Encuentro vía zoom

A 29 años del ataque terrorista contra la Embajada de Israel

En un nuevo aniversario del atentado a la Embajada de Israel, Tzavta y el periódico Nueva Sion llevaron a cabo una actividad relacionada con el ataque perpetrado el 17 de marzo de 1992. Del encuentro participaron la sobreviviente Lea Kovensky, junto a Leandro Rodrigues y Ezequiel Cacciato, familiares de víctimas fatales del atentado.
Por Darío Brenman

La actividad y las entrevistas estuvieron coordinadas por Enrique Grinberg, quien al comienzo pidió “Un minuto de silencio cuando leíamos sus nombres, silencio después de la bomba, silencio en los hogares por su ausencia, silencio de los heridos por sus dolores, silencio de los sobrevivientes, silencio por parte de la justicia en poder saber en poder saber Justicia y Verdad. A 29 años del atentado a la Embajada de Israel, hoy estamos aquí congregados para no solamente conmemorar y hacer un ejercicio de memoria sino para seguir declamando justicia que es tan necesaria”.
La primera pregunta a los tres participantes fue cuál es su vínculo con el atentado.
“Para mí, el atentado en principio fue mi primer contacto con la muerte –explicó Lea Kovensky-, con la posibilidad de salir un día de mi casa y no volver, eso fue como un primer registro. El segundo es la posibilidad de que alguien decida que vos no vas a vivir más, no porque te enfermes, porque hayas tomado malas decisiones sino porque alguien decidió que no tenías derecho a vivir”.
Kovensky era secretaria del agregado militar, y su oficina estaba justo en la esquina de Arroyo y Suipacha en planta baja. “En ese momento yo estaba en el hall central y toda esa parte del edificio un poco fue la que no se desmoronó”, comentó.
Por su parte, Leandro Rodrigues, nieto de la víctima Francisco Mandaradoni, comentó: “Mi abuelo llegó a estar en la Embajada porque había sido contratado dentro de todo el equipo de trabajo que estaban a cargo de la remodelación del lugar. En ese momento se hicieron reformas para poder adecuarlas mejor al uso diplomático, porque era una casona muy antigua. Esa mañana tenía que haber terminado con sus tareas de plomería, se retrasó porque no encontraba un caño y en ese momento fue la explosión. La bomba fue un martes 17 y lo encontraron recién el viernes de esa semana bajo siete metros de escombros. Lo encontró mi tío que aprovechando que era scout se integró a participar de las tareas de rescate que estaban haciendo en el lugar”.
Por su parte, Ezequiel Cacciato dijo: “Nosotros nos enteramos muchos días después que papá había estado en la Embajada, lo supimos por un primo que lo saludó antes y le dijo que se iba a llevar a una pasajera hacia la calle Arroyo. Mi familia estuvo buscando por los hospitales, nadie sabía dónde había ido, ni dónde estaba, y cuando llegó la noticia de que había fallecido en el atentado fue un bombazo para toda la familia de una manera tremenda. De hecho, mis abuelos paternos murieron muy jóvenes, como consecuencia de la tristeza de atravesar ese momento y tratar de sobreponerse. Mi mamá quedó sola con cuatro chicos, y hubo que salir adelante como se pudo. Solamente Dios nos dio la fuerza y mucha gente también que nos acompañó. Recuerdo que en mi niñez había personas que tocaba la puerta de mi casa y nos daba paquetes de harina, fideos o ropa, era la solidaridad de la gente que sabía nuestra historia, y que se acercó a dar una mano”.

La segunda pregunta formulada fue acerca de qué es para ellos Memoria y Justicia en relación a este atentado.
Leandro Rodrigues explicaba: “Nosotros hoy estamos ejerciendo la memoria, pero nos falta la justicia que tiene que ver con saber específicamente cuáles fueron los desencadenantes del atentado. Hoy tenemos sospechas, indicios, algunos podemos adherir a una idea u otra en función de la información que tenemos acceso, pero necesitamos a la justicia para saber qué fue lo que pasó y poder estar atentos a esos elementos para que en el futuro no vuelva a pasar”.
Sobre el mismo tema, Ezequiel Cacciato añadió: “Como sociedad nos falta tanto la memoria como la justicia para saber quiénes, cómo y cuándo hicieron esto, no solamente la persona que lo hizo sino las conexiones locales que permitieron que esto se pueda hacer, porque una persona sola no lo hace. Justicia en nuestro país es una palabra que sinceramente muchas veces a mí me da tristeza, prefiero creer en la justicia divina como dice el salmo que está plasmado en la plaza de la Embajada. Viene de arriba, viene de Dios y esa justicia divina siempre llega tarde o temprano. Y la memoria me parece que es un punto muy importante que nosotros estamos ejerciendo, porque hay una sociedad argentina que le sigue dando la espalda al atentado. Hay lo que llamaría un tipo de olvido histórico, es como que fue un hecho que ocurrió, se tapó y se olvidó. Y eso es lo que nosotros no podemos permitir. Por eso es necesario el ejercicio de la memoria individual y colectiva para que estos hechos no se vuelvan a repetir”.

Lea Kovensky

Al respecto, Lea Kovensky dijo: “La memoria es un valor fundamental, es parte de la esencia del ser judío, la memoria siempre tuvo un valor de poder saber qué es lo que paso para saber a qué tengo que estar atenta, y qué es lo que no tengo que repetir, qué es lo que tengo que aprender de esto que me pasó para que el futuro sea diferente. Y en gran medida, el hacer memoria sobre lo que pasó con el atentado tiene que ver con esto. En mi caso personal, esta historia teniéndola presente me fue marcando una dirección de vida y me fue enseñando de a poco a incorporar una conducta diferente a la que tenía y una mirada diferente sobre el mundo y sobre los demás”.
Respecto a la justicia, la misma repara y sana, permite cerrar etapas, y lo que nos pasa a nosotros como sobrevivientes y familiares es que en la medida en que la justicia no haga su parte nosotros no podemos cerrar esa parte que le corresponde a ella. Yo puedo trabajar sobre mi vida, mis contenidos, puedo hacer cosas en el mundo que vayan en una dirección diferente, que tengan un sentido diferente al que yo venía teniendo hasta el momento del atentado, y eso depende de mí, pero la reparación social depende de la justicia. En la medida que eso no está, no solamente es un herida que no pueda cerrar yo, sino que además no puede cerrar la sociedad”.

Otra pregunta que surgió es acerca de las conversaciones que tienen cuando hablan con sus familiares sobre el atentado a la Embajada.
“Lo primero que me preguntaron es si mi papá era judío –comentó Ezequiel Cacciato-. A lo que le respondíamos que solo era un taxista que circulaba por la calle Arroyo llevando una pasajera. Siempre se asoció el atentado a la Embajada de Israel con un atentado contra el pueblo judío, y no contra todos los argentinos y contra la humanidad. Muchas veces nos envían mensajes para la fecha de AMIA. Los recibimos igual porque sabemos que el apoyo está”.
“Lo que descubrí es que la gente tiene miedo de preguntar –compartió Lea Kovensky. En mi caso, yo sigo trabajando en la Embajada, la gente, los compañeros que se fueron sumando en general no preguntan porque según ellos tienen miedo de lastimarme. Fuera del núcleo de gente muy cercana, yo no suelo presentarme como sobreviviente del atentado, no me identifico desde ahí en la vida cotidiana, se enteran de casualidad si en alguna charla sale, y entonces comento”.

Impactos del atentado
Otros de los temas planteados durante la actividad fue la confusión entre la Embajada y la AMIA. “Un día, organizando el acto por la Embajada, había un taxista parado, que me mira y me dice ‘Qué terrible esto del atentado a la AMIA’. Eso también es parte de la realidad, esa cosa de que no existe en la memoria en la mayoría de la gente, salvo por ahí en lugares comunitarios o la gente que está muy allegada al tema. La Embajada no existe como tema y eso también es parte de la realidad”, afirmó Kovensky.
Por su parte, Leandro Rodrigues dijo: “El factor común con lo que decía Lea y Eze está en la cuestión de que cuando uno hace mención al hecho, lo confunden con la AMIA. Me parece importante que se marque la diferencia, que nos detengamos y reiteremos. Una cosa fue el atentado a la Embajada de Israel, que fue el 17 de marzo de 1992, y otra cosa es AMIA, que fue el 18 de julio de 1994. Ahora, ¿por qué es importante mencionar esta separación? Simplemente porque no es lo mismo que haya habido un solo atentado a que hay habido dos, bajo un mismo gobierno, en un plazo de dos años. Creo que esto constituye una de las bases de este ejercicio de la memoria y de la justicia”.
“En segunda instancia, muchas veces me preguntan si mi abuelo era judío. Te dicen: ‘Si sos Rodrigues con s, no es portugués’. Esta confusión se vuelve muy difícil tratar de combatir, porque hay varias capas de cuestiones culturales que habría que tratar de erradicar. Primero, no segmentar a las personas por su religión, cualquier sea su característica como individuo. No importa si mi abuelo era judío, católico, era una persona. Punto. El resto tiene que ver con su ámbito privado que no hace a la cuestión. Y segundo, esto que te pregunten si tu abuelo era judío tiene implícita una idea de que ‘les pasó a otros, a mí no me pasó, yo soy totalmente ajeno a esa situación’”.
Luego, Rodrigues agregó: “Cuando surge esa cuestión, yo digo: ‘La bomba explotó en una calle de Argentina, no en Israel. El ataque fue en este país, fueron más los muertos que no pertenecían a la Embajada de los que pertenecían’. Cuando uno empieza a revisar la lista de los fallecidos y de los sobrevivientes hay un abanico tan grande de orígenes y de circunstancias que se vuelve totalmente insostenible cualquier tipo de concepto que busque separar, que busque desligarse de la responsabilidad cívica que uno tiene frente al hecho, porque creo que esta cuestión de la memoria y la justicia debería tener un carácter colectivo que nos incluya a todos, no solamente a los mismos de siempre que somos los familiares de los sobrevivientes o los cercanos que por algún motivo están metidos en el tema”.

Otras de las preguntas, y esta orientada a Lea Kovensky, fue qué significaba para ella Arroyo 910.
“Arroyo 910 era nuestra casa. Esa dirección había sido de una familia y después durante muchos años albergó a los embajadores, así que nuestras oficinas habían sido habitaciones y la cocina había sido la de la familia, y estaba la escalera de servicio y la principal. Nosotros nos movíamos como una familia, nos peleábamos y amigábamos, ayudábamos a las madres a hacer los trabajos prácticos de sus hijos adolescentes en nuestras entrañables máquinas de escribir. Íbamos a los casamientos, nacimientos, a los bar or bat Mitzvá… Todos éramos parte de todos. No de casualidad, con el grupo que inicialmente sobrevivimos y los que después se fueron curando y sobrevivieron, volvimos a trabajar y a construir la nueva Embajada, seguimos en contacto hoy en día con la misma intensidad que lo hacíamos entonces. Y esa conexión, ese lazo que tenemos entre nosotros, nunca más se generó con compañeros nuevos, con los cuales tenemos otro tipo de relación”.

Leandro Rodrigues

La pregunta posterior fue para Leandro Rodrigues y tenía que ver con el impacto que tiene para él a nivel personal el tema del atentado y qué proyecto o sueño le gustaría poder realizar vinculado con el mismo.
“Yo siempre digo que el atentado atravesó por completo la vida, y uno queda marcado y termina cayendo, quizás para un tercero que lo ve desde afuera, hasta en una actitud de paranoia que parece difícil de entender pero se entiende cuando uno lo atraviesa. Cuando fue el atentado a las Torres Gemelas hubo un momento en que se decía que había aviones secuestrados en todas partes del mundo y que podían esperarse ataques en cualquier rincón del mundo. Dio la casualidad que el 11 de septiembre, Día del Maestro, estaba en sexto grado y nos juntamos con todo el grupo de la primaria a comer una pizza en el barrio, y fuimos a una plaza donde justamente se estaba construyendo un edificio bastante alto para lo que eran los estándares del barrio, y en paralelo mi viejo estaba viajando en avión al interior por trabajo. Y hubo caos familiar porque yo estaba cerca de un edificio y cabía la posibilidad que un avión se estrellara contra él. Y a la vez, mi viejo podía ser víctima de un secuestro en el avión. Esto planteado hoy parece un delirio, un mal cuento de una página trucha de Internet, pero el momento de transitarlo fue durísimo”, narró Rodrigues.

Luego, comentó: “Y después, la otra cosa que se le sumó fue que en 2017 tuve la oportunidad de viajar a Europa y conocer varios países, y en ese momento estaba muy en auge todo lo que eran los ataques terroristas que se atribuían al Isis, obviamente toda la previa al viaje fue un montón de preguntas, si valía la pena hacerlo y corres riesgos. Pero si permitía que el miedo me paralizara no llegaba a ningún lado. Finalmente viajé, y me pasó puntualmente en Londres que estaba enviando un audio de WhatsApp y comenzaron a sonar sirenas de fondo y una caravana de ambulancias, y tuve que automáticamente frenar ese mensaje y esperar a ver qué pasaba por las dudas de que ese audio les hiciere pensar que había un acto terrorista cerca. Aun con el absurdo que implicaba que yo estuviese enviando un audio tranquilo cuando estaba el hecho consumado, pero no importa: cuando uno atravesó un atentado, pasa eso”.
“Y después, me pasó cuando estuve en Barcelona 15 días antes del ataque que hubo en esa ciudad. Me acuerdo estar caminando por la rambla, mirar el lugar y decir si a alguien se le cruza la idea de poner un auto y subirlo a la vereda hace un desastre. No sé por qué lo pensé, si es casualidad o forma parte de ver las cosas que uno termina estando involucrado en algo así. Por suerte, no pasó nada. Pero a los 15 días de volver fue el ataque terrorista de Barcelona en la rambla y no pude dejar de sentirme sobreviviente por más que hubiese pasado dos semanas. Creo que lo que me pasa es la mal llamada paranoia, y esos miedos que a uno le queda en el transitar de la vida, y obviamente la absoluta inseguridad de haber perdido un familiar en un hecho así, y que a lo largo de 29 años estemos como el día cero”.
Tras comentar sus experiencias relacionadas con su viaje a Europa, Rodrigues acotó: “No tenemos ninguna garantía los familiares y los sobrevivientes de que el día de mañana no vuelva a pasar, eso es lo más grave y lo que más carcome tu interior. Yo sueño con el día de que estas reuniones no hagan falta, porque si la estamos haciendo más allá de la memoria es porque necesitamos la justicia. Sueño con el día de que la justicia exista y que estas reuniones seguramente van a seguir existiendo pero van a tener otro calibre”.

Ezequiel Cacciato

Por su parte, Ezequiel Cacciato comentó: ”Soy maestro, y la elección de mi carrera fue más que nada porque, al estar atravesado por el atentado, sentía la necesidad de poder hacer algo desde otro lugar, dado que no soy abogado, no estoy en la justicia como para poder gestionar un cambio desde esa área. Hace un par de años con un grupo de trabajo en la escuela 97 de La Matanza, en Villa Celina, me dieron la oportunidad de poder hacer un taller sobre el atentado. En ese evento lo complejo fue explicarles a los chicos qué era un atentado, porque como es un tema del que no se habla en sociedad está tapado u olvidado. Me quedó grabada una anécdota de una nena que me dijo que el atentado es como una ola grande que se lleva todo, que destruye todo a su paso”. Y agregó: “Creo que hoy, el cambio, más allá de exigir la justicia, es que necesitamos también la educación. Hemos estado con Lea en el Ministerio de Educación de CABA y todavía no hemos podido lograr que a nivel nacional se incorpore en la currícula todo esto, para que se pueda enseñar. Creo que la educación es la única herramienta que nos va a poder permitir seguir trabajando en la memoria, para que las próximas generaciones sepan lo que ocurrió el 17 de marzo en el atentado a la Embajada de Israel, y que también sepan lo que ocurrió en AMIA, porque lamentablemente tampoco lo de AMIA se trabaja y lo hablo desde mi posición de docente, veo pocas aulas donde se trabaja el tema.

Por último, en el cierre de la actividad, Ezequiel Cacciato dijo: “El cierre del mensaje es de esperanza, sabemos que todas las cosas que ocurren en la vida ocurren con un propósito aunque muchas veces no lo entendamos, pero tenemos que seguir adelante porque la vida continua y nos desafía a seguir haciendo cosas, a seguir intentándolo, a practicar la justicia y practicar la memoria desde el lugar en que cada uno está. Esto hay que trasmitirlo de generación en generación, contarle lo que pasó a nuestros hijos, a nuestros amigos, como una forma de hacer memoria y de que esto no se olvide, y seguir insistiendo para que realmente algún ministro de educación pueda incorporar esta temática a la curricula, que se pueda trabajar con los chicos de todo el país para que sepan realmente lo que sucedió y podamos construir una Argentina mejor, un mundo mejor para que todos, que podamos estar en un mundo más seguro”.
Por su parte, Lea Kovensky señaló que: “La vida te da pero también te quita, el atentado me sacó, pero me dio la posibilidad de conocer una familia maravillosa que tengo ahora con Ezequiel y Leandro, y tantas personas que son el motor que me permiten continuar y seguir adelante. El atentado nos hirió el alma pero no nos cerró el corazón. No somos un grupo que busca revancha, ni que está lleno de odio, ni de sed de venganza. Somos gente buena que sufrimos una gran pérdida y que queremos reparación. Para mí eso es impagable, y ver como cada uno de nosotros a su modo pudo volver a construir con fuerza, con energía, con fe en el futuro, es una gran bendición. Mucha gente nos acompañó en esto, y gracias a Dios hemos continuado, y para eso es impagable el hecho de que estemos acá hablando de esto.
Finalmente, Leandro Rodrigues dijo: “Me pierdo en los recuerdos de lo que significaba armar los actos de juventud en aquel entonces, lo loco que era encontrar un espacio de tanto disfrute alrededor de algo tan feo, la libertad con la que hemos trabajado, la creatividad que hemos podido aplicar, las locuras que se han hecho, porque hay cosas que uno las rememora y rozan la locura. Fue muy hermoso”.