Disonancias en la izquierda israelí

La izquierda partidista no repuntará mientras no se apropie de su propio discurso a través de los hechos. Lo que está en juego es la esencia de la Israel imaginada en la Declaración de Independencia. Si acaso, esa es la brújula moral para medir la realidad; lo cual implicaría una izquierda que reconozca sus limitantes y construya a partir de ellas una propuesta incluyente que haga eco en los sectores árabes y judíos marginados históricamente por el establishment israelí.
Por José Hamra Sassón *

Los partidos sionistas que se definen como centro-izquierda e izquierda lograron salvar el pellejo tras la elección del 23 de marzo pasado en Israel. Hay motivo para celebrarlo: Avodá y Meretz tienen una nueva oportunidad previo a una nueva ronda electoral. Sin embargo, en el fondo, fue lamentable que, ante la amenaza real de desaparecer del mapa, requirieran rogar por el favor de un voto. No está en duda la necesidad de las voces que emanan de Meretz o del Avodá de Mijaeli. Ante el avance de la derecha y la legitimación política del kahanismo, la presencia de estos partidos es vital para apostar a un mínimo de sensatez democrática basada en la justicia social.
El peligro está en que su presencia, en los meses que pueda durar la 24 Knésset, pase a ser una simple anécdota en caso de no evaluar las razones por las cuáles sobreviven en su mínima expresión. Me interesa abordar la renuncia en intervenir en la narrativa que describe la realidad, hoy copada por las expresiones del nacionalismo exacerbado de la derecha israelí. El clima de linchamiento que proviene de ese sector, y que creó las condiciones para el asesinato de Rabin, se extendió a los dos partidos que arroparon su acercamiento con los palestinos. Son varios los momentos que dieron pauta a este retiro casi voluntario y que está marcado por el discurso del odio y la incitación a la violencia en su contra: el fracaso de las negociaciones de paz encabezadas por Barak y Arafat; el estallido de la segunda intifada; la formación de Kadima y la desconexión de Gaza impulsadas por Sharon; además de la incapacidad de presentar un fuerte liderazgo político, solo por mencionar algunas. La renuncia se agravó con la coyuntura política-electoral que gira en torno a Netanyahu. Pareciera que la izquierda partidista se escondió para evitar ser señalada como traidora, quizá apenada por carecer de imaginación para colocar al frente sus valores y principios. El fiasco de Gantz en 2019 terminó por dar el golpe de realidad a la precariedad de la izquierda partidista.

Por una propuesta incluyente
1. Pasaron dos décadas de inmovilismo en la izquierda partidista. Meretz se convirtió en un partido minoritario que no logra ensanchar su base electoral. Ha sido incapaz de articular los costos morales y económicos de la ocupación (que al menos ascienden a 10% del PBI de Israel) con los reclamos de justicia social que sustentan su ambiciosa agenda política. Justamente, requiere apostar por su plataforma electoral y no depender del rechazo de Bibi. Avodá tiene la oportunidad con Mijaeli de sacudirse la loza de liderazgos previos que lo decantaron al convertirlo, en el mejor de los casos, en comparsa marginal de Netanyahu. La resurrección de Avodá dependerá de su capacidad para reconstruir la base organizacional de su partido y de la profundidad y amplitud del liderazgo de Mijaeli .
La izquierda partidista terminará por desparecer si se mantiene acurrucada en la narrativa de la derecha que ha construido un Estado excluyente y una sociedad de castas, donde al menos la mitad de la población -en toda la tierra que domina- o no ejerce una ciudadanía plena o de plano no ejerce ciudadanía alguna. La izquierda partidista no repuntará mientras no se apropie de su propio discurso a través de los hechos. Lo que está en juego es la esencia de la Israel imaginada en la Declaración de Independencia. Si acaso, esa es la brújula moral para medir la realidad; lo cual implicaría una izquierda partidista que reconozca sus limitantes y construya a partir de ellas una propuesta incluyente que haga eco en los sectores árabes y judíos marginados históricamente por el establishment israelí. Que reconozca su participación, por omisión o comisión, en la ocupación de las tierras del 67 y la represión sistemática de los palestinos. Que reconozca que lo que se ha construido en Israel es un régimen de exclusión; que anteponga los derechos civiles y políticos de todos los ciudadanos de Israel como condición para replicar en cualquier negociación que culmine en la autodeterminación del pueblo palestino con el que comparte destino.

Tres líneas de atención
En principio, tres líneas de atención me parecen evidentes. La primera, Meretz y Avodá requieren revisar su papel y función dentro de estructuras como la Organización Sionista Mundial y el Keren Kayemet Le Israel. Por décadas estas organizaciones han contribuido de forma velada a la ocupación, destinando millones de dólares a colonizar Cisjordania y Jerusalén oriental mediante la compra de tierras, construcción ilegal de casas-habitación o desalojo forzado de palestinos de sus hogares. Recursos que, por supuesto, no son fiscalizados. La participación de las representaciones partidistas de izquierda se dobla ante la narrativa oficial que se sirve de un discurso de “falsa pluralidad”. Más aún, acaba legitimando la ocupación y los crímenes de guerra y contra la humanidad que conlleva. Bregar por una solución de dos Estados para salvaguardar el carácter judío y democrático del Estado de Israel es disonante con la actividad pro-ocupación en estas instancias que actúan impune y perversamente a favor del proyecto de colonización bajo el manto de un activismo sionista que peca de ingenuo.

Lo anterior no es cosa menor y da pie a una segunda línea. En el terreno de la cotidianidad hay un desfase de los partidos políticos de izquierda con la actividad de las organizaciones de izquierda de la sociedad civil (no partidista) que se enfrentan al régimen de ocupación. Me refiero a Rompiendo el Silencio, B’Tselem, Combatientes por la Paz, Círculo de Familias, y decenas de organizaciones e iniciativas civiles. En ese sentido, la izquierda partidista sionista se diluyó ante la imposibilidad de mantener coherencia en el discurso y la acción. En otras palabras, los partidos de izquierda en Israel tienden a no representar, y en ese sentido, a no canalizar las demandas de los sectores de la sociedad civil en la dimensión política. El desencantamiento viene de la izquierda misma ante una izquierda partidista que avala esa misma ocupación. Esa disonancia no existe en la derecha y, en todo caso, lo que existe son “grados de rechazo” a las aspiraciones de autodeterminación del pueblo palestino.
Reconocer la disonancia requiere llevar a los movimientos de la izquierda social de los márgenes al centro de la narrativa partidista. El discurso no puede estar peleado con la realidad. La narrativa de la izquierda partidista no cobrará fuerza si no atiende de inmediato los costos económicos, políticos y morales de la ocupación y su impacto en la sociedad israelí donde al menos el 20% de su población vive bajo pobreza. Ante el avance electoral del fascismo judío en Israel no hay lugar para medias tintas.
El reconocimiento pasa por generar las condiciones para la autodeterminación palestina (en cualquier de los esquemas posibles que no ponen en riesgo a la judía) y en asegurar que los árabes palestinos de Israel puedan ejercer plenamente su ciudadanía israelí. La labor no es sólo de las valientes mujeres y hombres que actúan a título personal, sino de los partidos en los que confluyen. El reconocimiento de la equidad ciudadana (tal como lo dicta la Declaración de Independencia) pasa por el reconocimiento político. La inclusión de candidatos árabes palestinos ciudadanos de Israel no se puede limitar a una coyuntura electoral.
Así, se abre una tercera línea de atención, que implica, trascender, sin temor, al discurso etno-religioso en Israel en aras de construir una sociedad con condiciones más justas para todos sus ciudadanos. La inclusión y la equidad no son solo una urgencia moral, son un antídoto pragmático ante las versiones extremas del nacionalismo judío que en Europa serían propias del neo-nazismo. Estas expresiones en Israel dejaron hace mucho de tocar a la puerta. El 23 de marzo se instalaron cómodamente al poniente de la línea verde tras construir la realidad no-democrática de la ocupación. El reto para la izquierda partidista israelí está en desprenderse de sus traumas y retomar programas y proyectos que no se limiten a la supervivencia electoral. Para ello, es necesario terminar con la disonancia entre sus planteamientos y los hechos. Un camino quizá está, como diversas voces proponen, en la conformación de un bloque político que incluya a los partidos de izquierda judía y árabe palestina de Israel. Si aún hay espacio para la esperanza, el poco tiempo que queda nos lo dirá.

* Sociólogo con un MA en Ciencia Política. Es analista de temas en Medio Oriente. Vive en México
Foto de portada: Azcaf (Facebook/ascaf.avraham. Instagram@ascaf)