Pesaj

Sobre las cuatro hijas

Raquel Elior, profesora de Filosofía judía en la Universidad Hebrea de Jerusalem, rescata las voces de mujeres silenciadas por la literatura hebrea de todos los tiempos hasta llegar a “cuatro hermanas” escritoras del siglo XX que cambiaron la desmemoria femenina.
Por Raquel Elior. Traducción: Tamara Rajczyk. *

En vez de referirme a los cuatro hijos, escribiré sobre las cuatro hijas. No las clasificaré bajo las categorías tradicionales que plantea la Hagadá -el sabio, el malvado, el ingenuo y el que no sabe preguntar-, sino que hablaré de las silenciadas, las olvidadas, las marginadas y parceladas.

En el Libro del Génesis (capítulo 5), se narra la historia del hombre desde Adán hasta Noé y se nombran los diez patriarcas del mundo, pero sobre las matriarcas, sus parejas, los escritores bíblicos desplegaron un manto de silencio absoluto. También en la Hagadá de Pesaj se habla sobre los cuatro hijos, sin recordar a las hijas. Y estos no son los únicos ejemplos: la memoria judía se centra generalmente en la historia de los varones, mientras que las experiencias de mujeres están destinadas a desaparecer en las profundidades del olvido.

Como historiadora de las voces excluidas del canon, me pregunto cuáles son las que debería traer acá. Recordaré a Eva que vio siete cielos abiertos y la profecía de la carroza: “…Y miró hacia el cielo y vio una carroza de fuego con cuatro águilas iluminadas… Y ángeles que las preceden” (en “El libro de Adán y Eva”, de los libros externos[1], cap. 33, pág. 14). O puedo traer el recuerdo de Emzara hija de Beruchel, mujer de Noé, cuyo nombre no aparece en el Génesis y solo es citado en el “Libro de los jubileos” (4: 33). ¿O el recuerdo de su bisabuela Edna hija de Daniel, mujer de Enoc hijo de Jared, madre de Matusalén? ¿O el nombre de la madre de Enoc, Bracha bat Ratzuel? Todas ellas integrantes de la familia del hombre y participantes del proceso de pasaje de la naturaleza a la cultura. ¿O tal vez debería citar a las hijas de Job, Yemina, Kezia y Keren-hapuc, a quienes su padre desheredó?

¿O tal vez podría evocar las voces de cuatro escritoras del siglo XX que cambiaron la desmemoria femenina y su silenciamiento a lo largo de generaciones e iluminaron zonas desconocidas de la vida física y espiritual de mujeres y hombres?

La primera es Dvora Barón (1887-1956), que escribió textos maravillosos y demostró, por primera vez, que las mujeres eran capaces de crear literatura en hebreo, a pesar de que ninguna lo había hecho antes, desde fines de la era bíblica y hasta comienzos del siglo XX. Desde el principio de su escritura iluminó oscuros rincones de la vida familiar judía en las aldeas rusas y supo narrar momentos de gracia humana de un modo en el que nadie lo había logrado hasta entonces.

La segunda es Yojeved Bat Miriam (1901-1980), poeta con orientación mística que escribió en un lenguaje encubierto sobre el mundo develado y el oculto y rezaba en sus poemas por la apertura de los ojos del espíritu en las profundidades del mundo material. Bat Miriam escribió los versos que inspiraron mi trabajo de investigación sobre el pensamiento místico que aborda la unión de los opuestos: “Mayor que lo develado es lo oculto y más excepcional que lo existente es el secreto de la nada. / Ordéname, Dios, y miraré / lo que habita detrás de la frontera del ojo” (“A la distancia”, poemas, pág. 146). A partir de la muerte de su hijo Zuzik en la Guerra de la Independencia (1948), expresó en su poesía el dolor que nunca halló consuelo.

[1] Publicado en Haaretz, 08.04.2009.

[1] Libros escritos durante la época del Segundo Templo que no ingresaron al canon bíblico.

La tercera es Dalia Ravicovich (1936-2005) que maravilló con su talento para escribir sobre la felicidad desde las profundidades del dolor, desde el punto de vista femenino, en su poemario “El amor de la naranja” (1959) y se atrevió a hablar sobre la humillación y el sufrimiento de una niña educada en el kibutz, pero llegada desde la ciudad, demoliendo también en su libro “Muerte en la familia” (1976) la imagen idealizada de la vida kibutziana.

 

Ravicovich profundizó aún más su mirada cuando escribió acerca del sufrimiento de aquellas que carecen de escucha en su estremecedor poema “Revoloteo a baja altura” y desafió a la sociedad en todo lo relacionado con las mujeres violadas y asesinadas. Su gran inteligencia, la dimensión de su mirada crítica y la profundidad de su humanismo capaz de compadecer y voltear las convenciones se expresaron en sus poemas sobre el dolor de las madres árabes que perdieron a sus hijos en la Primera Guerra del Líbano: “Y esta es la historia del niño muerto en el vientre de su madre en enero de 1988 en circunstancias políticas defensivas” (En “Todos los poemas hasta ahora”, pág. 285). Su escritura sobre los heridos de guerra y las víctimas de la sociedad expresan la identificación humana más allá de todo límite.

La cuarta es Amalia Kahana Carmón (1926-2019) que propuso una voz original por medio de la creación de un lenguaje personal en su libro “Bajo un mismo techo” (1966). Así, en su relato “Neima Sasón escribe poemas”, escrito desde dos puntos de vista, creó un lenguaje nuevo y esbozó el carril por donde comenzaría a transitar la crítica de género, adelantándose a su tiempo.

Estas “cuatro hermanas”, cuyo recuerdo he traído aquí, fueron creadoras amantes de la libertad y el saber que rehusaron aceptar el lugar al que habían sido destinadas por la tradición. Las cuatro rompieron los moldes diseñados por los hombres en lo referente a los conceptos de saber, verdad, igualdad y justicia relativos al lugar de las mujeres en la sociedad e hicieron oír la voz femenina silenciada y marginada de la memoria escrita.

* Publicado en Haaretz, 08.04.2009

[1] Libros escritos durante la época del Segundo Templo que no ingresaron al canon bíblico.