De Woodstock a la toma del Capitolio

Organizar un festival de rock con la consigna pacifista de “Música, amor y paz” hoy en día es una utopía inviable. Un nuevo Woodstok es totalmente imposible. Lo que sí es altamente posible es que se repitan incidentes como el de la reciente toma del Capitolio. Las condiciones para ello están dadas gracias al avance de un pensamiento reaccionario de expresión virulenta, no solamente en Estados Unidos sino prácticamente a nivel global, ideas que encontraron tierra fértil en el resentimiento que producen las mismas políticas que ellas imponen.
Por Pablo Gorodneff *

Otra vez en el cine Ritz de Belgrano. Escondida en el trasnoche proyectan “Woodstok”. La gente circula de manera desordenada, conversa, se para, fuma, grita y aplaude al final de cada canción. Si en aquella época alguien nos hubiera preguntado cómo queríamos vivir, habríamos señalado la pantalla. Para los que asistíamos al cine Ritz a ver Woodstock, aquel era el mundo deseado, porque Estados Unidos era los hippies, era el rock y el amor libre. Era Vietnam, pero también los que se oponían a Vietnam. El festival fue organizado por cuatro amigos judíos, Michel Lang, Artie Kornfeld, Joel Rosenman y John P. Robert, y los dueños de la granja donde se desarrolló el concierto, Max y Miriam Yasgur, también lo eran.

La película completa duraba casi tres horas y recién sobre el final aparece Jimmy Hendrix, la estrella del festival, quien para el momento de subir a escena llevaba tres días sin dormir. Empezó a tocar a las 8 de la mañana, la guitarra era parte de su yo y era su cuerpo mismo el que vibraba. En el medio del set comenzó a ejecutar “A Star Spangled Banner”, el himno norteamericano. El hombre negro vestido como un chamán hacia suyo el espíritu de los padres fundadores: la melodía estaba ahí, reconocible, pero distorsionada, de los dedos a los pedales y de ahí a las cuerdas estiradas al infinito. Si Hendrix podía tocar el himno entonces todo era posible. Muchos críticos citan aquel momento como un punto culminante dentro de la cultura estadounidense y su biógrafo, Charles R. Cross, concluyó: “El momento más electrizante de Woodstock y, seguramente, el momento destacado más importante de la década de los años 60. Finalmente, se oía de qué iba la canción: de que puedes amar a tu país, pero detestar al Gobierno”.

Postales del mundo nuevo

Miro por televisión las imágenes de la toma del Capitolio por los seguidores de Trump. Rompen vidrios y se meten por las ventanas. Por los movimientos hay muchos que parecen haberse preparado toda la vida para el asalto: veo trepar paredes a una velocidad similar a la del Hombre Araña. Hay un detalle que mueve a la risa amarga: muchos van vestidos como los Village People, aquel producto comercial de los ‘80, o llevan sus galas de mercenarios para la ocasión, compradas en una de las tantas boutiques que venden armas y aparejos de guerra. No hay resistencia ni reacciones violentas de parte de las fuerzas de seguridad, incluso conversan de manera amable con los invasores. Lo supremacistas blancos habían hecho ya algunas apariciones públicas, pero esta es su verdadera presentación en sociedad. Los periodistas locales aíslan el fenómeno y siguen durante horas hablando de “un grupo”. Esto debería estar sucediendo en Venezuela y está sucediendo en el corazón de los Estados Unidos.

Al frente de los invasores hay un tipo con el torso desnudo y un sombrero de piel con cuernos, que se hace llamar Q Shaman , y en verdad es un actor llamado Jack Angeleli. Los medios donde busco su identidad no se ponen de acuerdo sobre el disfraz que lleva: puede ser un mohicano o un indio siux, y otro dice que se parece a Jamiroquai. Lo cierto es que es un supremacista blanco, que difunde una teoría conspirativa en que el planeta estaría manejado secretamente por una elite pedófila y dedicada al satanismo conformada entre otros por Barack Obama, Hillary Clinton y el Papa Francisco. Aun así, los dirigentes de las comunidades judías del mundo miden muy bien las palabras con que condenan el hecho: ya se sabe que el expresidente ha sido un muy buen amigo, sino de Israel, del primer ministro Netanyahu.

‘Qanon Shaman’ el líder pro-Trump que lideró la toma al Capitolio en Washington

Hay una imagen que se repite: un tipo, por lo visto bien alimentado a “bacon and eggs”, lleva en su remera la inscripción “Auschwitz” y debajo “Works brings freedom” (El trabajo los hará libres).

Finalmente, Trump les pide a sus seguidores que se retiren en paz a sus casas. En ningún momento acepta el triunfo de Biden, pero sus propios correligionarios republicanos lo obligan a irse a casa. Aun en la derrota su propuesta xenófoba, misógina y supremacista había sido votada por 74.000.000 millones de norteamericanos.

Un remedio para todos los males de este mundo

Es muy difícil que un evento como Woodstock vuelva a vivirse. Sería necesaria una repetición en tiempo real donde logremos suspender la incredulidad y recuperar la ingenuidad. Ya no se lo podría publicitar como un “festival de música, amor y paz” sino como un “mega evento que jamás viste, una experiencia interactiva que nunca más olvidarás”.

En tanto, es muy posible que acontecimientos como el de la toma del Capitolio sí se repitan, porque las condiciones están dadas, porque las derechas en el mundo han encontrado tierra fértil en el resentimiento que sus mismas políticas producen. No hace falta ir demasiado lejos: aquello que “iba a llegar”, ya llegó. Es probable que este espectáculo lamentable en Washington no cause horror; más bien, sea una señal de que todo es posible.

Asalto al Capitolio en Washington

En la Argentina, la cultura instaurada por el Nunca más ha resultado efectiva, y la mayoría de los argentinos no han acompañado en la acción a este tipo de propuesta extrema. No hay un Trump o un Bolsonaro con posibilidades ciertas de ganar una elección, no hay un partido político como Vox o el Frente Nacional francés, y aún sectores del centro o la centroderecha hacen suya la conmemoración del 24 de marzo. Pero durante la pandemia pudimos ver las señales de lo que puede venir si no estamos atentos: los discursos en contra de la ciencia, el “peligro soviético”, la vacuna como veneno, las bolsas mortuorias con nombres de adversarios políticos, la frase “que se mueran los que se tengan que morir”, el triángulo Soros-judíos-covid, y otras obscenidades por el estilo. Es verdad: aún son pocos. Pero ahí está la historia para aguijonearnos, para mantenernos alertas, para decirnos: “Esto ya pasó”.

En su libro “Las nuevas caras de la derecha”, Enzo Traverso propone un “populismo de izquierda” para hacer frente a esta avanzada: “Un populismo que defendiera el bien común contra los privilegios de una elite voraz que ha remodelado el mundo a su imagen; un populismo capaz de defender las culturas nacionales para integrarlas al mundo en lugar de levantar muros”.

* Diplomado en Organizaciones de la Sociedad Civil (Flacso)