La amenaza, de Abrasha Rotenberg. Obloshka ediciones, Bs. As 2020.

Ulises en las sierras

Una novela llena de atractivos que lleva al lector a un viaje apasionante, por la historia reciente de la Argentina y por las vicisitudes personales de un joven que sentimos cercano y conocido porque tiene algo de todos nosotros
Por Diana Sperling *

Al modo de un Demián vernáculo, el personaje de La amenaza atraviesa el duro trance de convertirse en adulto. Y como para todo protagonista de un auténtico Bildungsroman, la primera condición de ese proceso es irse, partir, dejar atrás lo conocido. Básicamente, su familia: esa de la que se avergüenza, a la que considera chata y tosca, carente de todos los brillos que su imaginación le promete y le hace desear, en un futuro a la medida de sus talentos. Como el Abraham bíblico -aunque muy distante en edad-, todo adolescente se considera llamado a protagonizar un destino más alto que el de su entorno inmediato. Él, Travin, ya desde el comienzo de la narración se presenta a sí mismo con un perfil épico: identificado con una figura de Moby Dick anuncia así que su vida tiene, o tendrá, carácter literario. La monótona existencia cotidiana, la banalidad de las preocupaciones de sus padres y la chatura de su hermana son el telón de fondo sobre el que se recorta su estatura excepcional. Él no pertenece a ese mundo pequeño, sus deseos lo llevan mucho más allá…
Cuando, en esas ansiadas vacaciones cordobesas, su hermana y su madre salen a merendar con los vecinos, Travin se queda en el hotel y se enfrasca en largas horas de lectura y reflexión. Devora todo libro que cae en sus manos: su experiencia pasa a través de la letra escrita, su aprendizaje se funda en las páginas de sus textos. ¡Si hasta para masturbarse busca guía en ellos! Lo de afuera es todo ruido, solo en la soledad del pensamiento -y de su cuerpo con urgencias nuevas- halla alguna satisfacción. Pero no solo los adultos: también sus pares -con preocupaciones y aspiraciones pueriles- son objeto de desprecio. ¿Con quién dialogar? ¿A quién admirar?
«Cuando un muchacho de 14 ó 15 años descubre que es más dado a la introspección y a la conciencia de sí mismo que la mayoría de los chicos de su misma edad, incurre fácilmente en el error de creer que ello se debe a que ha alcanzado una madurez superior a la de sus compañeros. Ciertamente cometí ese error. En realidad, aquella tendencia a la introspección se debía, en mi caso, a que yo tenía mayor necesidad que los demás de comprenderme a mí mismo. Ellos podían comportarse de acuerdo con su natural manera de ser, en tanto que yo debía interpretar un papel, lo cual exigía notable comprensión y estudio de mí mismo. En consecuencia, no se debía a la madurez, sino a mi sensación de incertidumbre, de incomodidad, que era la que me obligaba a tener pleno conocimiento de mí. Esa conciencia era un puente que me llevaba a la aberración, y, entonces mi manera de pensar tenía que limitarse a la incertidumbre, a la formulación de hipótesis».
Estas líneas de Mishima en su Confesiones de una máscara describen ajustadamente las vivencias del personaje de Rotenberg.

Metáfora de un proceso existencial
El bildungsroman, o novela de iniciación, tiene ilustres cultores en la historia de la literatura, desde Goethe hasta Salinger, pasando por Herman Hesse, Mark Twain, Stendhal y muchos otros nombres célebres. Género siempre actual y siempre renovado, porque sus relatos reflejan con inquietante precisión un proceso por el que todo humano pasa alguna vez. Aprendizaje de la vida, del amor, de la sexualidad, tránsito siempre riesgoso y lleno de amenazas… Tal como Abrasha testimonia, ya desde el título de su novela. Esas obras comparten numerosos rasgos con otros géneros: las novelas de viajes -road novels, road movies-, los mitos del héroe (cuyas etapas fueran tan bien descritas por Otto Rank y tomadas luego por Freud, que aplicó el esquema a su formulación de la novela familiar…), la picaresca, con sus Lazarillo de Tormes desafiantes y provocadores hacia un mundo en el que no encajan. Porque todo crecimiento es un viaje, y tal vez todo viaje es una metáfora de un proceso existencial. Lo que se cambia no es solo un lugar geográfico, un horizonte físico, sino también una condición subjetiva, un modo de ser y de estar en el mundo. Los textos antiguos son muestras evidentes de tal proceso.
No solo el patriarca bíblico parte de su tierra y de su familia para aventurarse en comarcas desconocidas -exteriores e interiores-; también Ulises se aleja de la casa de su infancia en busca de horizontes inéditos. El que vuelve ya no es el que partió: sus cicatrices dan cuenta de los azarosos desfiladeros que debió sortear.
Pero tan sublime género literario adquiere, en la pluma de Rotenberg, aspectos singulares. Respetando las consignas clásicas, las refresca y las recrea al punto de crear un nuevo modelo. Él mismo, el escritor, se diría personaje de un bildungsroman(1). No solo porque Travin es un probable alter ego del autor, sino porque éste sabe alejarse del terruño literario tradicional para abrir un horizonte novedoso. Su novela de iniciación es y no es lo que los manuales prescriben. Cual intrépido viajero, Abrasha se gana la herencia y, con las piezas conocidas, construye algo diferente. Su héroe es un Holden Caulfield(2) de las sierras cordobesas, un Werther(3) de Villa Crespo, un Jean Sorel de un país desorientado, tan confundido en relación a su destino y a su historia como este chico veleidoso y soberbio que no tiene idea de cómo vivir en el mundo real. Se cree «lo más», pero carece de los recursos elementales para afrontar los desafíos y salir airoso de los retos que la vida le plantea.
La astucia de Rotenberg es poner en paralelo al chico con la joven república: en ambos casos, la ideología resulta un corsé asfixiante y peligroso, y las fantasías de grandeza contrastan con la pequeñez de los actores. Hay delirio omnipotente en el discurso de los hombres con los que Travin entabla conversaciones, tanto como en sus propios sueños que rápidamente se convierten en pesadillas.

¿Cómo se construye un ideal?
Transcurre el año 1942: el nazismo todavía domina el mundo, y el comunismo -que parece ser su antídoto- al tiempo se revelará como la imagen en espejo de aquello que debía combatir. Lo siniestro -esa amenaza siempre acechante- hace su entrada ominosa en el corazón de la Modernidad.
La desmesura de Travin -eso que los griegos llamaron hybris- tendrá enormes costos, al punto de poner en peligro su vida misma. Como en los mitos, este héroe de pacotilla debe afrontar durísimas pruebas, ordalías de las que saldrá herido en su cuerpo y maltrecho en su orgullo. Ritos de pasaje que arrojan a lo inesperado e incomprensible. La adolescencia -como enseñan los antropólogos- es esa zona intermedia donde ya no se es niño pero todavía no se alcanza el rango de adulto; zona liminal, pura incertidumbre y desamparo pero también, momento de elecciones decisivas y trascendentes. De cómo se atraviese el umbral dependerá en gran medida el diseño del futuro. Bajarse de la megalomanía, atreverse a revisar y conmover las identificaciones, afrontar con honestidad las fallas y las carencias es la vía más fructífera pero, a la vez, la menos frecuente. La pregunta que resuena es: ¿cómo se construye un ideal? El muchacho es símbolo y epítome de esa nación descaminada. ¿Aprenderán algo, chico y nación, de tales experiencias traumáticas? La cuestión podría desembocar en una tragedia oscura y solemne, pero Rotenberg elude graciosamente el peligro. Porque tiene la inteligencia de dotar al relato de un rasgo peculiar: el humor. A pesar de lo dramático que impregna la realidad -individual y colectiva- retratada en el libro, el personaje (¿Rotenberg himself?) sabe reírse de sí mismo y de sus veleidades. Con tono cándido a veces, con amarga ironía otras, la mirada del autor es piadosa y tierna, sin obviar la severa y penetrante crítica a esos insensatos sueños de juventud.
Novela llena de atractivos que lleva al lector a un viaje apasionante, por la historia reciente de la Argentina y por las vicisitudes personales de un joven que sentimos cercano y conocido porque tiene algo de todos nosotros. En definitiva, un pequeño héroe -o antihéroe- humano, demasiado humano. Y una patria que es la nuestra, pero no termina nunca de madurar.

* Filósofa, escritora, docente. Su último libro: La difherencia, Miño y Dávila 2018.

1. Novela de formación o de aprendizaje, género literario que retrata la transición de la niñez a la vida adulta. El término alemán original, Bildungsroman, fue acuñado por el filólogo Johann Carl Simon Morgenstern en 1819.
2. Personaje ficticio creado por J. D. Salinger. Holden es el protagonista adolescente de dieciséis años de la novela de 1951, El guardián entre el centeno, y también aparece en otras obras literarias del autor.
3. Joven protagonista de Las penas del joven Werthernota 1​, novela epistolar semiautobiográfica de Johann Wolfgang von Goethe.