitiva este nuevo gobierno es un experimento inédito que está despertando mucho interés en los laboratorios de la ciencia política alrededor del mundo. Juntos han logrado algo histórico que tiene sobre todo un valor simbólico muy potente: el de la unidad nacional en momentos de grandes turbulencias y tensiones sociales. Sirvió para terminar con la era Bibi, ahora hay que ver cómo hacen para gobernar.