Es indudable que el surgimiento del peronismo marcó profundamente la vida social y política de la Argentina, incluso en aquellos largos periodos en los que estuvo proscripto, y han sido y son diversos los abordajes que de su historia se hace desde distintas disciplinas. Así, buscando en el catálogo de la Biblioteca Nacional la palabra “Perón” encontramos 4.400 entradas, de las cuales 2.400 son libros, lo que refleja el interés y las dificultades que genera encasillar a esa doctrina y a sus partidarios en alguna definición.
Dentro de este universo se encuentra el trabajo de Raanan Rein “Los muchachos judíos peronistas”, que volvió a traer al centro de la escena la compleja relación de los judíos argentinos con Perón, con el movimiento político que lo tuvo como estandarte y con las diversas interpretaciones y expresiones del justicialismo en nuestro país. En su introducción, el académico israelí relata su participación en un debate organizado en Tzavta en 2014, donde fue invitado a hablar sobre si el fundador del movimiento y su gobierno eran antisemitas o no.
Este es, también, el punto de partida del documental Perón y los judíos, que lleva el potente subtitulo “Gorila, admitilo. Tu viejo era un gorila”, que se estrena en estos días en la plataforma CINE-Ar y cuyo director es Sergio (Shlomo) Slutzky, periodista nacido en Buenos Aires, colaborador histórico de Nueva Sion, quien vive en Israel desde 1976, y cuenta en su haber con la realización de varios documentales inspirados en temáticas sociales y de derechos humanos. Siguiendo su producción como documentalista, este trabajo parece dar continuidad a una saga afectiva-familiar y generacional. Si en Sin punto y aparte relata el paso de sus compañeros de militancia sionista socialista a la militancia revolucionaria y a la clandestinidad, y en Disculpas por la demora bucea en la indiferencia de su propia familia ante el secuestro y posterior desaparición de un primo de su padre en manos de la dictadura, aquí es la acusación de “gorila” contra su padre la que lo lleva a caminar la calle judía de Buenos Aires en busca de una respuesta.
Una noche en Almagro
La película vuelve en varias ocasiones a aquella reunión en Tzavta: si bien la orientación de la institución es progresista, la reacción del público a la presentación del investigador israelí va del escepticismo al rechazo. Rein, vicepresidente de la Universidad de Tel Aviv, que ha dedicado gran parte de su carrera académica a estudiar la relación de Perón con los judíos, y a la sazón con el Estado de Israel, concluye que el supuesto antisemitismo que se le atribuye a Perón es una construcción interesada de un sector de la comunidad judía posterior a 1955, que se ha empeñado en borrar de la historia la buena relación existente durante sus dos presidencias. Es el año 2014, y el contexto en que se desarrolla el encuentro es por lo menos tenso: el Memorándum de Entendimiento con Irán divide aguas dentro de la comunidad judía argentina. El acuerdo, apoyado por las dos asociaciones de familiares más importantes, es rechazado por AMIA y DAIA, después de haberse pronunciado de manera favorable en un principio.
Significados y significantes
El documental echa luz sobre tres cuestiones: la relación de Perón con la comunidad judía local, la relación con el joven Estado de Israel y las diferentes acepciones políticas del término “gorila”. Mientras tanto, rescata voces que le permitan reconstruir la época, en aquellos que, teniendo sensibilidad social o cultural, ven al peronismo como un límite que nunca han de cruzar: Gerardo Mazur, histórico secretario de Cultura de Hebraica y director fundador de su biblioteca; Abrasha Rotenberg, uno de los fundadores de Nueva Sion, y luego socio de Jacobo Timerman en La Opinión; y Herman Schiller, director de Nueva Presencia y referente en derechos humanos. Sorprende a la luz de los debates actuales, el testimonio de Julio Schloser, presidente de DAIA por el período 2012/2015, quien desde los recuerdos de su infancia afirma sin dar lugar a la duda que la comunidad judía “sale del conventillo” y accede a comprar sus primeras propiedades en aquellos años.
Naranjas , frazadas y libros
En cuanto a la relación del gobierno peronista con el Estado de Israel, los testimonios de Itzjak Navon, presidente de Israel intentando vender naranjas; del periodista Uri Avneri, sobre la belleza de Evita; y sobre todo el afectivo testimonio de Muki Tsur, historiador e hijo del primer embajador Yaacov Tzur, recordando los colores de las frazadas que llegaron desde Argentina, hablan de colaboración, respeto y, por qué no, de una cuidada admiración por las figuras de Perón y principalmente de su esposa Eva (la de “verdad”, no la del musical, como afirma Navon en un tramo de su relato).
Otro de los hallazgos, que a la vez configura una potente metáfora de la llamada “grieta”, es el encuentro con los tres hijos de quien fuera el primer embajador argentino en Israel, Pablo Manguel: el reportaje a los hermanos John y Mike, y el posterior encuentro de éstos con Alberto, el día que debía asumir como director de la Biblioteca Nacional durante la presidencia de Mauricio Macri.
Selva: Gorilas vs. Aluvión Zoológico
Es posible observar algunos contrapuntos que, de una u otra manera, surgen de la voz de los protagonistas: en la perspectiva del mundo ligado a las ideas y la artes (los intelectuales, la universidad, el periodismo) subyace una mirada sobre el peronismo como amenaza a la libertad de expresión, mientras que otros testimonios más ligados a la experiencia personal lo advierten como una puerta de entrada a la movilidad social ascendente. “Un nuevo tipo de democracia”, dirá Raanan Rein.
Finalmente, ¿todos los antiperonistas o no-peronistas son gorilas? Bajo la mirada de hoy, los antiperonistas “gorilas” serían aquellos integrantes de clase media y alta argentina que anteponen su odio visceral al peronismo a toda idea política, incluyendo aquellas dirigidas a beneficiarlos. Aquí el director busca el camino alternativo: el antiperonista “no gorila”, el hombre o mujer que no se deja llevar por las pasiones de la política pero que en sus elecciones de vida muestra sensibilidad, empatía con el otro y acuerda con la necesidad de una mejor distribución de la riqueza.
Hay también un dejo de melancolía en las imágenes: la redacción de Mundo Israelita y el número faltante; las hojas amarillentas de un programa del teatro SHA; las imágenes en blanco y negro de una fiesta familiar y el rabino que casó a sus padres y que, casualmente, en 1955 se tuvo que ir, dan cuenta también de algunos vacíos difíciles de llenar.
¿Fue Moris Slutzky un gorila? ¿Encontró su hijo el alivio que esperaba? La respuesta está al final del recorrido. Mientras tanto, hay que prestar atención a ese paisaje tan argentino y tan judío que este excelente documental nos ofrece.