Acuerdo para la salida británica de la Unión Europea

Brexit: Game over!

Tras un largo proceso de negociación, el primer día de 2021 el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte se irá definitivamente de la Unión Europea. Entre otras cuestiones, esta separación supone la pérdida de los derechos de residencia de los británicos en los países miembros de la UE, al mismo tiempo que genera preocupación en la comunidad judía por la ideología xenófoba en la que abrevan algunos grupos simpatizantes del Brexit.
Por Roberto Frankenthal

En estos últimos días de 2020, en todas las capitales europeas y pese al receso navideño las burocracias estatales están revisando las más de 1.000 páginas del acuerdo de última hora al que llegaron la Comisión Europea (en el nombre de la UE) y el gobierno del Reino Unido. Pero hay uno de los puntos que ya estaban claros antes de este acuerdo: los súbditos de la Corona británica perderán sus derechos de residencia, trabajo y/o de ciudadanía que recibían hasta ahora automáticamente cuando se trasladaban a otro país de la UE. Esto ha provocado inquietud tanto en los británicos actualmente residentes en la UE como en una minoría religiosa residente en el Reino Unido: los judíos de Gran Bretaña.
El 23 de junio de 2016 una mayoría de los votantes británicos decidió en un referéndum abandonar la UE. La campaña electoral que llevó a este referéndum estuvo teñida de expresiones xenófobas por parte de los simpatizantes del Brexit. Al conocerse el resultado, un grupo dentro de la comunidad judía de Gran Bretaña (aproximadamente 300.000 personas) comenzó a revisar sus viejos documentos familiares: son los descendientes de unos 50.000 a 60.000 judíos de origen alemán o austríaco que encontraron refugio allí huyendo de la persecución nazi.
La llegada de estos refugiados en los años ‘30 del siglo pasado no siempre fue fácil. Así como el Mandato Británico restringía el ingreso de judíos a Israel, también lo hacía en el territorio del Reino Unido. A partir del 1938, el gobierno británico solicitaba visas a los provenientes de Alemania y Austria, y al comenzar la Segunda Guerra Mundial prohibió directamente su ingreso a Gran Bretaña. Hubo eso sí una gran e importante excepción: el 10.11.1938 (el día posterior a pogromo organizado por el nazismo conocido bajo el nombre de «Kristallnacht») accedieron a permitir el ingreso de niños y jóvenes menores de edad de origen judío-alemán o judío-austríaco. En el transcurso de los siguientes meses, estos «Kindertransporte» sirvieron para salvar la vida de unos 10.000 menores de edad. En el Reino Unido fueron albergados en familias de acogida o centros comunitarios. Estos menores llegaban a un país que hasta último momento intentó negociar un nuevo orden europeo con el gobierno de Hitler. Una buena parte de la elite británica de aquellos tiempos simpatizaba con el nazismo, por su contenido anticomunista. Miembro destacado de esa tendencia era el malogrado rey Eduardo VIII, quien supuestamente abdicó al trono por su relación con una divorciada norteamericana, Wallis Simpson; pero en realidad fue obligado a la abdicación porque expresaba su abierta simpatía con el fascismo alemán de esa época.
Tantas eran las sospechas que estos refugiados del nazismo producían en las elites británicas, que cuando en 1940 la Alemania nazi había ocupado casi toda Europa y se aprestaba a invadir las islas británicas, aproximadamente 7.000 refugiados alemanes/austríacos fueron deportados a Australia y Canadá, donde permanecieron durante la guerra en campos de aislamiento.
Tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los refugiados decidió permanecer en el Reino Unido. Traumatizados por su historia, muchos de ellos cortaron de raíz sus vínculos culturales o emocionales con sus países de origen. Todo esto continuó hasta la llegada del referéndum por el Brexit en 2016. Tanto los conservadores como los nacionalistas del United Kingdom Independence Party (UKIP), utilizaron un lenguaje francamente xenófobo para promover la salida de la UE. Del otro lado, el Partido Laborista estaba dividido entre los pro y antieuropeos, liderado por Jeremy Corbin, un dirigente con un postura ambivalente, como mínimo, sobre el antisionismo y el antisemitismo. Esta conjunción de factores llevó a que, tras los resultados del referéndum, muchos judíos británicos de origen alemán y sus descendientes, reconsideren su postura sobre su vínculo con Alemania.
La ley fundamental alemana dice expresamente en su artículo 116-2: «Aquellas personas y sus descendientes, que entre el 30.01.1933 y 08.05.1945 hayan perdido la ciudadanía alemana, debido a razones políticas, raciales o religiosas, tienen derecho a que se le restituya la misma, si lo solicitan formalmente». Este principio constitucional claro posteriormente fue relativizado por leyes que determinaban que solo los descendientes de padres alemanes poseían los mismos derechos (así fue para los nacidos entre 1933 y 1963). Recién en 1975 se garantizó el mismo derecho a los descendientes por madres alemanas.
Lo cierto es que entre 2016 y 2019, más de 3.500 judíos británicos han solicitado el acceso a la ciudadanía alemana, como una manera de poder ingresar y residir en la UE tras el Brexit. Muchas veces los pedidos fueron rechazados en primer instancia por las burocráticas autoridades alemanas, pero cuando la cantidad de solicitudes se hizo pública, el gobierno federal alemán dio instrucciones a la oficina encargada del trámite (la Oficina Federal Administrativa, Bundesverwaltungamt) de responder positivamente a las solicitudes. Según fuentes de la BBC de Londres, entre 2016 y 2020 la embajada alemana en Londres entregó 7.500 pasaportes alemanes a judíos británicos de origen alemán y sus descendientes. No se sabe si están personas alguna vez abandonarán el Reino Unido, pero se han asegurado la documentación necesaria para establecerse en Europa.