El 1ero de marzo de 2005 comenzaba una nueva etapa política en Uruguay, con la asunción de Tabaré en la presidencia. El Frente Amplio asumía el gobierno, con enormes desafíos para dentro y fuera de la fuerza política. La derecha había dejado un país con un panorama desolador, con un tercio de la población bajo la línea de la pobreza, con grandes oleadas de jóvenes uruguayos que se iban a vivir al exterior por la crisis económica y con un gran problema de endeudamiento externo. Al interior de la fuerza política, tuvo el enorme desafío de conjugar las tareas de gestión de gobierno con la enorme cantidad de grupos políticos que integran el FA.
El Frente Amplio contiene sectores muy diversos, que van desde la centroizquierda del partido Nuevo Espacio hasta el trotskismo posadista del Partido Obrero Revolucionario. La Democracia Cristiana y el Partido Comunista participan codo a codo del espacio, con el rol central del Partido Socialista. Esta configuración política implicó que por primera vez un gobierno del Uruguay tenía que gestionar esa diversidad de ideas en el poder y Tabaré lo entendió a la perfección. Durante sus gestiones, se trabajó con medidas que en la mayoría de los casos contó con el consenso interno de su fuerza y después lo pudo refrendar en la mayoría parlamentaria que gozaba. Una de las primeras medidas que tomó Tabaré a las pocas horas de asumir fue el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba, en una ceremonia en la que estuvo presente el excanciller Reinaldo Gargano y su par cubano Felipe Pérez Roque.
Con el tiempo le siguieron medidas que varios años después le brindarían a Uruguay una solidez que al día de hoy mantiene, como la implementación del Plan Ceibal, que consistió en la entrega de computadoras a niñas y niños de las escuelas. Desde el alumno más rico hasta el más pobre accedieron a una computadora con internet para mejorar su formación. La aplicación del Plan de Atención Nacional a la Emergencia Social, destinado a paliar la situación de los más postergados, tuvo un éxito rotundo, pues logró reducir en gran número la pobreza que habían dejado los gobiernos de derecha. En base a una mirada interdisciplinaria en la cual se trabajaron cuestiones relacionadas con la alimentación, el hábitat, la educación y el trabajo, este programa transitorio logró reducir la pobreza y se convirtió en un ejemplo a nivel internacional sobre cómo combatir la desigualdad económica.
En materia laboral, se aprobaron leyes como la de los fueros sindicales, que brindó protección legal a los delegados gremiales así como también se dio un gran impulso al cooperativismo. También el Ministerio de Trabajo tuvo una actitud activa en la resolución de conflictos sindicales, que usualmente terminaban con una solución positiva para los trabajadores. Al mismo tiempo que impulsaba medidas en defensa de los trabajadores, la economía uruguaya creció en gran medida en esos años y eso trajo una gran creación de puestos de trabajo. Tabaré demostró que se podía crecer y redistribuir al mismo tiempo. Con la asunción de Luis Lacalle Pou, ese crecimiento se terminó y vino una caída de la economía.
En Salud, Tabaré fue fundamental para emprender reformas cruciales que mejoraron el sistema de salud, ya sea durante su primera o su segunda gestión. La colaboración con galenos cubanos, la mejora de instalaciones en el interior como el Hospital de Tacuarembó, el cambio en el financiamiento del sistema, que permitió poseer más recursos, el fortalecimiento de la atención primaria o la instalación del Servicio de Emergencia Médica Helitransportada son algunos de los cambios que permitieron tener un sistema sólido. El Sistema Nacional Integrado de Salud fue reconocido por la Organización Panamericana de la Salud y en el presente año ante la emergencia de la pandemia, la misma Organización Mundial de la Salud destacó al país por el sistema de salud que posee. El sistema de Salud que Tabaré construyó desde su primera presidencia. A todo esto, Tabaré siguió atendiendo pacientes durante algunos años donde ejerció la presidencia.
Tabaré no dudó en aplicar medidas contra los intereses de la industria tabacalera en defensa de la salud y la multinacional Philip Morris llevó el caso a un litigio internacional en el CIADI. La gran actuación del Estado uruguayo le propició una histórica derrota a la compañía con sede en Estados Unidos y sirvió de ejemplo para muchas otras naciones en el mundo que deseara aplicar medidas similares a las que implementó Uruguay.
No fue el único litigio internacional con el que tuvo que lidiar, también tuvo que enfrentar el denominado “Conflicto de las Papeleras” que separó a Argentina y Uruguay durante varios años. Este largo y tenso asunto llegó hasta la instancia del Tribunal Internacional de La Haya, el cual determinó que Uruguay no violó sus obligaciones para evitar la contaminación ambiental y por ende la instalación y funcionamiento de la papelera Botnia (hoy UPM) siguió su curso. Si bien fue durante la gestión Mujica que se terminó el conflicto, fue bajo el mando de Tabaré que Uruguay se plantó ante el bloqueo de los puentes y llegó a denunciar ante la ONU que en América Latina solo había dos países bloqueados, Cuba y Uruguay. Ese conflicto a Tabaré le hizo ganar apoyo en la mayoría del pueblo, ya sean oficialistas u opositores.
En Derechos Humanos, su gestión fue fundamental pues a partir de sus acciones la sociedad pudo conocer el paradero de muchos de los desaparecidos. La aplicación del artículo 4 de la Ley de Caducidad fue central para esclarecer lo sucedido. Hasta la llegada de Tabaré, ese artículo no se aplicaba en los hechos. El último de los desaparecidos encontrados, a quien se le pudo dar una ceremonia de entierro como corresponde, fue el dirigente comunista Eduardo Bleier Horovitz. En 2019, en la Universidad de la República, se realizó el velatorio, al cual asistió Tabaré y estuvieron los familiares de la víctima, que incluso vinieron desde Israel para despedirlo. Nadie olvida que fue gracias a Tabaré que se empezaron a encontrar a varios de los desaparecidos.
Tabaré y la comunidad
Fue un gran amigo de la comunidad judía y del Estado de Israel. Siempre defendió las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos así como condenó el terrorismo islámico. Firmó acuerdos de cooperación con el Instituto Weitzmann para que jóvenes uruguayos se formen en ese lugar (recordemos que el mismo Tabaré estudió ahí). Un poco antes del fin del mandato como presidente, adoptó la definición de antisemitismo promovida por la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto.
Sin lugar a dudas, la mayor espina que llevó a choques con su fuerza política fue el veto a la despenalización del aborto. Tabaré se mantuvo firme en sus convicciones a pesar de que su fuerza política demandó la despenalización del aborto en el Parlamento al punto de aprobarlo. Esto le llevó a rispideces con su Partido Socialista, al que terminó renunciando para declarar que era un “socialista sin carnet”. En su segunda presidencia, respetó lo que se aprobó en el Parlamento bajo la gestión Mujica y hoy la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo sigue vigente.
Su última gestión tuvo problemas de carácter interno, como fue el proceso de renovación de liderazgos, y problemas como el caso de Raúl Sendic. A eso hay que sumarle un marcado cambio ideológico en el mundo, y Uruguay quedó desacoplado de la región. El crecimiento económico se redujo, al punto en que no se notó en la opinión pública, y la inseguridad se convirtió en un tema preponderante en la sociedad. A mediados de 2019 falleció su esposa, María Auxiliadora Delgado, figura central en la vida del expresidente, y al poco tiempo reveló al mundo que tenía un “nódulo pulmonar derecho con apariencia maligna”. Las energías del presidente se vieron reducidas por estos acontecimientos, y al final de su mandato el Frente Amplio le hizo un acto masivo de despedida para reconocerle todo lo que hizo. Después de ese acto, vino la pandemia y su actuación en la política se hizo más discreta por el peligro que el coronavirus representaba para su salud.
Esta nota estaba pensada para ser escrita en otro momento de la vida, pero la realidad se impuso y es imposible no hacer referencia a una anécdota personal. Quien escribe la misma fue testigo de la noche en que Tabaré vencía en las elecciones del 2004 y se iniciaba una nueva era en la historia uruguaya. Esa noche uno se encontraba con personas que jamás habían festejado una victoria electoral con los que habían festejado otras y se habían decepcionado de los partidos tradicionales; refugiados políticos de otros países que celebraban la noticia se abrazaban con aquellos uruguayos exiliados de la dictadura que volvían al país para ver a su fuerza política finalmente alcanzar la presidencia. Nunca presencié una noche en las calles más alegre que esa, en la que no se festejaba un triunfo deportivo sino la llegada del primer presidente socialista en el Río de la Plata. Por una noche, todos los problemas que aquejaban al pueblo desaparecieron para convertirse una fiesta sin precedentes.
La historia lo consagra como una figura que tenía la capacidad de transformar la realidad tanto desde una pequeña clínica barrial como en el ejercicio de la presidencia de la República. La palabra sueño había perdido su sentido porque él lo hacía realidad. Fue un verdadero modelo a seguir, de esos que predicaban con el ejemplo. José Gervasio Artigas y Líber Seregni lo esperan a Tabaré como uno de los héroes del pueblo oriental.
¡Hasta la Victoria Siempre!