Atentado a la AMIA:

Inusitado mensaje de la dirigencia comunitaria

En una carta pública, suscripta por el Presidente, Luis Grynwald, y su Secretario General, Edgardo Gorenberg, la AMIA -aprovechando la festividad de Pésaj- reflexionó acerca del estado de la causa AMIA. “Sentimos el deber de advertir que la impunidad del atentado a la AMIA no nos afecta solamente a nosotros y a los familiares de las víctimas, sino que constituye una herida abierta, permanente y atroz para toda nuestra sociedad” afirma la institución en una comunicación con un inusitado tono político que se reproduce a continuación y que parece aventar posibles tiempos de cambio:

Ante la falta de avances concretos en las investigaciones por el atentado terrorista perpetrado contra la AMIA, consideramos que es necesario hacer un análisis crítico, un balance reflexivo, del papel desempeñado en todos estos años por la dirigencia de AMIA.
Se trata de continuar contribuyendo a la búsqueda de la verdad, reafirmando nuestro compromiso en reclamo de justicia y castigo a los culpables.

Somos una comunidad de más de 110 años, arraigada en nuestro país en todos sus ámbitos: político, intelectual, social, académico y sobre todo en una interacción diaria y plena con toda la sociedad argentina.
Sufrimos hace ya 12 años el peor atentado terrorista de la historia de la República Argentina, 85 fueron las víctimas que murieron en la tragedia. Hemos realizado todas las acciones a nuestro alcance y aplicado nuestra mayor capacidad para impulsar el esclarecimiento de la tragedia. Obviamente no pudimos evitarla ni descubrir y apresar a los culpables, pues se trata de una responsabilidad plena del Estado.
Somos ciudadanos que reclaman por sus derechos y esperan que el Estado cumpla con sus responsabilidades.

La cuestión del atentado a la AMIA es sumamente grave, pues pone de manifiesto la vulnerabilidad de las instituciones del Estado para prevenir y esclarecer actos deleznables de esa naturaleza.

La comunidad y la dirigencia de AMIA se sienten obligados permanentemente a dar explicaciones de lo sucedido.
Seguramente cometimos errores, de algunos somos plenamente concientes, es probable que de otros todavía no.

Lamentablemente, entre otras cosas, no hemos logrado transmitir con suficiente fuerza un concepto fundamental: el atentado fue contra la Argentina y no solamente contra la comunidad judía. Por eso, los familiares de las víctimas y la dirigencia de AMIA cargaron todos estos años con casi todo el espanto y el horror que aún siguen impunes.

La falta de justicia facilita que sectores de nuestra comunidad sostengan visiones diferentes con respecto al proceso judicial y de esta manera estén enfrentados, sin que ninguno sea el enemigo real del otro. Producto de esta confusión se han mezclado las responsabilidades de las distintas instancias damnificadas. Los enemigos son los terroristas, la impunidad y quienes se benefician con ella.

En este sentido vale la pena que nos preguntemos:

¿Es AMIA responsable de capturar a los 12 iraníes buscados por INTERPOL?
¿Es AMIA responsable de la salida del país del Agregado Cultura iraní Rabbani?
¿Es AMIA la que tiene que interrogar a Soleimanpur?
¿Es AMIA la que promueve las peleas internas entre los servicios de inteligencia, la policía, los funcionarios políticos y judiciales?
¿Es AMIA la responsable de la denuncia que no se tomó en cuenta en el consulado argentino de Milán en julio de 1994?
¿Es AMIA responsable de quienes mintieron, entorpecieron la investigación y crearon pistas falsas?
¿Es AMIA responsable de los 60 cassettes que todavía faltan?
¿Es AMIA responsable de los operativos de prensa que aparecen en vísperas de cada aniversario del salvaje ataque?
¿Es AMIA la que proveyó o facilitó los explosivos utilizados en el atentado?

Perdemos todos cuando fracasa la justicia, la política calla y consiente, y los principales responsables postergan decisiones claves o se lavan las manos. Pierde la sociedad cuando prefiere olvidar y mirar hacia adelante.

Por eso sentimos el deber de advertir que la impunidad del atentado a la AMIA no nos afecta solamente a nosotros y a los familiares de las víctimas, sino que constituye una herida abierta, permanente y atroz para toda nuestra sociedad.

Somos una organización no gubernamental seria, responsable, democrática y de progreso genuino y constante. Hemos sido brutalmente agredidos y nos hemos vuelto a levantar, reconstruyendo nuestra comunidad y reafirmando nuestros valores y compromisos con el país.
Nos engañamos todos si pensamos que podremos construir una sociedad justa y digna en base a la injusticia, el dolor, la mentira y el olvido.

Séneca dijo: “Para el timonel que no sabe a dónde va, todos los vientos son adversos”.
AMIA sabe a dónde va. Sabemos trabajar. Sabemos brindar a nuestra comunidad contención y solidaridad.
Brindamos cultura y educación y por sobre todas las cosas, nuestras acciones están imbuidas de un alto compromiso social.
Integramos una comunidad judía dolorida, perpleja, pero que fiel a su espíritu ancestral levanta las dos banderas que abrazan a toda nuestra sociedad: “Memoria” -por lo que sucedió, por lo que se ocultó, por quienes defraudaron a los que debían proteger-, y “Justicia” -para los criminales, para los que detentaban cargos ejecutivos y no accionaron, para los que debían investigar y ocultaron, para los que debían impartir justicia y nos la negaron-.

También sabemos que no callaremos nuestro reclamo de justicia ni claudicaremos en nuestra lucha por la verdad hasta descubrir a los autores materiales e intelectuales del atentado, como así también a sus encubridores.

Es responsabilidad de nosotros, los argentinos, exigir justicia a los poderes del Estado.
Creemos que sólo la verdad nos liberará y nos hermanará: con los familiares, con los cuales somos uno; con la comunidad judía, que puso la semilla que nos hizo crecer como una planta fuerte; con la sociedad argentina, a la cual pertenecemos.

Es nuestra obligación mantener viva la memoria.