Nadando en la Bolsa

En este relato en primera persona echamos un vistazo al particular mundo de la Bolsa de Valores vista por los ojos de uno de sus actores, un "trader".
Por Daniel Hamburg Piekar. Colaboración: Mario Hamburg Piekar

Hoy me desperté sobresaltado. Como todas las noches soné con números y gráficos, pero esta vez sucedió algo diferente: había una fiesta y yo era el invitado principal, pero estaba desnudo, estaba gritando y estaba solo.

Aunque las negociaciones en Bolsa de Valores empiezan recién a las 10 de la mañana, el mercado de Futuros ya está abierto desde las 9, así que no tengo tiempo que perder. Mientras desayuno, escucho el “morning call” en mi celular, un corto informativo sobre el mercado financiero que una empresa especializada me manda todos los días hábiles.

Ya más despierto prendo mi notebook y abro la plataforma de negociación on-line, un sistema que me permite comprar y vender acciones, contratos futuros, bonos, títulos del tesoro y diversos productos financieros de renta fija y variable.  Todo desde la comodidad de mi casa. Hace casi diez años que puedo llamarme un inversor, pero recién empecé como un trader propiamente dicho en 2018, cuando vendí mi fondo de comercio de un restaurante y me dediqué por completo al mercado financiero. En términos relativos, soy un principiante en este mundo, comparto esta forma de vivir con otras experimentadas personas que ya tienen muchos años acumulando pérdidas y ganancias en la espalda.  Personas a las que nunca he visto ni veré.

Es verdad que la palabra “trader” suena mucho mejor que “especulador”. Pero es eso lo que realmente somos. Especulamos que el precio de un determinado activo subirá o caerá, comprando y vendiendo para obtener ganancia. Todo ocurre en un corto intervalo de tiempo, muchas veces en minutos. Eso es lo que se llama day trade, porque los negocios siempre empiezan y terminan en un mismo dia. Claro que no todo el mundo hace day trade, están también los que hacen swing trade; son los que apuestan que una determinada acción subirá o caerá a lo largo de los próximos días, semanas o incluso meses. Pero eso es otra historia. Días, semanas o meses me parecen una eternidad cuando en pocos minutos puedo ganar el mismo sueldo que millones de seres humanos trabajando un mes entero. A simple vista puede parecer fácil hacer fortuna de esta forma. Pero las apariencias casi siempre engañan. La gran mayoría de los que caminan por esta senda termina en la bancarrota,  perdidos dentro de un laberinto de deudas y con problemas psicológicos. No hace mucho un trader principiante se quitó la vida después de perder mucho más que todos sus ahorros, dejando a su viuda con grandes deudas. Es cierto que cuando la comunidad de traders se enteró, se organizó una vaquita virtual para ayudar a la familia.  No fue compasión, somos supersticiosos, todos sabemos que ese final está siempre a nuestro acecho y queremos alejarlo.

En este momento estoy monitoreando el gráfico de precios del Dólar Futuro. Creo que la gran mayoría de las personas, las cuales no consigue entender ni siquiera el concepto de interés, mucho menos comprenderá el de Mercado de Futuros. A pesar de que pensamos mucho en dinero, cómo gastarlo o cómo ganarlo, son pocos los que realmente entienden su significado. Los billetes que usamos todos los días no son nada más que papeles de colores, pero les damos mucho valor. Eso es simplemente porque sabemos que las otras personas con las que convivimos, también les dan mucho valor. Pero todo depende del contexto social en que estamos. Si voy a comprar un paquete de fideos y trato de pagar con un billete de 10 dinares tunecinos, seguro que el cajero me va a mirar con cara extraña. En ese contexto, ese billete no es más que un papel de colores. El dinero es una construcción social muy compleja que ha llevado mucho tiempo en ser desarrollada y adoptada. Algunos dirán que el dinero es el mejor invento del mundo. Otros dirán que es el peor. De cualquier forma parece que siempre ha existido el dinero o un sucedáneo del mismo y que continuará existiendo por mucho tiempo más, no importará que se transforma en dígitos en un computador o en nuevos papeles de colores y nombres diferentes.

¡Alerta!  Parece que encontré una tendencia de caída en el gráfico de los mini contratos de dólar futuro con vencimiento en el primer día del mes que viene. Son operaciones de un minuto máximo.  Voy a realizar una operación de venta y, si tengo suerte, obtendré una buena ganancia comprando lo mismo más barato de lo que lo vendí.  Pero ¿Cómo vender y después comprar?  Debería ser al revés, ¿no? ¿Acaso es posible vender algo que no se posee?  Bueno, en el mercado financiero casi todo es posible. Es lo que se llama venta corta, o “short selling”. Primero pido prestado ese papel, ejecuto la venta de ese papel y después de un tiempo hago la recompra, devolviendo el préstamo del papel a su dueño original. Es algo así como pedir prestado el auto a un amigo, venderlo a otra persona por $1.000 para después recomprar el mismo auto por $900 para finalmente devolverlo a nuestro amigo. Resultado: ganancia de $100.  En ciertas circunstancias, ese “amigo” recibe una pequeña ganancia en concepto de interés o alquiler por el hecho de habernos prestado el auto.  En el mercado financiero ese “amigo” es el “bróker”, es decir la corredora de acciones. Pero debemos tener la suerte de poder recomprar el auto a un precio menor que el de la venta. Y realmente “suerte” es la palabra correcta. Estadísticamente hablando, sólo el 50% de las operaciones que realizamos resultan en ganancia.  La otra mitad es pérdida.  Como tirar una moneda al aire. Puede dar cara o cruz. Si es cara gané, si es cruz perdí. Si es así, entonces ¿Cómo es posible ganar plata como trader?  La clave está en cuánto ganamos y cuánto perdemos en ese juego de “cara o cruz”. Si ganamos, será por lo menos tres veces lo que perdimos. Si sale “cruz” perdemos 1, pero si sale “cara” ganamos 3. Muchas técnicas matemáticas existen para conseguir ese 3 por 1, pero requieren una explicación sumamente compleja.  Ponerlas en prácticas con consistencia no es algo puramente técnico, también exige un poco de arte e intuición, como en cualquier oficio. Así como un luthier construyendo una guitarra, un chef de cocina preparando un risotto o un periodista haciendo un reportaje en vivo, la experiencia es tanto o más valiosa que el conocimiento técnico.

Esta vez tuve suerte. Salió “cara”. Salí de la operación con un gain de 100 dólares, ganancia en el lenguaje del mercado financiero. Nada mal.  Existen muchas chances son de que salga “cruz” en la próxima, en ese caso, cuándo pierda deberá ser un máximo de 30 dólares. Gerenciamento de riesgos, esa es la clave. Ahora si me preguntan: ¿Hay personas detrás de esos numeritos en la pantalla?  Si las hay ¿Quiénes son esas personas que me compraron y me vendieron?  ¿Son otros traders como yo? ¿O serán grandes empresas? ¿Ganarán o perderán como yo? ¿Es posible que mis acciones hayan contribuido con el colapso de una empresa y el consecuente despido en masa de trabajadores? Nunca lo sabré, al final, el mercado es un gran anónimo. Un otro desconocido, sin nombre, sin voz, tal vez todo es solo un juego.  Y si no lo es hago un esfuerzo en convencerme de que esas operaciones son como gotas en un océano. Somos como sardinas nadando en el mar, tratando de aprovechar las corrientes y las mareas. Cuando nadamos, nosotros las sardinas, no tenemos ninguna influencia sobre las olas que llegarán a la playa. Eso solo pueden lograrlo las llamadas “ballenas”, así denomino a los grandes players, fondos de inversión de empresas gigantes y multimillonarias que realizando sus operaciones pueden acabar provocando un tsunami.  Ya escucho las críticas, si diluyo la influencia de mis acciones diluyo mi culpa.  Es verdad, como también lo es que sin sardinas no habría ballenas.  Soy parte del sistema. Puede ser que todos salgamos perdiendo al fin y al cabo. Pero para ser franco, todo esto poco me importa poco en realidad, ahora lo único importante fue ese número +100 que me aparece en la esquina superior derecha de la pantalla. He ganado.

Debo seguir. Debo monitorear el gráfico de Dólar Futuro.  ¿O mejor el Índice Futuro? ¿O tal vez alguna acción de una empresa multinacional?  En realidad no interesa el producto que está siendo negociado. Pueden ser sacos de café, barriles de petróleo, acciones de una empresa de electricidad o plumas de avestruz, lo que importa es que el producto negociado tenga mucha liquidez y volatilidad. Liquidez quiere decir que existen muchas personas y empresas comprando y vendiendo grandes cantidades en un corto período de tiempo. Volatilidad quiere decir que el precio sube y baja rápidamente. Pero en el Mercado de Futuros la abstracción llega a otro nivel. Aquí no hay realmente ningún producto real por detrás de lo que se negocia. No existe café, petróleo, empresas, plumas ni nada. Al igual que en el caso anterior del Dólar Futuro, no existen dólares de verdad.  Es sólo una idea.  Estoy comprando lo que se llama un mini-contrato. Una promesa de que el día primero del mes que viene estaré recibiendo 10.000 dólares de la persona que me lo vendió. Pero esa persona no tiene dólares. Ni nunca los tendrá. Cuando llegue el día del vencimiento del contrato, esa persona me dará un equivalente en moneda local de esos 10.000 dólares, a la cotización del día definida por el Banco Central.  Pero tampoco me dará billetes.  Serán sólo números en una pantalla. La ilusión estará completa. Pero yo nunca voy a esperar que llegue ese día. Antes del vencimiento, tendré comprado y vendido esos contratos futuros muchas veces, tratando siempre que sea posible, de vender más caro de lo que compré, al igual que todo el resto de las sardinas y ballenas en el mar.

Puede parecer que no, pero el mercado de futuros no es algo reciente. Fue inventado por los holandeses durante su Siglo de Oro. En el año 1635 comenzó la conocida Tulipomanía o Crisis de los Tulipanes. Hermosos tulipanes, flores exóticas que fueron traídas originalmente de Turquía, empezaron a ser cultivadas en suelo holandés y luego negociadas como raros objetos de lujo, como si fueran diamantes o algún otro bien precioso. Una burbuja especulativa empezó a formarse y los precios comenzaron a subir y subir, llegando a valores exorbitantes. Un bulbo fue negociado por el equivalente de 24 toneladas de trigo. Fue durante ese tiempo que alguien pensó en vender cosechas futuras de tulipanes, en vez de vender las propias flores. Así nacieron los contratos futuros, que en ese momento eran llamados de windhandel (‘negocio de aire’). Pedazos de papel con promesas de tulipanes que ni siquiera habían sido cultivados todavía. Pero en 6 de febrero de 1637 la burbuja estalló y ya nadie quería comprar esos pedazos de papel. Tampoco las propias flores. Personas de todas las clases sociales fueron a la bancarrota de un día para el otro.

Ya son casi las 6 de la tarde, hora en que cierra el mercado. Después de mi éxito inicial, la Bolsa comenzó a “andar de costado”, esto es, los precios de los activos se mantuvieron más o menos sin variación. Como consecuencia, saqué durante el resto de la jornada dos “cruz” y una “cara” por lo que el resultado del día fue de una ganancia poco más de 100 dólares, considerando los costos operacionales e impuestos que tendré que pagar.  Como todos, yo también tengo que pagar la cuenta de luz, las expensas, el cable, internet, la tarjeta de crédito y el resto de las cosas innecesarias a las que estamos acostumbrados. Colaboro como todos a que el engranaje de la economía siga funcionando. Es posible que todo funcione a pesar de mí y de los que, como yo, crean capital de la nada. También lo hacen los gobiernos cuando emiten billetes, sustentados en nada más que por la construcción social del valor del dinero.

No hay dudas de que soy un hombre afortunado.  No necesito salir de mi casa durante esta pandemia del Covid-19 para ganar dinero.  Mi oficina está a pocos metros de mi dormitorio. Siento que vivía una especie de cuarentena desde antes del virus, así que estoy acostumbrado al aislamiento, de los otros, con quienes hablo, con quienes intercambio números y papeles de colores, quienes no me importan y a quienes no importo.

Mañana puede ser que no tenga tanta suerte. O tal vez sí. Al final todo lo que importa es que aquel numerito en la esquina superior derecha de la pantalla que indica si he ganado o si he perdido.  Siempre que alguien gana, alguien tiene que perder.  Acepto las reglas. Yo no las hice. No tengo la culpa de que funcione así.