«El que domina el presente, controla el pasado. El que controla el pasado,
domina el futuro».
George Orwell
La memoria colectiva es constitutiva de todo pueblo. Tenemos una lectura común del pasado que nos marca lo que hoy queremos ser y hacia donde apuntamos como sociedad, así como nos une e identifica. Por supuesto, nunca es una visión homogénea sobre el pasado, sino muchas interpretaciones en disputa. Sin embargo, existe algo que podemos llamar memoria histórica y tiene que ver con lecturas que hegemonizan la construcción de sentido sobre un pasado común y que guían ritos, costumbres, significados y tradiciones colectivas.
Iom Hazikaron es uno de esos momentos que vuelve a recordar a todo ciudadano que, entre todas sus identidades, es israelí. Miles de personas se reúnen en el cementerio, en las calles, en las casas, para recordar a algún familiar o amigx que ya no está debido al conflicto militar con sus países vecinos. La muerte como antagonismo de la vida misma, vuelve a aparecer acá para llenar de sentido a su opuesto. Si la vida es todo lo que transcurre hasta el momento de la muerte, la muerte es ese momento de cierre que vuelve a dar significado, el punto nodal de la vida misma. La muerte, en este caso, se vuelve tragedia, rencor, orgullo. El llanto es por la pérdida, pero es también llanto a una guerra que atraviesa toda la vida en Israel.
Iom Hazikaron reúne en un mismo día toda esa descarga pulsional para conformar un mar de lágrimas que vuelven a otorgar significado: “se murieron para defender la patria, para defender a sus hermanos y hermanas”; “se murieron por el terrorismo palestino”. En la postulación de un «para” y un “por», la muerte construye sus narrativas.
Al sonido de la sirena, todxs se quedan quietxs recordando con la flamante bandera israelí al frente. Abrazos, consuelos, besos, memoria, multitudes. Gabriel Tarde hablaba de la multitud como un momento de exacerbación de las emociones, instancia constitutiva de toda vida común. Cualquier israelí hablaría de dolor y tristeza, minutos antes de la patria y el orgullo nacional. Es que apenas se aproxima la noche, Iom Hazikaron se transforma en Iom Haatzmaut, la conmemoración de la independencia de Israel.
Mientras del otro lado de la frontera se recuerda la catástrofe, el Nakba, en Israel pasan de la muerte a la vida de un minuto al otro. No es casualidad, las fechas son continuas por algo. Es el concepto de lxs caídxs en nombre de la patria. Que a la muerte le siga la vida se le puede extraer muchos valores, así también puede permitir pensar mucho qué plasma como sociedad.
El nacionalismo israelí, la vertiente que triunfó del histórico nacionalismo judío, es clave para entender Israel. La política, la sociedad, la economía, la religión, todo entra en relación con esta fuerte identidad nacional. El nacionalismo arrastra toda una historia de persecución al pueblo judío, de debate político sobre la salida al fracaso de la emancipación judía y del anhelo histórico de regresar a la tierra de Jerusalén. Así también, incorpora rasgos del propio proceso israelí: ya sea el proyecto educativo, como en todo país del mundo, o incluso la guerra con los países vecinos.
Concentrándonos en este último punto, hay muchos aspectos del conflicto para pensar, pero detengámonos en cómo éste ha reforzado cierto nacionalismo. La amenaza de un otrx siempre vulnera la propia identidad, nos pone en un lugar de supervivencia. Esto puede llevar a incorporar elementos del afuera o a reforzar una postura propia. En el caso israelí, hegemoniza la segunda. Hay toda una estructura que sostiene el orgullo por la nación y que cada vez que entra en cierta crisis, vuelve a reforzarse con el conflicto armado. La supervivencia física, la amenaza militar externa, obliga a continuar con una estructura militar que atraviesa a todx ciudadanx de entre 18 y 21 años: el servicio militar. Es un momento obligatorio en que «te convertís en adulto» poniéndote al servicio de la nación.
Los rituales colectivos vuelven a sostener esa estructura, pero esta vez desde la memoria y la multitud. Iom Hazikaron refuerza el nacionalismo y la idea de ponerle un fin a la guerra. El gran interrogante en la lucha por la significación es cómo se interpreta ese fin: fuerzas de extrema derecha hablarían de un exterminio de la población palestina y fuerzas de extrema izquierda de una convivencia binacional. En el medio juegan los matices. El lenguaje que circula en este rito da pautas de qué interpretación está ganando esta batalla por la hegemonía. Cuando se habla de terrorismo o de salvajismo palestino, se anula la existencia de un deseo en ese “otrx amenazante”, cuando se habla de mártires se alimenta el discurso de la guerra como salida casi inevitable. ¿Por qué en Iom Hazikaron no se generan movilizaciones multitudinarias contra gobiernos de derecha que mandan a su pueblo a morir a través de sus políticas de choque? ¿Por qué en Iom Hazikaron la culpa casi siempre es del palestino? En la omisión también radican los significados.
No se puede pensar hoy a Israel sin Iom Hazikaron porque pondríamos en jaque toda una estructura social. A lo mejor eso abre una puerta para resignificar y buscarle otra vuelta de tuerca al conflicto. Entonces, ¿qué Iom Hazikaron queremos?