Israel:

Sansón el pobrecito

Según los resultados de las recientes elecciones israelíes ningún partido político ha obtenido siquiera una cuarta parte de los 120 escaños parlamentarios. Carente de una estructura política capaz de inclinar el voto a su favor, el partido Kadima, que no existía hace cinco meses, ha conseguido, a pesar de los favorables sondeos, sólo 29 bancas. En Israel el consenso se ha impuesto de forma general: ceder territorios y reconstruir la alicaída situación económica y social del país, o, como en su momento dijo el Primer Ministro Levy Eshkol (Z'l) aludiendo a la fortaleza y debilidad del Estado: "Hay que ocuparse de Sansón el pobrecito".

Por Alberto Mazor (Desde Israel)

¿Por qué se le ha otorgado una mayoría relativa a Kadima y Olmert?
La respuesta es sencilla: los israelíes quieren que un líder propio lleve a cabo dos tareas: desvincularse de los palestinos e inaugurar una existencia más normal.
Existe una frustración ante el estancamiento de las relaciones con los palestinos; Israel advierte que en cualquier momento puede brotar la inestabilidad en su propio territorio; hay avanzadas aspiraciones de seguir configurando su futuro, fortaleciendo el país y haciéndolo menos vulnerable a los atentados contra civiles.
La gran mayoría de la población ha llegado a una conclusión más amplia y extendida en el sentido de que controlar todo el territorio de Judea y Samaria no es positivo ni conveniente para los intereses de Israel como Estado judío y democrático. Luego de dos Intifadas, años de brutales atentados terroristas, un proceso negociador que ha acabado en un callejón sin salida, una economía castigada y maltrecha y un «socio» palestino que quiere la destrucción de Israel, los israelíes han dado un espaldarazo a la política unilateral. Han votado por la continuidad.
Olmert y su partido han dominado sobre un panorama múltiple y plural.
El consenso israelí viene a recalcar que si Hamas quiere separarse, puede proceder por esa vía. Dicho de otro modo: los palestinos han votado por Hamas y hay que dejar que se cocinen en su propia salsa.
En el ámbito regional, los israelíes sienten y comprueban la incertidumbre y la inseguridad política y económica. Sin dejar de confiar en la protección que le brindan sus servicios de seguridad militares y nacionales, la mayoría está plenamente consciente de amenazas potenciales de procedencia tan diversa como Hezbollah, Siria, Irán y Al Qaeda.
En comparación con elecciones anteriores, estas últimas han sido tal vez las menos apasionantes de los 58 años de la historia de Israel:

– No ha habido ningún tema de política exterior capaz de electrizar el voto popular.
– Ningún problema de importancia ha distanciado a Israel de sus relaciones con Estados Unidos.
– La comunidad internacional coincide ampliamente en los criterios sobre la lucha contra el terrorismo.
– La Unión Europea y la ONU han alineado sus posiciones sobre Irán.
– Ningún país europeo individualmente considerado, ni la propia UE, que en el pasado apoyó a Arafat, han fruncido el ceño en dirección a Israel desde el triunfo de Hamas.
– No se ha producido ningún ataque terrorista importante contra Israel en los meses y días previos a estas elecciones capaz de inclinar el voto hacia la derecha.
– No hubieron actos de violencia organizada palestina contra las fronteras israelíes.
– Jordania y Egipto, países con tratados de paz firmados con Israel, han apremiado tranquila y serenamente a los palestinos a alcanzar posturas de compromiso y acuerdo.
– Unicamente un líder carismático ha instado al pánico para ganarse la atención del electorado, el ex Primer Ministro Benyamin Netanyahu, y su partido Likud ha sido derrotado completamente.
– Otros líderes se han retirado de la escena, no han optado o han modificado sus preferencias políticas.
– En estos comicios han aparecido nuevas figuras, profesores, catedráticos, periodistas y tecnócratas con vistas a suplir tanto a políticos viejos y gastados, como a otros menos experimentados o con antecedentes de corrupción.

Israel quiere ceder territorios cuyo costo de mantenimiento le resulta excesivamente caro y prejudicial para así destinar las sumas invertidas anteriormente en los asentamientos a solucionar una larga lista de problemas socioeconómicos.
Normalmente, tras unas elecciones en Israel se genera una viva e intensa rivalidad entre los líderes de los partidos responsables respectivamente de las carteras de Defensa y Relaciones Exteriores; en esta ocasión la rivalidad se planteará acerca de que partidos asumirán las carteras de Interior, Economía, Vivienda, Salud Pública y Seguridad Social.
Los problemas de Olmert no se centrarán en la formación de la coalición, sino de tratar de encontrar recursos para financiar tanto los costos derivados de la retirada de los territorios como los necesarios para atender las necesidades socioeconómicas del pago de pensiones, el subsidio de medicamentos, la mejora educativa, el aumento del salario mínimo, la ampliación de la red de transporte público y la protección del medio ambiente.
El debate en Israel se centrará en la cuestión de si el gasto, excluido el de Defensa, deberá asignarse a aliviar el problema de la pobreza o la ayuda a 65.000 o más colonos en Judea y Samaria.

Olmert intentará formar una coalición representativa de una amplia mayoría parlamentaria. A la hora de los acuerdos con vista a una coalición se consignarán debidamente criterios coincidentes y promesas destinadas a expresar el compromiso incondicional sobre prioridades específicas.
Cabe destacar que en las próximas semanas y meses se prescindirá de líderes políticos que han obtenido bajos resultados electorales. Inevitablemente, muchos partidos pequeños que confían en los fondos oficiales para financiar sus necesidades socioeducativas se unirán en un principio a la coalición, pero más adelante, cuando suene la hora de la retirada efectiva de los territorios, la abandonarán, aún cuando este gesto no pondrá en peligro la retirada unilateral.

En lo que a política exterior se refiere, Israel no se verá presionado a negociar con Hamas. Con el próximo ciclo electoral en Estados Unidos -al Congreso en el 2006 y a la presidencia en el 2008- no es probable que la Casa Blanca vaya a entrometerse, ahora, en el trazado de fronteras con vista a la retirada israelí. De modo similar, y pensando que la Unión Europea, que bastante tiene con las cuestiones candentes sobre la mesa en los terrenos de la economía, la inmigración y la integración de nuevos miembros, además de tener el otro ojo puesto en Irán, Irak y el suministro de petróleo, resulta altamente improbable que se dedique a hacer incursiones determinantes en las negociaciones palestino-israelíes.
En este momento de su historia, los israelíes han elegido consolidar su fuerza y su vigor; han elegido actuar unilateralmente. Sharón dejó a los israelíes un legado envidiable. En comparación, Arafat dejó a los palestinos a Hamas y su fundamentalismo.
El tiempo dirá si el Israel de Levy Eshkol, aquel «Sansón pobrecito», accederá a administrar positivamente los límites de su fuerza y la cordura en las negociaciones.