Asociación de Familiares de Desaparecidos Judíos en Argentina:

“Resignificar el pasado para construir el futuro”

A pedido de Nueva Sión, la Asociación de Familiares de Desaparecidos Judíos en Argentina hizo llegar el siguiente texto en el que reflexionan sobre los 30 años del cruento golpe de Estado de 1976. No falta, en estas líneas, una fina crítica a algunas instituciones comunitarias por su inacción y reclama un permanente ejercicio de la memoria.

Desde Lucy, la negrita de Kenia que probablemente sea la madre de la humanidad, siempre sirvió el recuerdo y la memoria para que construyamos nuestro pasado y poder afirmarnos en nuestro futuro.
Fue así que en cada una de las disciplinas de la ciencia los pasos que se fueron dando, por los primeros investigadores, con los métodos primarios con que contaban, sirvieron de base para que -a través de la perfección de los mismos- se pudiera llegar a nuevas instancias, nuevos proyectos y así seguir hasta nuestros días.
Para construir un futuro es necesario resignificar el pasado. Para conocer el pasado necesitamos de la memoria.
La experiencia brutal durante la dictadura militar argentina, que comenzó el 24 de marzo del 76 y siguió hasta 1983, sirvió para que nos diéramos cuenta de la indefensión que el pueblo tenía frente al poder económico, militar y político, cuando se aunaron para imponer sus doctrinas.
El país fue una jaula sin rejas.
El poder económico manejó los hilos invisibles de su brazo ejecutor: las fuerzas armadas. Con el pretexto de combatir la “guerrilla”, se actuó en forma indiscriminada contra los que pensaban distinto, y así una nueva figura se instaló en nuestra sociedad: “el desaparecido”, o sea el secuestrado y asesinado sin devolución del cuerpo. Dentro del universo de los 30.000 desaparecidos argentinos, están los 1.900 que son judíos.
Estas familias, como las otras, intentaron acercarse a las instancias comunitarias para lograr alguna información, algún alivio, alguna promesa. Solamente se encontraron con respuestas vagas, intereses cruzados, complicidades con la dictadura, aceptación de los designios del poder y de la existencia de los campos de concentración, etc.

La larga lucha de los familiares de los desaparecidos duró estos 30 años. Y se lograron algunos cambios en los ambientes comunitarios:

– El Estado de Israel reconoció sus errores. Abrió sus archivos sobre lo actuado en esa época, inició un debate que promovió cambios en las gestiones de su Servicio Exterior y en su Educación formal, inauguró un Bosque de homenaje a los desaparecidos con los nombres escritos en las rocas, y promovió la presencia permanente de sus representantes en las propuestas de los organismos de Derechos Humanos.

– Cambió la actitud de la AMIA. Efectuó una autocrítica en una conferencia de prensa e inició una nueva política con las familias de desaparecidos al transformarse en militante con la inauguración -en su Plaza Seca- de un altorrelieve de homenaje, a la que concurrió el Presidente de la Nación (Néstor Kirchner) y su esposa además de funcionarios de Gobierno. También introdujo en su red educativa el tema como prioritario para que las nuevas generaciones de alumnos tengan ingresada en sus memorias la idea del Nunca más.

Ninguna otra institución oficial de la comunidad judía asumió una actitud similar.

Hubo algunos homenajes con la lectura de nombres en templos o la lectura de textos en agrupaciones, y también la colocación de algunas placas recordatorias, pero falta por parte de la comunidad judía de la Argentina el respeto por la militancia, la pertenencia y la memoria de los 1.900 judíos desaparecidos, secuestrados, torturados y violados en actos de barbarie nazi -similares a los de la Europa de la Segunda Guerra- que nos diera la Shoá.

Nada atenuará nuestro dolor.
Quisiéramos saber lo ocurrido a cada uno, que no nos borren sus nombres del recuerdo, queremos el castigo de los culpables, no como venganza sino como justicia, por el valor histórico ejemplar que ello implicaría.
Nada nos devolverá a los hijos que soñaron con un mundo sin hambre ni opresión, un mundo en el cual los avances científicos logrados por la inteligencia y la dedicación estuvieran al servicio de la Humanidad, aún sabiendo que hubo errores que dejaron experiencias y enseñanzas que significaron sangre y dolor.
Les queda a las nuevas generaciones el mandato de recoger las banderas y empuñarlas, defendiendo la democracia y ayudando a perfeccionarla, recordando que cada ciudadano es responsable de lo que ocurre, y que los gobiernos no son un ente ajeno a cada uno de nosotros.
Nuestro pueblo ha persistido por sobre las persecuciones, inquisiciones, vetos y humillaciones gracias a la Memoria; y es en este campo que, con los actos recordatorios, borramos las figuras fantasmales de los desaparecidos, devolviéndoles su identidad.
Ayúdennos a ello.