1.
-¿Sabemos las cosas más básicas del atentado contra la AMIA?
-No. No sabemos de dónde salió el explosivo, dónde se armó la camioneta-bomba; quién se llevó la Trafic desde lo de Carlos Telleldín, quién la dejó en el estacionamiento, quién la retiró ese mismo lunes del ataque y quién fue el suicida. Tampoco tenemos idea de quién entró o salió del país para cometer el atentado. De manera que si no sabemos nada -que es la realidad-, no es sencillo establecer quién ordenó esta masacre y la de la Embajada de Israel.
2.
-¿Estamos seguros que se usó la Trafic?
-A mí me parece que sí. El trabajo de los fiscales, después de la muerte de Alberto Nisman, permitió determinar que los restos metálicos encontrados en las víctimas se corresponden con una camioneta Trafic. El análisis se hizo con un microscopio de barrido electrónico, tecnología que Nisman se negó a usar porque temía que le arruine pruebas. En cualquier caso, el motor se encontró en medio de los escombros, por lo que indefectiblemente le dieron algún uso, fue parte del plan. Hoy, lo más sólido es que se usó como coche-bomba.
3.
-¿Sabemos algo del suicida?
-Esos mismos fiscales usaron la genética para establecer que entre los restos humanos había algunos que no se correspondían con el ADN de los familiares de las víctimas. O sea, podría presumirse que fueron restos de un supuesto suicida. Está claro que, en cualquier caso, no fue el suicida que señaló Nisman, Ibrahim Berro, porque la prueba genética dio negativa respecto del hermano de Berro que ofreció su sangre para hacer la comparación. La respuesta sensata a esta pregunta es: puede ser que hubiera un suicida, no es seguro, en cualquier caso no sabemos quién es ni cómo entró a la Argentina.
4.
-¿Sabemos quién se llevó la Trafic de la casa de Telleldín?
-No. El juicio contra Telleldín está en marcha y habrá fallo en diciembre o después de fin de año. Por ahora no surgió nada claro: la versión de El Enano es que vino alguien con los dólares y le compró la camioneta con un documento falso. No veo que se sostenga la idea de que terroristas fundamentalistas hayan confiado en El Enano, como le decían a Telleldín.
5.
-¿Está claro que Hezbollah organizó el ataque?
-No, para mí no está claro. Lo aseguran los servicios de inteligencia de Estados Unidos e Israel, pero en la causa judicial la evidencia es más que débil. El coordinador sería el libanés Samuel Salman El Reda, aunque el nombre no está muy confirmado, en combinación con el exagregado cultural Mohsen Rabbani. Es muy difícil establecer el autor intelectual si no uno tiene al autor material y, en este caso, como decimos en la pregunta nro. 1, no hay nada esclarecido. Yo diría que si hoy traen a la Argentina a cualquiera de los imputados, no tendrían chances de condenarlo en un juicio justo. Es una afirmación que, de otra manera, salió de la boca del juez Rodolfo Canicoba Corral: «Hay informes de inteligencia, no prueba judicial». En Londres, el tribunal británico opinó que no había suficientes pruebas para extraditar a quien fuera embajador iraní en Buenos Aires, Hadi Soleimanpour.
6.
-¿Por qué fracasó la investigación?
-Yo creo que hubo una mezcla. No hubo voluntad política del gobierno de Carlos Menem que decidió enterrar el caso para no tener más confrontación con los países islámicos y, tal vez, por no profundizar en sus compromisos incumplidos con algunos mandatarios de Siria o Irán. Pero tampoco Estados Unidos exhibió demasiado interés: el país del norte recién le dio importancia al terrorismo después de 2001, tras el ataque a las Torres Gemelas. Ni siquiera intervino contra Al Qaeda antes de esa fecha, pese a que el FBI insistía en que Bin Laden era un peligro. Demás está decir que nuestros servicios de inteligencia y nuestra policía nunca estuvieron preparados para investigar nada, mientras que los dirigentes comunitarios quisieron mantener buenas relaciones con el gobierno y no se indignaron en ningún momento con la burla en la que se convirtió la causa, politizada por el gobierno de Menem.
7.
-¿Y cuál es la perspectiva?
-Como cualquiera puede intuir, la perspectiva es mala. En primer lugar, porque pasaron 26 años y es difícil encontrar evidencias. La unidad AMIA, copada por el macrismo, pone el acento en detener a Salman El Reda, aunque El Líbano no aportó ningún dato certero. Pero diría que el centro del esfuerzo del aparato judicial-político-mediático, alineado con la derecha internacional, está en la utilización de la causa AMIA para apuntar contra Irán y lo que ellos llaman «el populismo». En este último terreno, no veo que puedan progresar mucho con los expedientes del Memorándum y la muerte de Nisman. El primero fue un tratado -bueno o malo, constitucional o inconstitucional- que buscó dar un paso en la causa. Lo votó el Congreso y ni siquiera entró en vigencia. No puede ser delito. La causa de la muerte de Nisman no avanzó ni un milímetro en cinco años, porque el fiscal se suicidó. De manera que les resultó imposible encontrar a alguien que, sin dejar rastros, haya entrado en el edificio, en un departamento cerrado por dentro y en un baño cuya puerta estaba bloqueada por la cabeza de Nisman. La utilización mayor del caso AMIA será en el terreno internacional, no en la búsqueda de un acuerdo de limitación nuclear como pretendió Barak Obama, sino en la política agresiva que encarnan los actuales gobiernos de Estados Unidos e Israel.
En ese marco, será difícil encontrar respuestas para los familiares, que la han peleado durante estos 26 años, ni para la sociedad argentina. Es que si no sabemos las cosas más elementales, es imposible construir una investigación sólida sobre todo lo demás. A nosotros nos queda no bajar la guardia: estar siempre al lado de los familiares, que fueron -y son- lo más limpio de esta tragedia.