La situación de Abú Mazen es «crítica», en palabras del líder palestino Saeb Erekat. Gran Bretaña le acusó de no haber tomado medidas para evitar la salida de los observadores que propició el asalto pese a que recibió tres cartas advirtiéndole de lo que podía suceder. La UE exige que ponga fin a los ataques contra europeos y amenaza con la ayuda económica. Y sectores de su partido, Al Fatah, exigen su dimisión y la disolución de la Autoridad Palestina (AP), tras una jornada de una masiva huelga general.
«El Ejército israelí no sólo desarmó a la policía palestina en Jericó, sino que despojó a la AP de su último resto de honor», declaró Taisir Nasralá, líder de Al Fatah en Naplusa y uno de los firmantes de una carta de militantes del partido en el que se exige a Abú Mazen que, tras la «humillación sin precedentes de Jericó», renuncie y decrete el fin de la AP para acabar con la ficción de un proceso de paz negociado.
Abú Mazen se justificó afirmando que propuso a británicos y estadounidenses soluciones a sus vagas «preocupaciones de seguridad» en Jericó, como trasladar a los presos a Ramallah, pero que su oferta nunca fue contestada. Fuentes de la AP culparon directamente a Israel de pretender debilitar a Mazen para que Hamas se convierta en el único referente político palestino y así poder llevar a cabo sus planes unilaterales.
«Lo de Jericó es el asesinato político de Abú Mazen», declaró una fuente anónima palestina al diario israelí Yedioth Ahronoth.