-¿Cómo explicás la reacción de diferentes organizaciones judías fuera de Israel frente al proyecto de anexión de partes de Cisjordania?
-Creo que Netanyahu agregó la gota que hizo rebasar el vaso de la paciencia. El rechazo a la anexión puso en cuestionamiento la tradicional solidaridad con Israel de muchos judíos en el mundo y el virtual acatamiento de las dirigencias comunitarias judías, y particularmente las de Latinoamérica, a las directivas del gobierno israelí. De hecho, Netanyahu viene a socavar los esfuerzos por mantener vivo el proceso y la esperanza de la paz. Al anexar Cisjordania, Netanyahu está proclamando: “Tiramos a la basura la histórica consigna de que los territorios conquistados a los palestinos en una guerra de defensa en 1967 son una carta a jugar en un futuro proceso de paz”. Netanyahu convierte esta consigna en una verdad que ya no es, en una mentira. De concretarse la anexión que Netanyahu prometió a su base electoral en las últimas elecciones, ya no se podrán seguir justificando las limitaciones a los derechos civiles y humanos de los palestinos por motivos de seguridad en una situación de beligerancia temporaria. Desde ahora, el Estado de Israel con el que tantos judíos en el mundo buscan identificarse, al verlo con orgullo como un país judío y democrático, pasará a ser oficialmente un Estado Apartheid, Será un Estado donde los judíos tendrán derechos por serlo y los palestinos se verán oficialmente limitados en sus derechos, en su movimiento, en su libertad de expresión.
-¿Qué iniciativas están promoviendo desde J-AMLAT para intentar revertir esta situación, tanto en relación al proyecto de anexión como respecto a la falta de respuestas por parte de las dirigencias comunitarias?
-Evidentemente, como individuos, en comunidades donde las dirigencias comunitarias se alinean automáticamente a la derecha de los gobiernos israelíes a pesar del alto precio que esto le imprime a sus propios «representados», es muy difícil hacer e influir. Para eso fundamos hace unos años a J-AMLAT, la organización cuyo objetivo es constituir el puente entre progresistas en América Latina e Israel. Un puente que una al otro Israel, el de los movimientos por la paz, la convivencia, los DD.HH. y la justicia social, con los individuos y grupos de judíos librepensantes, personas que eligen ideales y no obediencia debida a la procedencia. Buscamos justicia para todos, y no justicia para los judíos, solo por el hecho de serlo. Para ellos estamos en J-AMLAT, para darnos apoyo mutuamente, para luchar juntos por nuestros ideales, aunque sea a distancia.
Desde J-AMLAT, que ya realizó actividades en Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, México e Israel, amén contar con adhesiones de individuos en otros países del continente y hasta de latinoamericanos que viven en España o EE.UU., trabajamos en Israel continuamente con el Foro de ONGs por la paz, y en los últimos meses decidimos sumarnos a un nuevo movimiento judío mundial: J-LINK, comprometido con la paz en Israel, y con el judaísmo plural y abierto, que deberían ser banderas del Estado de Israel, pero en los cinco gobiernos de Netanyahu dejaron de serlo. J-LINK representa a cientos de miles de judíos en EE.UU. (J-STREET, con 220 mil afiliados que pagan su cuota al movimiento), Canadá (J-SPACE), YAJAD (Inglaterra), J-CALL (Europa), Sudáfrica y Australia. En conjunto, redactamos una carta dirigida al gobierno de Israel para alertar sobre la tragedia a la que nos empujará la anexión, no solo desde el punto de vista de la injusticia hacia los palestinos, sino por el alto precio que habremos de pagar israelíes y judíos en el mundo por esta decisión ilegal e inmoral.
Dicha carta fue firmada por más de 100 instituciones judías en el mundo y numerosas delegaciones que se constituyeron en cada país. Las mismas solicitaron, en forma ordenada y según las reglas de la diplomacia, presentarla a los embajadores israelíes en las capitales donde sirven. Muchos de estos embajadores, que dicho sea de paso, en su expreso mandato está el mantener asiduo contacto con las comunidades judías locales, aceptaron realizar encuentros, que debido a la pandemia se llevaron a cabo vía Zoom. Así lo hicieron también los embajadores de Israel en México y Chile, por ejemplo; mientras que en Argentina, la embajadora Guilat Ronen evitó dar una respuesta, y cuando la dio fue de hecho negativa, alegando que la carta que se pretendía entregar hablaba de un hecho teórico que no se había concretado aún.
-¿Cuál es el próximo paso que están planificando?
-Por una parte, está aún firmándose un petitorio suscrito por latinoamericanos que viven en Israel y a lo largo del continente, bajo el título de «Anexión, no en nuestro nombre». Pero a nivel de las delegaciones que se conformaran en los diferentes países como coordinadoras de organizaciones y personalidades judías independientes, pasarán ahora a tramitar entrevistas con las Cancillerías de sus países de residencia y paralelamente intentarán dialogar e influir con y sobre las instituciones centrales de cada país. Creemos que sería lógico que las instituciones judías centrales se adelanten a declarar su desacuerdo, reservas o por lo menos desconectarse de responsabilidad por la decisión del gobierno de Israel de efectivizar la Anexión de la Cisjordania. Se trata de una decisión que contradice a la Ley Internacional y pretende ser un clavo en el ataúd del golpeado proceso de paz y de la solución de Dos Estados para dos Pueblos. La anexión es una decisión que ya es atacada no solo por enemigos de Israel, sino especialmente por amigos. Una decisión que amenaza con despertar violentas reacciones no solo contra Israel, sino contra aquellos que respalden esa medida. Por todos estos y otros motivos, es importante que las instituciones judías expresen el interés judío y de los judíos que ellos representan, que contradice definitivamente la anexión de territorios en Cisjordania y el sometimiento de los palestinos que son sus habitantes a una suerte de apartheid.
-Netanyahu afirmó que el 1 de julio comenzaría el proceso de anexión, con apoyo de Trump. Pero esto aún no ocurrió. ¿A qué atribuyen que esa promesa electoral no se haya concretado?
-No cantamos victoria antes de la gloria, aunque creemos que la protesta generalizada tuvo su influencia en lo que vemos como una postergación en la intención de Netanyahu, y no su anulación. Evidentemente, el hecho de que cientos de exjefes de las FF.AA., los servicios de seguridad, diplomáticos y otras personalidades proclamaron su oposición a la anexión y a sus letales consecuencias para la democracia israelí, influyeron. El hecho de saber que organizaciones judías en todo el mundo, y en los últimos días incluso se sumó el lobby judío proisraelí en EE.UU., se oponen a la anexión y al entierro de la fórmula de «Dos Estados para dos pueblos», también tuvo su influencia. Sumado a todo esto, la gran reticencia en Israel a destinar esfuerzos en tiempos de un agravamiento de la pandemia por la conducta irresponsable de Netanyahu al término de la primera oleada de coronavirus, terminó de convencerlo de que debía buscar un momento mejor. Pero sigue siendo vital para él encontrar ese momento durante el mandato de Trump, lo que nos obliga a quedarnos en guardia en los próximos meses.
-¿Más allá de la oposición a la anexión, qué otras acciones están impulsando desde J-AMLAT?
-Hemos crecido cuantitativa y cualitativamente en los últimos meses. Lo comprobamos en las miles de entradas a nuestro Facebook, el éxito de nuestro newsletter y la cantidad de firmas al petitorio «Anexión, no en nuestro nombre», así como la participación de cientos de entusiastas interesados en varias sesiones de Zoom que realizamos con distinguidos participantes de Latinoamérica e Israel. Esta reacción nos demuestra que hay demanda para lo que tenemos que ofrecer y que nuestra propuesta vino a llenar un vacío existente en el panorama comunitario judío latinoamericano. Por supuesto que hay socios potenciales, como es Nueva Sion, con el que tengo el honor de colaborar desde principios de los años ’70, y el movimiento político que lo respalda. Pero en estos días de doble pandemia: coronavirus y anexión, comprobamos que hay muchos a los que se puede sumar. Y que juntos, somos más.