En noviembre del año pasado, en un discurso en la cumbre de la Liga Antidifamación en Nueva York, el actor Sacha Baron Cohen denunció que existen negadores del Holocausto en Facebook y que a través de un simple clic, Google lleva a sus lectores a los sitios negacionistas más repulsivos. “Uno de los jefes de Google una vez me dijo, increíblemente, que estos sitios simplemente muestran los dos lados del asunto. Esto es una locura” Baron Cohen, que tiene un título en Historia, argumentó que en internet todo aparece como igualmente legítimo. “Hemos perdido, pareciera, un sentido compartido de los hechos básicos sobre los que depende una democracia”.
Sin entrar en el debate respecto de si la negación del Holocausto debe estar criminalizada o no (Zuckerberg, por ejemplo, defiende el derecho de los negacionistas a publicar posturas que él encuentra “personalmente” ofensivas), la idea de que las posiciones negacionistas deben ser “respetadas” por ser meramente “perspectivas” dentro de un “debate” es de una banalidad inusitada y no resiste un análisis serio. Sin embargo, es parte del enorme malentendido que existe alrededor del concepto de “apertura mental” que conecta con la tentación posmoderna de las versiones paralelas.
Aunque el concepto de “apertura mental” tenga enorme mérito en sí mismo y sea de una importancia enorme en el pensamiento crítico, es importante notar que una mente completamente abierta es, también, una mente completamente vacía.El mero hecho de que existan múltiples versiones y significados alrededor de un tema histórico no significa que todas sean igualmente válidas y respetables. Una actitud de apertura y humildad intelectual no implica el igual respeto de todas las perspectivas; por el contrario, implica una consideración de todas las perspectivas posibles, seguida de una evaluación crítica de tales perspectivas sobre la base de sus méritos. En otras palabras, la actitud de apertura y humildad intelectual debe estar apuntalada por una búsqueda tendiente a la Verdad con mayúscula; esa búsqueda implica también el coraje de adoptar una posición sobre temas claves que hacen a nuestra humanidad compartida y que tienen implicancias en el presente y el futuro.
Baron Cohen tiene razón cuando señala a la negación del Holocausto como un problema significativo que ha conducido a algunos comentaristas por un camino ofensivo y demostrablemente defectuoso, con consecuencias relativistas insostenibles y contradictorias. Existe una masa de evidencia exhaustiva, convergente y corroborativa de múltiples fuentes, incluyendo autores materiales, víctimas, y miles de testigos, que sitúan al Holocausto en una posición en la cual no necesita defenderse. Más aún, la negación del Holocausto no es una mera posición académica de índole intelectual, ya que necesariamente implica una acusación de conspiración e invención por parte de los sobrevivientes, y la negación de la responsabilidad de los genocidas nazis. En otras palabras, la negación del Holocausto no es solamente insostenible a nivel de evidencia empírica y consenso académico, sino que es también altamente ofensiva a nivel moral.
Es importante reconocer el tema de fondo que conecta con las preocupaciones de Baron Cohen. Vivimos en una sociedad en el que la verdad está bajo ataque desde variopintos rincones ideológicos. Que la verdad es una concepción compleja; que debemos estar en guardia en contra de posiciones dogmáticas; que es importantísimo escuchar a los demás; que la emergencia de nueva evidencia puede llevarnos a reevaluar ciertos aspectos de nuestro conocimiento histórico tales como las causas y las consecuencias de determinados hechos; que conocerlo todo sin error alguno es imposible; que el historiador no es un observador neutral; que las visiones del mundo influyen en la forma de presentar los acontecimientos históricos; que la objetividad pura en la representación y explicación del pasado está más allá de nuestra capacidad humana…estas son nociones cruciales y razonables en lo que hace al conocimiento histórico. Sin embargo, ninguna implica el respeto a lo demostrablemente falso y éticamente erróneo. En este sentido, reivindicamos una perspectiva que es teoréticamente sólida y practicable según la cual nuestro entendimiento de la verdad usualmente tendrá un elemento de provisionalidad o de trabajo en progreso. Sin embargo, es perfectamente válido -y de hecho necesario en una sociedad en funcionamiento- el poder comparar juicios basados en ese entendimiento con otros juicios sobre la base de que son más coherentes y más completos en su reconocimiento de la evidencia disponible.
Que la historia no sea una ciencia social objetiva no implica que sea completamente subjetiva. El elemento inevitable de la subjetividad en nuestros juicios de ninguna manera entraña una subjetividad completa; no existe un argumento lógico válido para apoyar esa posición. Nuestros juicios pueden ser provisionales debido a que están sujetos a revisión en el futuro, pero esto no los vuelve relativos ni completamente subjetivos.
El reconocimiento de la existencia de múltiples perspectivas es muy importante en el proceso del pensamiento crítico, pero ese reconocimiento es sólo el principio del viaje intelectual. El pensamiento crítico involucra precisamente la evaluación y la emisión de juicios razonados y justificados, informados por aceptados principios epistemológicos y de la lógica, así como también, en ciertos casos tales como la negación del Holocausto, por estándares éticos universales. No tiene nada de “cerrado” reconocer que algunas perspectivas son erróneas y ofensivas. La idea de que son “el otro lado del asunto” les otorga una legitimidad que simplemente no poseen, y es, como dijo Baron Cohen, “una locura”.
* Filósofo y Profesor de Historia. Autor de del libro “The Coherent Past: A Guide to Truth in the Post- Truth World”. Reside en Australia.
** Académica en University of the Sunshine Coast (USC) y Profesora de Historia. Reside en Australia.