La crisis, el antisemitismo y la ceguera voluntaria

En general, las certezas respecto a definiciones socioeconómicas no abundan. Sin embargo nadie podría equivocarse al sostener que la República Argentina atraviesa una crisis cuya profundidad y consecuencias son difíciles, si no imposible, de predecir. Y la historia nos enseña que con las crisis, aparece el judío como protagonista del mal, como culpable de todo o de parte del mal. Y como era inevitable, en la coyuntura actual, emergió la figura del judío; del mismo judío que señalaban los nazis alemanes en los años 30 del siglo pasado. Los nazis argentinos, por su parte, también parecen ser los mismos de siempre y provenir del mismo espacio político que aquellos que motorizaron la Semana Trágica en enero de 1919.
Por Ricardo Schkolnik

La historia del antisemitismo argentino durante el Siglo XX es rica en documentación. La derecha radicalizada nacional; el nazionalismo argentino siempre tuvo –como en la actualidad- una prensa propia y profesionales de las comunicaciones dispuestos a difundir su prédica; lo que nos permite, hoy, tener acceso a archivos de fotografías, filmaciones y artículos que registran la permanente virulencia del pensamiento racista en general y judeófobo, en particular, en nuestro país.

Der Stürmer, el diario del partido nazi alemán y su congénere argentino Clarinada, patrocinado por la oligarquía ganadera-industrial argentina, repitieron hasta el cansancio el mismo discurso antisemita.

El ejemplo más reciente son las pancartas y afiches antisemitas enarbolados durante las marchas contra el Gobierno de Alberto Fernández y que se muestran como expresión de la misma oposición política que contiene tanto a DAIA y AMIA, como a los disciplinados cuadros de la ultraderecha neonazi liderados por Alejandro Biondini; repuesto en el mapa político argentino por el juez Ariel Lijo, en su momento, uno de los brazos ejecutores en el entramado judicial del ex presidente Mauricio Macri.

A la aparición de afiches antisemitas en Neuquén, antecedió la exhibición de pancartas antisemitas en la marcha opositora del 17 de agosto pasado en Buenos Aires y en Córdoba. Hasta aquí nada de qué sorprenderse teniendo en cuenta que el origen de estas expresiones partes de la extrema derecha vernácula, tradicionalmente clerical, oligárquica y xenófoba.

No obstante, un detalle a tener en cuenta es que las caricaturas utilizadas en todos los casos es la misma; lo que da lugar a suponer que puede existir una conexión directa entre los episodios de la marcha del 17A y la pegatina en Neuquén.

Como suele suceder en nuestro país, las manifestaciones antisemitas, judeófobas o xenófobas en general provienen de la burguesía clérico-liberal y son promovidas a través de múltiples instrumentos comunicacionales por la derecha ultraconservadora argentina. Los únicos que, aparentemente no acusan recibo de esta realidad son los dirigentes judíos que, alineados con la derecha más clasista y conservadora, se refugia en la hipótesis que iguala el antisionismo al antisemitismo. Es decir que se mientras no se señale a Israel, su Gobierno y su política; a nadie le molesta compartir el espacio con lo más granado del nazionalismo local. Obviamente, ante las últimas expresiones antisemitas, la DAIA saldrá con alguna denuncia tibia o la difusión de un comunicado de repudio con una cobertura tenue y cómplice de los medios “amigos” y todas las instituciones, dirigencia y calle judía se darán por satisfechas.

En lo personal, no recuerdo episodios de características antisemitas originados en el populismo nacional; pero alguien se imagina si pancartas de ese tenor aparecieran en una marcha oficialista, ¿cuántas tapas en Clarín, La Nación e Infobae se ocuparían del tema? ¿Cuántos horas de reportajes y notas en los grandes canales de TV veríamos cada día? ¿Y las caricaturas de Cristina Fernández con bigote hitleriano saludando con la mano derecha en alto?

Es claro que la estigmatización de lo popular y de lo judío se entrecruzan en el imaginario nazifascista. Otra vez, los únicos que se obstinan en no ver la relación entre la derecha agroempresaria argentina y la judeofobia son los dirigentes judíos que desde hace más de 70 años abonan el mito del antisemitismo peronista; una entelequia que resulta muy cómoda a la hora de mimetizarse con los sectores más reaccionarios de la burguesía con los que comparte intereses económicos y políticos. El ejemplo de la revista Cabildo, que contó entre sus columnistas y difusores del antisemitismo a varios de los integrantes, aliados y funcionarios del gobierno 2015/2019, no impidió la alianza entre el PRO y la representación oficial de la colectividad judía. Y esa es una mancha indeleble que quedará inscripta en la historia comunitaria.