Más que un caso de corrupción

Israel reanudó hoy un capítulo mas de su historia política. Netanyahu, primer ministro desde 2009, volvió a sentarse en el banquillo de los acusados en un juicio por corrupción en el que su libertad no es lo único en juego. Pasamos cuatro elecciones generales, ataques con misiles de Hamás, una pandemia y, finalmente, tras un sin fin de idas y vueltas sobre cuándo, quiénes y cómo, el juicio contra Netanyahu se reinició este lunes en los tribunales de Jerusalén.
Por Alberto Mazor

Bibi llega disminuido tras no conseguir la mayoría suficiente para formar un nuevo ejecutivo, previa autorización del Tribunal Supremo, que optó por no impedirle ejercer su cargo a pesar de estar acusado de fraude, soborno y abuso de confianza en tres casos distintos de corrupción.

Desde antes incluso de que se formalizara la acusación en su contra, Netanyahu lideró, desde su gobierno, una campaña de desprestigio de la Justicia, denunciando una persecución política en su contra e incluso catalogándola como una intentona golpista.

Estos ataques pusieron en la mira tanto a las instituciones en su conjunto como a individuos específicos, como el jefe de la Policía o el fiscal general del Estado, que denunció amenazas anónimas contra él y sus hijos.

Bibi convirtió esto en un voto de confianza en la Justicia, por eso lo que está en juego, además de su libertad, es el estado de derecho y la confianza de la población en el poder judicial.

Se trata de una guerra total, el hecho de que Netanyahu esté comandando una cruzada contra la Justicia es muy serio y puede llevar, tarde o temprano, a una fuerte erosión de la confianza del público no solo en la ley sino en el gobierno.

Debido a esto, hay una incompatibilidad básica entre el estatus de Bibi como primer ministro, responsable de incontables decisiones sobre la vida pública israelí, y su estatus como el acusado de un crimen que lucha agresivamente para debilitar a las instituciones que lo acusan.

Los casos en contra del líder del Likud son tres y son popularmente conocidos como casos 1000, 2000 y 4000.

En el primero es sospechoso de aceptar caros regalos de dos millonarios para él y su familia, por valor de hasta un millón de shékels a cambio de favores. El segundo examina un intento de pacto con el editor del popular diario Yediot Aharonot, para lograr una cobertura más positiva sobre él a cambio de dañar la distribución del diario rival, el gratuito y oficialista Israel Hayom. En el caso 4000 o caso Bezeq, el más grave de todos, se le imputa haber hecho favores al gigante de telefonía israelí Bezeq a cambio de cobertura favorable sobre él y su familia en el popular digital de noticias Walla, ambos controlados por el mismo empresario, Shaul Elovitch.

El caso contra Netanyahu es muy sólido, con muchas evidencias y muchos testigos y aunque todo está abierto, los expertos se animan a predecir que se le va a condenar en la mayoría de los cargos.

Con respecto a la duración del juicio, creen que, mientras que la Fiscalía intentará acelerar el proceso todo lo posible, la decisión de Netanyahu de intentar prolongar la vista es una cuestión de estrategia. Por un lado, estirar el juicio le puede servir, pero, por otro, escuchar a todos los testigos es exponer al público israelí a relatos sobre su corrupción, datos de los regalos que recibió y otros detalles que pueden dañar mucho su imagen.

Entre los tribunales y la casa del Presidente

El juicio se retomó poco antes de que el presidente Reuvén Rivlin inicie las consultas con los partidos políticos tras los comicios . Los primeros en presentarse ante Rivlin fueron diputados del Likuk, quienes hicieron omiso de lo que ocurría en la Corte, y volvieron a recomendar a Netanyahu.

Netanyahu estuvo presente durante el discurso de apertura de la fiscal, Liat Ben-Ari, y abandonó la sala cuando comenzaron las declaraciones de los testigos. De ser declarado culpable, Bibi podría ser condenado a varios años de cárcel. Ben-Ari acusó a Bibi de utilizar su poder político para recibir favores y garantizar la continuación de su gobierno.

El primer testigo en declarar fue Ilán Yeshua, ex director ejecutivo de Walla, que testificó sobre la presión que recibió para dar una cobertura favorable a Netanyahu. La mayoría de los requerimientos eran moderar o eliminar contenidos que perjudicaran a Netanyahu y su familia, y publicar artículos contra sus oponentes políticos, incluido Naftali Benet, dijo Yeshua ante el tribunal. Yeshua está conectado con el caso 4.000,. El ex directivo de Walla aseguró que las peticiones comenzaron en vistas a las elecciones de 2013, y que llegaban informaciones desde la oficina de Netanyahu a través de Elovitch que está también acusado, además de su mujer. Según Yeshua las solicitudes sobre Netanyahu eran mucho más frecuentes en comparación con la de otros políticos.

La Policía acordonó las inmediaciones de la corte, en el este de Jerusalén, donde decenas de manifestantes se congregaron con banderas israelíes y pidieron la dimisión de Bibi. Israel vive un periodo político sin precedentes, tras unas cuartas elecciones en menos de dos años con un jefe de gobierno procesado.