Al tenso clima social dentro del país se sumó la explosión en Líbano

Israel, entre tempestades externas e internas

Tal como era esperable, tras la explosión en Beirut, algunas miradas empezaron a dirigirse a Israel, pero no hay nada que permita pensar que se haya tratado de un ataque intencional ni que el responsable pueda haber sido el gobierno de Netanyahu, que ya mandó ayuda humanitaria y que se encuentra jaqueado en el frente interno. Desde hace dos meses enfrenta manifestaciones con reclamos sobre temas tan variados como la mala gestión de la pandemia, la consecuente crisis económica y social, las implicaciones del primer ministro en tres casos de corrupción y la falta de acción frente al conflicto con los palestinos.
Por Damián Szvalb

Apenas se conoció la explosión en el puerto de Beirut, muchos pensaron que se había desatado un nuevo capítulo, como siempre trágico, en el conflicto entre Israel y Líbano. La razón, la de siempre: Hezbolá. Otros conectaron este hecho con otro episodio sensible sucedido en ese país: sugirieron que podía tratarse de una acción de ese grupo terrorista para mandar un criminal mensaje a los jueces que en pocos días tenían que determinar si los cuatro hombres que están acusados de haber asesinado al expremier Rafik Hariri el 14 de febrero de 2005, todos miembros de Hezbolá, son culpables o no.
En un país como Líbano, que ha vivido una larga guerra civil y que se encuentra en una región donde sobran los conflictos, no es extraño que una explosión como la de del martes se asocie rápidamente con un ataque intencionado. Pero a medida que pasaron las horas, esas dos hipótesis fueron perdiendo fuerza hasta prácticamente desaparecer. Las primeras investigaciones indican que la trágica explosión se produjo por la combinación de negligencias cada vez más habituales en un país que está atravesando una crisis política, económica y sanitaria (por el Covid-19) sin precedentes.
Líbano es conducido por una dirigencia política que desde hace meses viene siendo cuestionada en la calle, acusada de dilapidar fondos públicos y de solo preocuparse para repartirse el poder (por ley se reparte el poder entre las minorías para que todas participen teóricamente en la gobernabilidad del país). Un “que se vayan todos” libanés.
Ya en octubre del año pasado, las masivas manifestaciones lograron derribar al gobierno de coalición tras forzar la renuncia del exprimer ministro Saad Hariri. El nuevo Ejecutivo declaró el default y la deuda pública es una de las más altas del mundo. Casi la mitad de los 4,5 millones de habitantes ya cayó bajo la línea de la pobreza y la tasa de desocupación está por encima del 35%.
Los feroces enfrentamientos entre las diferentes fuerzas políticas del país, manipuladas y exacerbadas por el intervencionismo iraní a través de Hezbolá, vienen impidiendo que Líbano encuentre una salida institucional para salir del colapso en el que está inmerso.
Los que alimentaron las especulaciones en torno a que Israel estuvo detrás, relacionaron la explosión con que hace unas semanas en el sur de Líbano se registraron enfrentamientos entre Israel y Hezbolá. Eso hizo que el gobierno de Bibi Netanyahu acusara a esa organización de haberse querido infiltrar en Israel. Luego ordenó una respuesta militar y el Ejército disparó fuego de artillería sobre la frontera sur libanesa. En ese momento Netanyahu advirtió que haría responsable a Líbano y Siria de cualquier ataque perpetrado por Hezbolá desde sus territorios.
Esta es una posición histórica de Israel: como el gobierno libanés reconoce a Hezbolá como un partido político que tiene representación parlamentaria y ocupa espacios importantes de poder, el gobierno no puede hacerse el distraído y sacarse responsabilidad por lo que haga ese grupo desde su territorio. Pero más allá de esto, no hay ningún elemento para pensar que se trató de un ataque intencionado y mucho menos que el responsable haya sido Israel, que por otro lado ya ha enviado ayuda humanitaria hacia el otro lado de la frontera.

Explosiones por doquier…
El gobierno de Israel deberá mirar con mucha atención lo que pase de ahora en más en Líbano, sobre todo los movimientos siempre amenazantes de Hezbolá. Pero Bibi Netanyahu no parece tener mucho margen político para descuidar su frente interno que sigue muy enrarecido.
Las manifestaciones, que ya llevan casi dos meses, parecen que efectivamente continuarán “hasta que renuncie”. Eso habían prometido los organizadores cuando empezaron a convocar a los israelíes para que que salgan a la calle. Lejos de bajar su intensidad, las protestas cada vez suman más gente (el sábado habrían participado alrededor de 10 mil personas). Todos comparten una variada agenda de reclamos: desde la mala gestión de la pandemia del Covid-19 y de la crisis económica y social que esta generó, hasta las implicaciones del primer ministro en tres casos de corrupción, También se cuela en los reclamos el conflicto con los palestinos.
Como les pasa a muchos gobernantes, el coronavirus sumergió a Bibi en una crisis política inesperada. Tan solo hace un mes y medio, parecía que la pandemia estaba bien controlada y todo el mundo ponía a Israel como ejemplo. Pero el rebrote de casos fue gravísimo (llegando a 2.000 casos por día) y ahora el número de casos diarios sigue siendo alto (siguen superando el millar). Sin embargo, las autoridades israelíes creen que aún tiene una “ventana” de dos semanas para tener controlada la expansión del coronavirus antes de tomar medidas drásticas, como regresar al confinamiento o cierres totales o parciales.
Todas las esperanzas del gobierno y de la población ahora están puestas en el designado coordinador nacional para la pandemia, Ronni Gamzu, quien parece haber tomado su rol con mucha responsabilidad y firmeza. Si bien advirtió que «ningún país con niveles de morbilidad tan altos como en Israel lo ha gestionado sin cierres», apostó por no recurrir en estos momentos a medidas de confinamiento porque «el Gobierno es sensible a la delicada situación socioeconómica y las dificultades de la población».
Para cerrar, y volviendo a Líbano, desde hace meses Israel viene advirtiendo sobre el poder destructivo que acumula Hezbolá. De hecho, hace no mucho denunció que en el puerto de Beirut este grupo acopiaba explosivos y armamentos. Si por esta tragedia, Hezbolá percibe que pierde legitimidad en Líbano, a nadie le extrañaría que “caliente” aún más la frontera con Israel. Otra preocupación para Bibi.