¿Cómo sabremos que esta crisis ha terminado?

Porque esta crisis va a terminar. Cada catástrofe que hubo, en algún momento llegó a un punto final. Las guerras empezaron con disparos en tierras extranjeras y terminaron con vecinos besándose en las puertas de sus casas. Nuestros científicos han dominado a la tuberculosis, la lepra, el HIV y la polio. Puede llevar meses y puede incluso llevar años, pero ellos van a encontrar una cura y la gente se va a recuperar. La humanidad ha sobrevivido a eras de hielo, hambrunas y desastres nucleares. Y va a sobrevivir a esto. Esta crisis, un día, va a terminar. Y cuando ese día llegue… ¿cómo lo sabremos?
Por Lev Taylor *

 

El mundo antiguo tenía rituales para cerrar los ciclos de experiencias desagradables. Cuando los enfermos volvían de la cuarentena, eran sometidos a una serie de siete baños, recibían nuevas ropas y eran afeitados de la cabeza a los pies[i].

Nosotros, también, nos vamos a bañar a nuevos. Vamos a mirar al agua y al jabón de manera diferente. Vamos a llorar en la ducha para producir tanto agua como sea posible, sabiendo que esas gotas desinfectantes son el secreto de la vida misma.

Y aun no sabremos si la crisis ha terminado.

Los sacerdotes de la Biblia oficiaban ceremonias para indicar que los problemas habían terminado. Como parte de la recuperación de la enfermedad, hacían ofrendas de tortas sin levar,harina, aceite y sangre animal[ii]. Y le agradecían a Dios por su buena salud con sus sacrificios. Ellos sacudían sus manos en el aire, juntando los ingredientes, simbolizando su completud [iii].

Nosotros, también, vamos a hacer ofrendas. Vamos a volver a los barcitos reabiertos y vamos a elevar nuestras copas al aire y vamos a celebrar nuestra supervivencia con porrones de cerveza y vasos de whisky y vamos a decir Lejaim como si nunca hubiéramos sabido lo que significaba brindar “por la vida” antes de todo esto.

Vamos a estar agradecidos y agradecidas. Le vamos a agradecer a Dios estar entre quienes sobrevivieron. Le vamos a agradecer a Dios que incluso aquellos que no sobrevivieron estarían orgullosos y orgullosas de ver la continuidad del mundo que construyeron. Nos vamos a dar cuenta de que nunca deberíamos dar por sentado pasar, por ejemplo, un día bebiendo con amigues y familia. Vamos a entender, de verdad, que la vida es un regalo.

Y aun entonces, no sabremos si la crisis ha terminado.

Nuestros rabinos sabían cómo marcar las transiciones con palabras. Cuando pasaban cosas buenas por primera vez en mucho tiempo, ellos instituyeron que deberíamos decir “bendecido seas, el Eterno nuestro Dios, Creador del Universo, quien nos ha mantenido vivos y nos sostuvo y nos permitió alcanzar esta estación”[iv].

Vamos a hacer cosas viejas por primera vez. Vamos a jugar con nuestros hijos e hijas en las plazas de nuevo. Y ellos y ellas van a conocer a nuevos amigos y amigas por primera vez. Y nosotros vamos a salir de nuestras casas sin razón alguna, solo para tocar en las puertas viejos amigos y amigas y ver sus caras por primera vez. Y nos vamos a abrazar. Y nos vamos a besar. Y vamos a ir a los cines y a los boliches y a los gimnasios y las sinagogas. ¡Sí! Vamos a llenar seguramente nuestras sinagogas de nuevo. Y vamos a atesorar estos momentos y agradecerle a Dios que vivimos para verlos.

Y todavía no sabremos si la crisis ha terminado.

Nuestros rabinos sabían cómo marcar lo bueno con lo malo. Ellos sabían que no toda transición implicaba que en ella habita una recuperación. Ellos sabían que a veces la gente moría y se sentía como si el mundo entero hubiese sido destruido. Ellos sabían cómo marcar eso. Nos dijeron que rasguemos nuestras vestiduras y dejemos crecer nuestros cabellos[v]. Ellos sabían que a veces tantos seres queridos morirían que debíamos destrozar guardarropas enteros[vi].

Vamos a atravesar un duelo. Todavía no sabemos cuántos de nosotros y nosotras vamos a atravesar un duelo. Pueden ser solo los miles que ya se han muerto. Vamos a aprender a no decir que “solo” hay millones de muertos. Tal vez perdamos a alguna persona que amamos. Tal vez perdamos a muchas personas que amamos. Vamos a atravesar un duelo por todos ellos y ellas.

Vamos a llorar en las calles, vamos a participar de procesiones de funerales por quienes no tuvieron la chance de duelar debidamente durante la cuarentena. Vamos a derramar lágrimas por cada vida que fue tomada muy pronto. Cada vida que haya sido tomada se habrá ido muy pronto. Nos vamos a juntar en casas y liberar toda nuestra tristeza y furia.

Nos vamos a sentir culpables. Porque, después de todo, sentirse culpable es parte del proceso de duelo y sobrevivir no es siempre una causa de celebración. Y, aunque no lo creamos a primera vista, nos vamos a recuperar. Y vamos a seguir adelante.

Y aun no sabremos si esta crisis habrá terminado.

Porque esta crisis todavía no va a haber terminado.

Si dejamos nuestras casas y volvemos a nuestros viejos trabajos para pagar el alquiler o las hipotecas en las mismas casas que antes para a duras penas sobrevivir en las mismas ciudades, el coronavirus no habrá sido derrotado. En ese caso, apenas habremos firmado un armisticio con la enfermedad, sabiendo que otra plaga nos va a atacar otra vez. Este no va a ser el último virus. Cualquier esfuerzo por retornar a la normalidad solo va a exacerbar los problemas que arrastrábamos de antes.

Nunca más vamos a discutir con otros porque la pasta está seca o porque faltan rollos de papel higiénico o porque no hay más leche en la heladera. Nunca más vamos a mirar nuestros platos y preguntarnos para cuánto tiempo nos va a alcanzar la comida que tenemos enlatada. No podemos volver a los días de la escasez.

Antes de que podamos seguir adelante, tenemos que asegurarnos de que todas las necesidades básicas de la humanidad sean alcanzadas de manera incondicional. Acceso a la salud, comida, agua y energías limpias van a ser considerados derechos humanos. Cuando peleemos por ellos, pelearemos por que todos y todas tengan acceso a ellos. Vamos a insistir en esto de la misma manera que los líderes mundiales juran al final de cada guerra que nunca más van a empuñar las armas, solo que nosotros esta vez lo vamos a decir de verdad.

Y aun así, esto no será suficiente para que podamos decir que esta crisis ha terminado.

Nunca más va a haber gente que siga trabajando cuando están enfermos o enfermas porque morirse de hambre suena peor que morirse por una enfermedad. Nunca más la gente va a estar a un sueldo de distancia de caer en la indigencia. Nunca más va a haber desalojos de viviendas familiares. Nunca más va a haber gente que tenga que pensar cómo hacer para aislarse cuando no tiene siquiera un lugar para vivir. El acceso a la vivienda va a ser un derecho otorgado en base a la necesidad, para que estas crisis nunca, pero nunca, se repitan.

Y esto no será suficiente para que podamos decir que todo terminó.

Porque hay, hoy, entre nosotros, personas vulnerables, ancianas y discapacitadas que nos están diciendo que el aislamiento ya era su práctica cotidiana, y que no lo eligieron voluntariamente. Porque hay personas enfermas que ya sienten que son una carga para la sociedad, cuando en realidad sus vidas son un regalo de Dios. Porque hay familias separadas por fronteras y hay una escalada del racismo que hace que mucha gente sienta incluso más miedo. Y sabemos que la soledad y la discriminación y el miedo hacen que la vida se vuelva insoportable. Vamos a juzgar a nuestra sociedad no por la fuerza de su economía sino por la fuerza de sus miembros mas débiles. Solo cuando podamos estar seguros de que el valor de la vida humana no es mensurable vamos a poder trazar una linea divisoria con el pasado.

Y ese día va a llegar. Esta crisis va a terminar. Cada catástrofe que hubo, en algún momento llegó a un punto final.

Y vamos a marcar ese día. Cada ser humano que esté vivo va a firmar una nueva constitución internacional, jurando lealtad solo el uno ante el otro y ante Dios. Y vamos a jurar proteger a todo aquello que vive y al precioso planeta que lo sostiene. Y en ese documento vamos a consagrar los derechos que nunca creímos posibles. Y va a ser un punto de partida, una referencia, para todo lo que venga después.

Y todos y todas, alrededor del mundo, van a suscribir a ello.

Nosotros no sabremos si esta crisis ha llegado a su fin porque todo vuelva a ser como era antes. Nosotros sabremos que esta crisis ha llegado a su fin cuando estemos seguros de que todo ha cambiado.

Entonces, y solo entonces, vamos a saber con certeza que esta crisis ha terminado.

*Lev Taylor es estudiante rabínico en el Seminario Leo Baeck de Londres, Reino Unido. Este artículo fue publicado originalmente en inglés en su blog https://simlev.blog/, donde se presenta como alguien que “ama a la Torá y odia al capitalismo”. Traducción a cargo de Pablo Méndez Shiff.

 

[i] Lev 14:1-10

[ii]Lev 7:1-15

[iii]Plaut 787

[iv]Berajot 54a

[v]Rambam Mishneh Torah Hilchot Avel 7

[vi]Rambam Mishneh Torah Hilchot Avel 8