Una hoja en blanco para reescribir la institucionalidad trasandina

Chile en fase constitucional

Un año después de que dos millones de chilenas y chilenos ocuparan el espacio de lo público, la gente se manifestó nuevamente en forma masiva, esta vez para aprobar por abrumadora mayoría el deseo de dotar al país de un nuevo marco institucional; y más aún, a las ganas de reconocer en la instancia de debate a la presencia igualitaria de géneros, de los pueblos originarios y del diálogo entre políticos y los ciudadanos de a pie.
Por Marcelo Carvallo

Página en blanco, un nuevo comienzo, el deseo de buscar un trato nuevo, uno que reconozca y respete.
Sí, en Chile se vive aquello que nunca desde la racionalidad política imaginamos. Ya en octubre asistimos asombrados a multitudinarias expresiones ciudadanas, las que, sin un orden, sin libreto, ni micrófonos, ni una única consigna a la que seguir, reunió las más diversas expresiones, molestias y también aspiraciones. Se renombró una plaza céntrica, llamándola ahora Dignidad, en reemplazo del nombre un militar de no muy proba reputación, y se pintó su misma estatua ecuestre una y otra vez, con la porfía de quien aún con un discurso no escrito, tiene plena convicción de sus actos.
Luego se vino la pandemia y los mensajes apocalípticos de una Autoridad que ya perdió todo respeto y dignidad (y sí, parece que ese concepto solo quedó radicado en la Plaza y su gente). Amenazó nuevamente con guerras internas, ahora contra el virus, antes contra un enemigo poderoso y sigiloso que podía flanquear en cada minuto nuestro tránsito por el metro urbano. Cambiaron cifras, inventaron intrigas, supusieron una ciudad estanca y reforzaron el Santiago de los de arriba, protegido de aquel otro humilde, contagiado y perseguido. Dieron lecciones al mundo, y reforzaron fronteras. Mientras los consultorios comunales preparaban salas para recibir a los cadáveres.
Pero nuevamente nuestra racionalidad no logró comprender.
Los vecinos de los barrios salieron de sus casas, primero en búsqueda de un sustento que el Estado les negó de modo pertinaz. Luego pelearon por resolver las precariedades aún a costa de los míseros ahorros previsionales, poniendo en cuestión un sistema individual que incumplió la promesa de origen. Caminaron, vendieron en las calles, ocuparon los parques con nuevas carpas que anuncian una precariedad que pensamos derrotada. Asomó la angustia del migrante, que desesperado vio incumplida la promesa aquella de “que verás como quieren en Chile, al amigo cuando es forastero”. En fin, recrudeció la represión a muchas organizaciones mapuches y el gremio de transportes amenazó -y cumplió- con el desabastecimiento del país.

El plebiscito
Mientras, la política se debatía entre el exitismo de una ilusión cosística que además no logró ni siquiera llegar con míseras cajas de alimentos, y una crítica opositora escondida detrás de las mascarillas (barbijos) protectoras de una ciudadanía que siempre puede ser peligrosa.
En fin, el 25 de octubre, un año después de que dos millones de chilenas y chilenos ocuparan el espacio de lo público, la gente volvió a salir, pertinaz, convencida, tranquila, protegida y solidaria. 79 por ciento de aprobación a un deseo de nuevo marco institucional, y más aún, a las ganas de reconocer en la instancia de debate, la presencia igualitaria de géneros, de pueblos originarios, del diálogo entre políticos y gente de calle.
Se viene un período complejo. La pregunta a resolver será cómo el sistema partidario da cuenta de dichos deseos. ¿Seremos capaces de abrir espacios a candidaturas independientes? ¿Habrá una suerte de tzim-tzum político que se retire, aun en pequeños espacios, para dejar lugar a la expresión creativa de una ciudadanía ya movilizada?
Por su parte, cómo responder al temor casi atávico de quienes tiritan ante los fantasmas expropiatorios, la pérdida de derechos, la amenaza de una Venezuela demasiado distante y la disminución de unos pocos beneficios que se piensa, nos convierte en epítome del Primer Mundo dentro de Latinoamérica.
El debate se viene en grande. Las comunidades, organizaciones sociales y territoriales, nosotros como judíos, debemos abrir esos espacios. Poner a disposición capacidades y aceptar humildes las que otros nos ofrecen. Tenemos la exquisita posibilidad de que por primera vez en nuestra historia republicana, debatamos entre todos esta Constitución y dar una lección al mundo -ahora sí- de que aquello se hace reconociendo lo diverso.
Esa hoja en blanco, esa primera vez, ese gran acto fundacional, enraizado en lo profundo de nuestra historia, nos llena de esperanza. Aún sin impacto inmediato y directo, el solo diálogo nos hará mejores.

Algunos datos complementarios
En Chile somos 17.574.000 habitantes (Censo 2017). De ellos, hoy día 14.796.197 electores están habilitados para votar. En la consulta del domingo, fuimos a las urnas 7 millones 562 mil personas, lo que corresponde al 51% del universo. En cifras netas, ha sido la más alta votación jamás observada y proporcionalmente, también la mayor desde que se impuso la voluntariedad del voto.
De los votos válidamente emitidos, el resultado a la pregunta “¿Quiere usted una nueva Constitución?” fue opción Apruebo, obtuvo 5.886.421 votos, correspondiente al 78,27% y la opción Rechazo alcanzó a 1.634.107 votos, correspondiente al 21,73%.
Por su parte, a la pregunta “¿Qué tipo de órgano debiera redactar la Nueva Constitución?”, las respuestas fueron opción Convención Mixta Constitucional 1.501.793 votos, correspondiente al 21,01% y opción Convención Constitucional 5.646.427 votos, correspondiente al 78,99%. La primera opción, esto es Convención Mixta, supone la conformación de una Asamblea Constituyente conformada por el 50% de parlamentarios y el 50% restante por constituyentes electos solo para la función constitucional. La Convención Constitucional, supone la elección directa del 100% de las y los constituyentes, considerando paridad de género y, de aprobarse la ley, escaños reservados para representantes de los Pueblos Originarios.
Vale recordar que en la segunda vuelta de la elección presidencial del 2017, votamos 7.300.000 ciudadanas y ciudadanos, correspondientes al 49% del padrón electoral. En esa oportunidad, el presidente Piñera obtuvo el 54,5% de los votos válidamente emitidos.
En otra línea, hasta marzo del 2020, el Poder Judicial reporta un total de 8.800 víctimas de violencia por parte de agentes del Estado, incluyendo muertes, daños oculares y torturas. Finalmente, a comienzos de octubre, las cifras de contagio COVID-19 informadas por instituciones públicas, alcanza a 533.858 (2.854 cada 100 mil habitantes). Los fallecidos a la misma fecha contabilizaron un total de 13.300 personas.