Variables de análisis para la economía de EE.UU. en manos de su próximo presidente

Joe Biden, de la vieja guardia al New Green Deal

Para algunos, el mal menor; para otros, un liberal progresista con amplia visión. También están quienes lo creen un neoliberal. En los hechos, el electo presidente de Estados Unidos, Joseph Robinette Biden Jr., más conocido como Joe Biden, es el representante más fiel del Partido Demócrata en todo su esplendor, tras haber ocupado cargos variopintos a lo largo de su vida.
Por Federico Glustein

«Seré un aliado de la luz, no de la oscuridad. Escogeré la esperanza al miedo, los hechos por sobre la ficción». Tres meses después de prometer unidad a los estadounidenses desde Wilmington, el reducto que lo vio crecer y 33 años después de su primer intento, Joe Biden ha logrado la Presidencia de Estados Unidos. Aunque Mr. Donald no haya aceptado la derrota, y el tiempo de la justicia sea lento, en unas semanas Big Joe asumirá la Magistratura número 46 de la principal potencia política y económica del mundo. Será el primer mandatario más longevo -y el popularmente más votado- en la historia.
Este hombre de 78 años, quien llegara a la vida política pública a los 27 años, y por el año 1972, elegido Senador por Delawere, por el Partido Demócrata, es capaz de conectarse con obreros de las zonas suburbanas, con movimientos estudiantiles o de mujeres, minorías raciales o lanzar duras críticas a sus rivales. Su origen de familia trabajadora irlandesa es su punto de partida, reconoce.
Los analistas internacionales sostienen que no tiene la misma fuerza que cuando fue vicepresidente de Barack Obama, ni la verborragia de un populista como Trump. En ese sentido, es un moderado, que a lo largo de su carrera en la actividad pública, tuvo posturas controversiales, como iniciativas a favor de la “mano dura”, el apoyo a la invasión norteamericana a Irak, o hacer caso omiso en un hecho de acoso sexual. En este sentido, ha admitido aprender de los “errores en su vida”.
En la interna demócrata que marcó su camino a la postulación como presidente, tuvo que enfrentar al sector progresista de Bernie Sanders, Elizabeth Warren o Kamala Harris, quien será su vicepresidenta, y a sectores neoliberales como el de Michael Bloomberg. Es así que al no haber un liderazgo claro en el partido, Biden promete articular a las miradas más a la izquierda, como Alexandra Ocasio Cortez, como a los centroderechistas liberales, más emparentados con el establishment partidario. En esa línea, en la campaña electoral manifestó una orientación que podría denominarse “liberal progresista”, con una recuperación del Estado de Bienestar y del mercado. Pero el camino es largo.

El punto de partida para Biden
En el tercer trimestre del corriente año, la economía yankee rebotó un 7,4%, luego de la caída del 9%. Anualizado, creció un 33,1% después del hundimiento del 31,4%. El PIB real del tercer trimestre de 2020 está un 3,5% por debajo del nivel del cuarto trimestre de 2019. En cuanto al desempleo, actualmente se encuentra en un 6,9%. En abril, se perdieron más de 20 millones de empleos, alcanzando el 14.7% de desocupación. Se recuperaron 12.1 millones de puestos de trabajo, es decir, el 67%. El desempleo en mujeres es del 6,5%, de hombres, del 6,7% y de jóvenes, del 13,9%.
Por el lado de la balanza comercial, el déficit del sector externo es de casi un billón de dólares y pese a los esfuerzos de Donald Trump, una de las áreas de comercio exterior con mayor resultado negativo es con China. A pesar de la imposición de aranceles de ambas partes, la caída de las transacciones bilaterales no fue significativa y por sobre todas las cosas, afectó más a Estados Unidos.
Si bien los índices financieros han arrojado buenos números durante la presidencia Trump, al igual que antes de la pandemia el PBI y el desempleo habían bajado de forma significativa, la economía de la “gente de a pie” no pasaba por el mejor momento. La desigualdad creció durante los últimos años, concentrando la riqueza en el sector empresario más acaudalado, dando quita de impuestos, incentivos y subsidios, mientras que para las pymes y las economías locales, poco y nada.
Como contrapeso, las rebajas impositivas al 1% más rico generaron un récord histórico de recompras de acciones por más de un billón de dólares por parte de algunas de las empresas estadounidenses más rentables, y llevaron a un déficit récord en tiempos de paz (casi un billón de dólares en el año fiscal 2019) en un país que supuestamente está cerca del pleno empleo. Y el colmo mayor es que Estados Unidos tuvo que tomar préstamos al extranjero por sumas cercanas a los 500.000 millones de dólares al año, con un aumento de más del 10% en la posición deudora neta de Estados Unidos.
Asimismo, la expectativa de vida de los estadounidenses se redujo en cada uno de los dos primeros años de la presidencia de Trump, y en 2017 la tasa de mortalidad en la mediana edad alcanzó su nivel máximo desde la Segunda Guerra Mundial. No sorprende, porque ningún presidente hizo tanto para aumentar la cifra de norteamericanos por fuera del sistema de seguro de salud. Millones se han quedado sin cobertura, y en sólo dos años la proporción de estadounidenses sin seguro médico creció del 10,9% al 13,7%. Además, se han cuadruplicado las “muertes por desesperación”, es decir, aquellas causadas por el suicidio y la sobredosis de alcohol y drogas.

Build Back Better: Green New Deal, proteccionismo y redistribución
Lo primero que debe tratar de hacer Biden cuando llegue al comando de la Casa Blanca es enfrentarse a los efectos del COVID 19. Para luchar contra los efectos de la pandemia, propone dar continuidad al paquete de medidas aprobadas por el Congreso para apoyar a ciudadanía, empresas y gobiernos locales por un total de 3,4 billones de dólares con un acuerdo de 2.2 billones más, pero enfocados en desempleados, personas sin seguro médico y pequeñas empresas.
Durante la campaña, giró en un torno progresista liberal, tomando como propias las plataformas del sector más a la izquierda del Partido Demócrata, que crece fundamentalmente entre los jóvenes y las minorías. No por nada, Kamala Harris, de corte reformista y de ascendencia asiática y afroamericana, fue la vicepresidenta elegida para ganar la elección. Es así como dentro de su plataforma electoral, Biden propone revertir en parte la reforma fiscal de Trump, y elevar del 21% al 28% el impuesto sobre sociedades –con un tipo mínimo efectivo del 15%–. Aun así, no regresaría al tipo del 35% que había en el mandato de Obama, pero sería un puntapié interesante.
El presidente electo también plantea subas en el impuesto de la renta para los salarios más altos y en el impuesto de sucesiones. A nivel federal, el fisco establece que para el año 2019 solo pagaban el estate tax las herencias superiores a $11,4 millones de dólares. A nivel estatal, solo algunos estados lo poseen. Así, en Minnesota solo se deben llenar las planillas para el pago de impuesto de sucesión en herencias superiores a $2,7 millones, en Nueva York son $5 millones, en Washington, $2.193.000, y en Oregón $1 millón. La tasa del impuesto oscila entre el 10 y el 16 por ciento.
Con estas reformas, se plantea recaudar 3,2 billones de dólares en 10 años, gran parte del dinero invertido para la lucha contra el COVID 19. Es decir, lisa y llanamente un enfoque redistributivo. La Oficina de Presupuesto del Congreso «prevé que el déficit federal para 2020 rondará los 3,3 billones de dólares, lo cual equivale al 16% del PIB estadounidense. Se trata del mayor déficit relativo (respecto al tamaño de la economía) desde 1945, un dato no menor.
Por el lado de los empleos, una de las primeras premisas es evitar despidos. Sobre todo en las áreas de salud, educación y seguridad. Para ello, ve con buenos ojos extender el seguro de desempleo de crisis COVID para ayudar a quienes están desempleados y contratar temporalmente desempleados para paliar el flagelo de la pandemia.
Además, busca fijar el salario mínimo en 15 dólares por hora, del máximo de 10 actual, para recuperar el nivel de demanda en sectores bajos y medios y lograr una clase media pujante y fuerte, y así salir de la pauperización de los empleos. En esta tónica, movilizar la fabricación y la innovación estadounidenses para garantizar que el futuro se haga en el país, y evitar cadenas de valor globalizadas que desplazan los puestos laborales, es una de sus políticas más fuertes. Suma también un plan para las trabajadoras -que son mayoría en el sector-y los trabajadores del cuidado infantil, mayor y de sujetos con discapacidad, con salarios bien remunerados, posibilidad de afiliación sindical y, por lo tanto, derechos laborales, que luego, les permita acceder a una vivienda propia, que en muchos casos no poseen, por lo que pagan fortunas por una pieza con varios integrantes. Los migrantes y las minorías son quienes ocupan esos empleos, muchas veces de forma informal, con bajos ingresos, falta de vivienda propia, discriminación y falta de acceso a la educación. Se completa esta política con Igual trabajo, Igual Paga y la paridad de licencias por nacimiento y enfermedad familiar.
Otro de los pilares es el Green New Deal son los cambios en la matriz productiva y energética. Pasar del carbón y el combustible fósil a energías alternativas, como las solar, eólica o nuclear, y dejar de fabricar plásticos de un solo uso a envases sustentables. Estados Unidos tiene una trayectoria histórica de consumo de carbón, la cual viene en franco descenso. El año anterior cayó un 15%, situándose en cifras de consumo similares a 1964. Esto, pese a las reducciones en las regulaciones por parte de Donald Trump. La energía renovable, por el contrario, continúa en auge a medida que caen los costos y aumentan las preocupaciones sobre el cambio climático. El consumo de energía renovable en Estados Unidos alcanzó un récord el año pasado, el cuarto año consecutivo de crecimiento. Esta suba viene de la mano de la población y de las corporaciones, a excepción de los trabajadores del carbón. Pagar seguros de desempleo y trasladar empleos al sector limpio es una política para desarrollar. De todas formas, gran parte del consumo del carbón fue reemplazado por el gas natural, un combustible fósil un poco más limpio, en particular desde 2016, mediante una transición promovida por la abundancia del gas natural barato de la revolución del petróleo y el gas de esquisto bituminoso, y las regulaciones ambientales más estrictas. Es sabido que Estados Unidos no dejará fácilmente el petróleo ni sus derivados.
Si bien son propuestas de campaña, estas podrían signar el futuro político, social y económico de la principal potencia global.

Resiliencia demócrata versus el fantasma del socialismo democrático
La vuelta a la victoria demócrata luego de cuatro años de Trump puso de manifiesto que el partido ganador no es homogéneo, sino que tiene diversas vertientes que van desde la izquierda democrática hasta el neoliberalismo de mercado (aunque políticamente menos conservador), pero que se unen por un objetivo común con tal de no volver atrás. En este camino, el Medicare para todos, la educación pública gratuita, el ambientalismo, forman parte de las propuestas de Joe Biden. También la promoción de armas nucleares, la deportación de inmigrantes ilegales y el apoyo a desembarco de militares para guerras fuera del país, cosas que ya han ocurrido.
Es así como Biden no va a representar la reencarnación de Olof Palme, Salvador Allende o Bruno Kreisky. Es la clara imagen del demócrata tradicional, liberal, de los suburbios, pero con valores urbanos y occidentales, que cree en el Estado pero también en el mercado, al cual le toma el pulso con mucha frecuencia. Es un neoliberal en lo económico y un demócrata social en lo político. Cree en el bipartidismo y en el diálogo, y es ahí donde admite que la izquierda del partido debe permanecer dentro y llevar a cabo alguna de sus propuestas. Cree en el crecimiento y en la política focalizada, aunque también en los límites al ingreso de inmigrantes.
Cree en una política y economía globalizada, pero con límites. Esto, sin dudas, es un mensaje. No podremos afirmar todavía que hará un gobierno progresista, neoliberal, neoconservador o radical de centro. Lo que si podemos afirmar es que difícilmente se parezca a quien va a suceder. Y eso, hoy día, es lo más importante.