Sin embargo, en el corto plazo no hay razones para temer acciones militares.
Estados Unidos cree que Irán necesita unos 5 años para lograr una bomba nuclear y eso supone tiempo para la diplomacia, un ejercicio del que no esperan nada.
China da prioridad a sus compras de petróleo y gas iraní frente a la amenaza que su programa nuclear pueda suponer y se niega, incluso, a considerar la aplicación de sanciones.
Rusia encuentra en Irán un gran mercado para sus productos, tanto de centrales nucleares como de armamento. En un signo inequívoco de cuál es su principal ocupación, para disuadir a Irán de que siga adelante ha decidido venderle baterías de misiles antiaéreos Tor M-1.
Los europeos son los únicos que sinceramente creen en el régimen de no-proliferación, pero no están dispuestos a aplicar sanciones económicas serias, son incapaces de utilizar la fuerza o la consideran inútil en esta circunstancia para exigir su cumplimiento. Están resignados a lo inevitable.
Si la mayor parte de los garantes del régimen de no-proliferación no están dispuestos a impedir que Irán acceda a la condición de potencia nuclear, sólo una acción israelí o norteamericana podría evitarlo. En ambos países se debate en estos días con intensidad qué hacer y el resultado es incierto.
Un ataque no impediría el desarrollo del programa, sólo lo aplazaría, pero pondría la calle musulmana en ascuas, facilitando el trabajo a los grupos islamistas. Ni Estados Unidos ni Israel desean ese escenario. Si la nuclearización es inevitable, si el fin del régimen de no-proliferación está próximo dado que nadie está dispuesto a sacrificarse por mantenerlo en pié, ¿no sería mejor adaptarse al nuevo entorno estratégico, a un mundo donde el número de estados poseedores de armamento nuclear sería sensiblemente mayor al actual?
Frente a la amenaza nuclear proveniente de gobiernos fanáticos sólo cabe la acción conjunta de la disuasión nuclear y de los sistemas antimisiles. Poder derribar el misil o avión atacante a tiempo y estar en condiciones de lanzar un contragolpe. Estados Unidos e Israel han avanzando mucho en ambas direcciones, pero Europa está indefensa: ni estamos dispuestos a luchar por mantener el régimen de no proliferación ni tomamos medidas para prevenir la proliferación. Lo nuestro es dar lecciones a Estados Unidos y criticar a Israel mientras nos preparamos para plegarnos al siguiente chantaje islamista.
Cuando se pierden los valores propios es muy difícil estar dispuesto a defenderlos.