A 30 años del golpe de Estado:

Fútbol y dictadura

Difícilmente pueda el fútbol argentino quitarse la marca que le dejó la nefasta dictadura que comenzara 30 años atrás, un 24 de marzo de 1976. El rostro de la ignominia del Mundial de 1978, con la gente en la calle, utilizada para justificar un plan económico que sumergió al país en un pozo sin limites, mientras se torturaba y asesinaba gente, acaso sea el mejor ejemplo de los que a tantos nos toco vivir, y a muchos otros, lamentablemente, heredar.

Por Sergio Levinsky (Desde España)

Por eso es que decimos que el fútbol no solo no estuvo aislado de la dictadura, sino que fue uno de sus principales instrumentos.
Recordar, por ejemplo, al asesino Jorge Videla levantar ambos pulgares en señal de festejo ante cada gol (valido o arreglado) durante ese Mundial, mientras mas de un desaparecido quería contarle a sus congeneres entre la euforia que el no era uno más, sino que apenas lo habían bañado para dejarlo salir, convencidos de que se perdería en la marea y a nadie le importaría (ni posiblemente creería) su dramática situación.
Eso fue el futbol, entre tantas cosas, en la dictadura. Fue el mismo día en el que iniciábamos (o así creíamos) el secundario en el Nacional Buenos Aires, y que nos mandaran a casa porque estábamos solo a cuadras de la Casa Rosada en donde había cambiado un gobierno civil, en durísima crisis, y que tenia hasta fecha de salida en los medios de comunicación.
Allí, entre marchas militares, repentinamente apareció por el Canal 7 estatal la transmisión del Polonia-Argentina, amistoso, que no se había suspendido pese a todo, para luego volver a la música de todo el día, y mientras en la propia cúpula militar se deliberaba acerca de cual de las tres fuerzas se quedaría con uno de los botines mas preciados, el fútbol.
La Marina seria la «agraciada» y el ex contraalmirante Lacoste, quien paradójicamente murió un 25 de junio, el «hombre fuerte» del eufemísticamente llamado Proceso de Reorganización Nacional.
También la faraónica construcción de Argentina Televisora Color (ATC), tuvo que ver con el fútbol, porque sin Mundial 78, difícilmente hubiera habido un justificativo de similar envergadura, que sirvió para otro de los tantos negociados de los que nos dejaron una deuda externa de 42.000 millones de dólares (estatizando la mitad, que correspondía a entidades privadas) cuando habían tomado un país que debía algo menos de 8000 en 1976.
También fueron tiempos del «Proceso» de Cesar Luis Menotti, con un primer ciclo de mayor coherencia en el trabajo organizativo de la selección argentina, aunque también con caprichos como los de no llevar al Mundial a Ricardo Bochini o Diego Maradona, e ignorar casi a Norberto Alonso, y una segunda parte ya decididamente en baja, y con el entrenador ensoberbecido, acaso intentando justificar a cada minuto que no tuvo que ver con la represión ni fue cómplice de una de las mas grandes manipulaciones deportivas del mundo, solo comparable con los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936.
Fueron los tiempos en los que el silencio era salud, o aquellos en los que Boca y River llegaron a jugar un clásico en medio del disparate de una guerra como la de las Islas Malvinas en 1982, cuando los dirigentes del fútbol no sabían que hacer en el caso de que nos tocara Inglaterra en el Mundial de España.
Fueron también tiempos en los que los dirigentes de la AFA votaron a mano alzada a Alfredo Cantilo primero, y a Julio Grondona después, todo por orden de Lacoste, quien a punta de pistola coloco jugadores en la selección, o nunca respondió a la pregunta que el periodista Eugenio Méndez le formulara en la tapa de su libro, «Almirante Lacoste, ¿quien mato al general Actís?»
Un día de 1976, el general Omar Actís, ascendido en democracia, se dirigía desde Morón, donde residía, al Centro Cultural San Martín para hacerse cargo del Ente Autárquico Mundial 78 (EAM 78), pero nunca llegó.
Lo balearon y apareció muerto rodeado de papeletas de Montoneros, aunque el periodista Méndez en su libro cuenta perfectamente como jamás pudo haber sido esta organización, que tenia otro ‘modus operandi’.
Tras el atentado, la Marina asumió en el EAM, con Lacoste en la sombra, mientras que Guillermo Suárez Mason se paseaba por Argentinos Juniors.
Pero el Mundial 78 sigue siendo el máximo símbolo. Los goles de un autentico crack como Mario Kempes, se funden con los desgarradores gritos de los torturados y desaparecidos a tres cuadras del Monumental de River Plate, donde los eufóricos hinchas festejaban el primer titulo mundial.
Solo un año después, algunos insistieron a la gente para que volviera a salir a las calles para demostrarle «a esa gente de la OEA» que los argentinos somos «derechos y humanos».
Todo esto fue el Mundial, y mucho de esto prescribió no sólo por el paso del tiempo, sino porque los sucesivos gobiernos argentinos no tomaron el toro por las astas y no acusaron a quienes debieron.
Este periodista, siendo muy joven, recuerda haber perseguido por oficinas y ascensores al fiscal general Ricardo Molinas para que no cesara en la investigación. Recuerda haberlo invitado a sus programas radiales, para que dijera sin pelos en la lengua quienes son los máximos responsables de lo que ocurrió en el fútbol y durante el Mundial 78, pero Molinas choco contra una estructura demasiado complicada, y con una Fiscalia llena de ratas, en la que las carpetas se venían abajo sin ningún cuidado y sin presupuesto.
Nos preguntamos, a 30 años del golpe, si así como se persigue la Justicia para los que tanto daño nos hicieron en aquel periodo, el fútbol estará en condiciones de buscar la suya. O si todo seguirá igual