La nueva normalidad a la uruguaya

Las elecciones departamentales que tuvieron lugar en Uruguay el domingo 27 de septiembre marcaron el estado de ánimo de la sociedad en plena pandemia y cambios en la izquierda uruguaya.
Por Ariel Bank

Barbijos, alcohol en gel, Test PCR y distanciamiento social son elementos que formaron parte de las primeras elecciones efectuadas en Sudamérica en el marco de pandemia. En este contexto muy particular, se desarrollaron las elecciones departamentales en Uruguay. Fueron la primera prueba para medir la correlación de fuerzas entre el oficialismo y la oposición, y sirvieron además para medir fuerzas al interior de cada una de las coaliciones.
El Partido Nacional de Luis Lacalle Pou va a mantener su predominio en la mayoría de los distritos del interior rural, de donde sale gran parte de la base política de ese partido. En muchos de esos distritos gobiernan desde hace décadas, a pesar de los escándalos que han afectado su prestigio pero no su popularidad entre los habitantes de esos departamentos, como lo demuestra el caso del intendente de Colonia, Carlos Moreira.
En otros casos, partidos de la coalición oficialista brindaron su apoyo al candidato blanco del distrito para desbancar al Frente Amplio, tal como ocurrió en Rocha con Cabildo Abierto. Y en otros casos, como en Salto, aunque han perdido, estuvieron muy cerca de ganar la intendencia después de recibir un envión de votos colorados para intentar desbancar al actual intendente del Frente Amplio. El Partido Nacional se consagró como el partido central en la coalición de gobierno.
Para el Frente Amplio fue la jornada que marcó la transición definitiva de fuerza oficialista a fuerza opositora. Después de 15 años, el Frente Amplio tiene que volver a hacer oposición sin los liderazgos de Tabaré Vázquez, José Mujica y Danilo Astori. Ese trio marcó a fuego la política uruguaya desde 1989 y tiene que reconstruirse con los desafíos que estas elecciones dejaron al interior de la fuerza. La victoria de Carolina Cosse en Montevideo es sobre todo un triunfo político del Partido Comunista. El fuerte apoyo que recibió de su sólido aparato fue decisivo para llegar a la intendencia. Además, es el único partido del FA que puede exhibir con claridad un nuevo liderazgo en la figura de Oscar Andrade, exlíder del sindicato de la construcción.
Además, el histórico partido de Alfredo Zitarrosa se convirtió en la segunda fuerza en Montevideo en la votación por hoja, detrás del todavía fuerte Movimiento de Participación Popular del Pepe Mujica.
Estas elecciones marcaron la estrepitosa caída del Partido Socialista, ahora conducido por Gonzalo Civila. A la polémica adhesión a la candidatura de Carolina Cosse y el abandono al también socialista Daniel Martínez, se ha sumado la renuncia masiva de dirigentes y militantes en el distrito más importante de Uruguay y una votación en la que obtuvo pésimos resultados. A pesar de poder celebrar la victoria de su candidata, el partido conducido por Civila perdió el 47% de los votos respecto de la última elección departamental donde el candidato vencedor fue el socialista Daniel Martínez. Esta situación es importante ya que el Partido Socialista es la fuerza de donde salió Tabaré Vázquez, por ser el primer partido político surgido de la izquierda uruguaya y porque de facto ocupaba el rol de ser el puente entre los sectores moderados y los sectores más radicales del FA. Hoy ese puente se ha roto.
El FA perdió peso territorial, ya que solo gobernará en tres de los 19 departamentos: Montevideo, Canelones y Salto, aunque gobernará sobre el 60% de la población del país. Tienen un fuerte problema para establecer una estrategia política en varios departamentos donde pareciera ser que el Partido Nacional tiene más aceitado el trabajo político con la ciudadanía. Ya sea mediante uso de maniobras ilegítimas, como la entrega de bolsones de comida con el número de lista del PN o con la visita del Presidente a apoyar al candidato de su partido (algo prohibido por la Constitución) o mediante la inteligencia política de presentar internas atractivas para obtener votos de otros partidos, los blancos entienden mejor el interior.
Por el contrario, la coalición de Lacalle Pou tiene problemas para superar una muralla en las grandes urbes como Montevideo y Canelones, donde la derecha no llegó al 40% de los votos. La derecha montevideana vuelve a cometer el mismo error de creer que puede ganar las elecciones departamentales sin esmerarse en ser mejores que la izquierda en la gestión. La sucesión de buenas gestiones ha creado un fuerte lazo entre los montevideanos y la izquierda, y eso se vio reflejado en los festejos masivos por la nueva victoria en las departamentales.

¿Qué depara el futuro para oficialismo y oposición?
Para el oficialismo se vienen dos desafíos muy grandes. El primero es demostrar que pueden gestionar bien la grave crisis económica y social postpandemia. Para eso deberán evitar cometer en la administración nacional los mismos errores de las intendencias donde gobierna el PN. El segundo desafío pasa por mantener el equilibrio interno de la coalición. Si bien la coalición ha sido exitosa para desbancar al FA, hay que ver si será útil para resolver los problemas de los uruguayos.
Para la oposición, se viene el reto de la reinvención como fuerza política. No solo para construir nuevos liderazgos sino para volver a apuntalar una militancia de base que dispute los espacios de poder en cada centímetro del país. La necesidad de cambios en el accionar de la fuerza política se hace imperiosa y se anticipa un gran debate interno sobre las razones por las cuales se perdieron las elecciones nacionales, algunos departamentos y la próxima elección del presidente del FA.
Los resultados ponen en claro la nueva realidad del país. El Uruguay de 2020 vuelve a ideas que ya se aplicaron en el pasado, como el ajuste en la educación, la ciencia y la salud. Es el país donde la política exterior vuelve a subordinarse a Estados Unidos. Este es el Uruguay que aplauden los millonarios argentinos y los comunicadores de derecha.
Es la nueva normalidad a la uruguaya.