La ilusión de la izquierda

El Dr. Moisés Salinas Fleitman , rector de la Universidad ORT de México, y representante de la Unión Mundial de Meretz ante la Organización Sionista Mundial, escribe para Nueva Sion sobre las tendencias electorales en Israel, y el comportamientos de los distintos bloques ideológicos en los últimos 30 años, como marco para pensar el sistema político actual.
Por Moisés Salinas Fleitman

El sistema electoral Israelí es sumamente dinámico.  La falta de una constitución suprema con un umbral que le permita estabilidad jurídica, hace que el cambio de leyes básicas que gobiernan los procesos democráticos sea posible con una simple mayoría, y por tanto, las reglas del juego, los partidos, y por supuesto las coaliciones, sean poco estables.

Eso crea una serie de ilusiones en la percepción de la gente sobre lo que sucede en el electorado Israelí, y más aun, un espejismo de que es posible para el centro izquierda gobernar al país.  Si bien esto suena como un mal presagio, como fatalista, y sin embargo, no es una opinión, son datos duros.  Y esto es porque a pesar de que el sistema electoral es muy fluido, los resultados electorales de los bloques de las últimas décadas han sido sorprendentemente consistentes.

Desde 1988, ha habido en Israel 12 elecciones.   Si dividimos, por simplificar, a los partidos en 5 grupos distinguibles: Derecha, Izquierda, Centro, Religiosos y Árabes, podemos ver variaciones importantes en todos los grupos menos en los religiosos y los árabes que suelen ser relativamente consistentes.  La Izquierda ha sufrido un declive significativo (en general a favor del centro) y la derecha ha tenido importantes altibajos:

Sin embargo, si conectamos los bloques para crear dos grandes grupos, Arabes-Izquierda-Centro (AIC) y Derecha-Religiosos (DR) los resultados son notablemente consistentes:

En general, las preferencias electorales de los Israelíes han cambiado poco.  Pero lo que es más importante es el ver que en los últimos 35 años, el bloque de AIC solo ha logrado una mayoría en dos ocasiones.  En 1992 con Itzhak Rabin, y el 2006 con Ariel Sharon.  Y eso es si incluimos a los partidos árabes, que en general, los políticos Israelíes de los partidos sionistas son muy reacios a considerar.

Es por ello que la idea de romper esa barrera artificial que mantiene a los partidos árabes relegados fuera del gobierno, si bien es éticamente y jurídicamente correcta y necesaria, no es, bajo ningún concepto, una solución.  Se nos olvida que en las pasadas elecciones Benjamín Netanyahu no logro una mayoría no por la fortaleza del centro izquierda, sino por su rivalidad y animosidad personal con Avigdor Liberman, líder de un partido nacionalista y populista que bajo ninguna circunstancia se puede considerar un aliado natural del centro izquierda (excepto, tal vez, por ser rabiosamente secular).

Es también importante recalcar dos correlaciones interesantes (que no necesariamente son causales).   AIC solo ha logrado alcanzar la mayoría en la knesset cuando ha sido liderada por militares distinguidos, héroes de guerra (inclusive en 1999, cuando hubo un empate técnico de 60-60, el líder de AIC fue Ehud Barak),  y solo después de que una intifada había dejado una cicatriz muy profunda en el psique de los israelíes (la primera intifada que empezó en 1987 y duro 5 años, y la segunda  que inició en el 2000 y también duro 5 años).

¿Qué significa esto para el futuro de la Izquierda en Israel?  La idea de que una unión Árabe-Izquierda pueda ser un cambio paradigmático es claramente una quimera.  Si se lleva a cabo, es porque moralmente ha llegado la hora de dejar de excluir a un grupo significativo de ciudadanos de la participación política, pero no por una ventaja electoral.  Por otro lado, no me aventuro a especular si es necesario un líder carismático y con credenciales bélicas, o algún nuevo conflicto violento que deje una huella dolorosa en Israel para mover la aguja de la balanza electoral.  Pero lo que si me queda claro es que la ventaja de la derecha en Israel no es un fenómeno nuevo ni reciente.  Es una tendencia de largo plazo que solo se rompe en casos particulares, y que cuando lo vuelva a hacer, los lideres de la izquierda deben entender que se debe capitalizar la oportunidad para resolver algunos de los problemas que detienen el desarrollo sustentable, la paz y la justicia social en Israel.