La pandemia en tiempos de Bolsonaro

Brasil en su laberinto

Desde Sao Paulo, el psicólogo y Máster de Opinión Pública Eduardo Sincofsky traza para Nueva Sion una pintura antropológica -y a la vez cargada de información sustantiva- sobre las contradicciones, excentricidades y sin sentidos de la particular experiencia brasileña del coronavirus.
Por Eduardo Sincofsky

Brasil vive momentos de intensa volatilidad. Se respiran aires turbios, turbulentos, aunque paradójicamente San Pablo, su ciudad principal, tenga hoy el menor índice de polución en años, siguiendo la tendencia de otros países.

Que Bolsonaro sea un personaje caricaturesco, grotesco, una copia berreta de Trump, es algo conocido por todos. La novedad de estos días es la ampliación de su onda expansiva, corriendo límites antes impensados.

El Gobierno consolidó este viernes una ofensiva mediática obscena con la divulgación en redes sociales afines  de una campaña inédita: “O Brasil não pode parar”.

Allí pregonaba la lógica  económica de seguir viviendo la cotidianidad, promoviendo una suerte de desobediencia al aislamiento recomendado por la OMS para preservar vidas. La inversión total de ese spot se  estima en 1 millón de dólares, cifra bastante cuestionada en un país que tiene deficiencias nítidas es su Sistema de Salud Pública.  Ayer sábado la Justicia de Río de Janeiro emitió una cautelar impidiendo la divulgación de ese vídeo, por ir contra las recomendaciones de las autoridades de salud. La campana era una copia adaptada de una muy parecida (Milano NON si ferma), realizada por el municipio de Milán el 27 de febrero, que esta semana el mismo alcalde de la ciudad italiana reconoció como un error haber difundido. Si no fuera suficiente ir contra la ciencia global y recomendaciones de autoridades competentes, se dobla la apuesta repitiendo de forma vernácula una campaña que sus gestores originarios reconocen como equivocada. Errada la original, errada la copia.

La versión brasilera tiene algunos detalles a destacar: de las 23 imágenes que muestra la secuencia, 19 corresponden a situaciones representadas por personas negras, apelando que cada uno de los que allí se menciona “no pueden parar”. En sí misma, toda una metáfora del gobierno está escondida allí: ellos no deben parar, el país precisa que el sistema continúe. Un esfuerzo más, para quien ya era vulnerable, parece decirle “dale, a ponerle el hombro que hay que seguir….” Es también una tentativa clara de mostrar a Bolsonaro como un líder popular, que supuestamente se preocupa por los que menos tienen. Una aberración conceptual en términos de salud publica, en favor de la economía. A contramano de todos los países. Excepto Italia, no existe ejemplo en el mundo con una acción del gobierno de ese tipo.

La ofensiva también fogonea caravanas de autos en diferentes ciudades del país, tocando bocinas en pro del retorno de la actividad económica (Camboriu, Porto Alegre y San Pablo tuvieron sus “carreatas” este viernes).

El gobernador de San Pablo, Joao Doria, fue amenazado este viernes, por apoyar el aislamiento total. Doria curiosamente fue aliado del Presidente, y abandonó el barco bolsonarista mucho más por oportunismo que por convicciones. Es parte de la anticipación en la derecha por ver quien comanda las elecciones en 2022.  Doria surge como un candidato más previsible,  totalmente afinado con el establishment. En la crisis actual subió el perfil notablemente, a partir  de una confrontación directa con Bolsonaro. Su postura en los comunicados lo colocan más del  lado de un presentador de eventos en empresas, un gestor de la racionalidad. Cualquier  parecido con alguna experiencia reciente en argentina es mera coincidencia.

 Una batalla triple

Si buena parte del mundo lucha contra el coronavirus y sus efectos, Brasil vive estos días una batalla triple: al coronavirus y la ya mencionada postura suicida de Bolsonaro, se le suma una guerra sórdida que empieza a gestarse producto de la postura de vaivenes y contradicciones del Presidente. Hay varios actores en este debate:

– quienes defienden la continuidad del aislamiento, con los gobernadores de San Paulo y Río a la cabeza, sumadas a practicamente todas las entidades intermedias y la mayor parte de la sociedad civil

– el ministro de Salud, que en el inicio gozaba de amplia aceptación en la opinión pública (la aprobación del ministro es 16 puntos mayor que la de Bolsonaro en el manejo de la crisis) y fue luego acomodando su discurso al de su jefe, generando rispideces  con gobernadores, y sobre todo enviando mensajes disímiles a la opinión pública, casi el anti-manual en tiempos de crisis. Hoy vuelve atrás y defiende el aislamiento y una postura más confrontativa con Bolsonaro.

– un nuevo actor, inesperado hasta aquí: una elite empresarial que comenzó a alzar voces en la semana sobre los riesgos de parar el país por completo. Varios empresarios de primera plana comenzaron esta ola con publicaciones en sus redes sociales, dando sustento a las locuras de Bolsonaro. Era el empujón que faltaba para agitar la grieta local, que paso del PT vs Anti PT a quienes defienden el aislamiento total vs quienes hacen malabares para argumentar que la economía no puede parar y que hay que hacer un aislamiento “vertical”, solo de grupos de riesgo.

Encendida la mecha, la “guerra comunicacional” se desata en diversos ámbitos.

“Hipocrecia não tem fim….”

Este podría ser el título de un nuevo samba de Tom Jobim sobre esa elite económica. Lo que antes se decía a escondidas, posiblemente de manera tímida en rueda de amigos entrada la madrugada, con cierta culpa clasista, hoy se vocifera en plaza pública sin el menor desparpajo. Culturamente, el Brasil de Bolsonaro produjo ese efecto de sentido: hoy dicen sin pudor en público lo que siempre pensaron, se sienten avalados, fortalecidos, con el supuesto derecho que el dinero justifica cualquier acción del estado. La propia Confederación Nacional de Industrias, emitió un comunicado el viernes apoyando el llamado aislamiento “vertical”.

El motivo que está detrás de esta avanzada, no es simplemente una expresión de clase. La economía brasilera fue una de las que más sufrió en estas primeras semanas de pandemia: el real se derritió pasando la brecha de los 5 x cada dólar (más del 25% de devaluación), la bolsa llego a caer 40 puntos, y la fuga de capitales hasta la primera quincena de marzo (U$D 10 miles de millones) ya es mayor que toda la salida de capitales durante 2019. Es ese el motivo real por el que el empresariado busca un retorno a la vida normal, quieren recuperar lo más rápido posible las pérdidas millonarias de este primer trimestre. Datos recientes muestran una caída estrepitosa del consumo en las últimas dos semanas, que ronda ya un 50% en las trasacciones por tarjeta.

A diferencia de Argentina, que se encamina unida en la lucha contra la pandemia, hoy Brasil se divide entre diferentes discursos, por fuera y dentro del propio estado. La falta de  coordinación es latente, y puede tener consecuencias desastrosas, si se compara con ejemplos semejantes observados en Italia.

El estado brasilero  da señales esquizofrénicas. Empujados por la presión de diputados, pero sobre todo por el ruído de cacerolas de esta semana, el Gobierno concedió un paquete de medidas para apoyar a autónomos (R$ 600 por mes durante 3 meses), pequeñas y medias empresas (casi 8.000 millones de dólares para pagar salarios de pequeñas empresas) y condonación de deudas a estados de la federación.

Parte del establishment financiero va por más. Pide un “Plan Marshall” para salvar la economía, los mismos que durante años pregonaban libertad de mercado. La cara de disgusto del ministro de Economía Paulo Guedes anunciando las medidas paliativas, un esmerado “Chicago Boy” distribuyendo dinero público, era todo un síntoma del displacer enfrentado. Es el mismo que dijo que el dólar alto no estaba mal: “antes era una fiesta absurda, las empleadas domésticas iban a Disney con el dólar a 1.80″. Es  parte del mismo grupo que hacía pronósticos agoreros de que si el PT ganaba en 2018, el dólar llegaría a 4. Esta semana pasó la barrera de los 5, como ya fue dicho.

La fuerza de los panelazos de esta semana fue importante, dando a entender que algo se resquebrajó en la base de apoyo del actual gobierno. Ya van 12 días seguidos las cacerolas que se escucharon fuerte en las principales capitales del país. Cuesta entender que un 35% de la población aun apoye este gobierno, aunque esas cifras sean bastante menores que las que consiguió en octubre del 2018, cuando obtuvo más del 57% de los votos. Quienes se arrepienten y sacaron sus cacerolas (o audios, los panelazos high tech permiten cacerolear yendo del sofá al balcón.)

No lo hacen porque sientan repulsión a alguien que siempre dijo que se inspira en Carlos Brillante Ustra (su esposa tuvo dos audiencias oficiales en el Planalto), torturador y mayor símbolo de la dictadura brasilera. O porque sus políticas contra el medio ambiente vayan a contramano del mundo. Interesante que tanto en el coronavirus y el cambio climático, Bolsonaro es un paria global, pero la pandemia corre a una velocidad mucho mayor, y los efectos en el día a día del brasileño común son palpables, mientras que el cambio climático es algo del territorio conceptual.

Aún  sin poder extrapolar en todo el colectivo, podría decirse que buena parte de la comunidad judía paulista se encuentra en este grupo. El hecho de que Bolsonaro apoye a Israel y haya prometido trasladar la embajada a Jerusalén operan como blindaje ante cualquier critica.

La misma hipocresía de la elite empresarial se repite en muchos de quienes votaron a Bolsonaro, y hoy  le dan la espalda. Entre sus argumentos, colocan algo así como “era lo que Brasil precisaba en su  momento, pero es un loco…” (…) “Se precisaba derrotar al PT, pero  demuestra en el dia a día que es un loco, y su gobierno un  desgobierno”. La economía entra en caída libre. El manejo de la pandemia es desastroso. Pero si el PT o alguna fuerza de progresista volvieran a tener chances reales de ganar en 2022 -algo impensable en este momento-, se podría apostar que lo volverían a votar. Hipocrecia não tem fim, reloaded.

“In meme we trust”

  La pelea comunicacional de fondo, en tiempos de confinamiento, se da en las redes sociales. El actual presidente, sumadas sus 3 principales redes (facebook/instagram/twitter) suma 35 millones de seguidores. Se especula que el discurso inflamado del martes 23 de marzo, que dictó el tono de tu postura hasta hoy, fue sobre todo un mensaje hace adentro de tu tropa, con el objetivo de muñir de argumentos el ejército de seguidores y trolls que diseminan sus disparates. A pesar de ser imposible de probar, si se confirmara, es bizarro pensar que una política pública de un país en medio de una pandemia, sea pautada por los humores y compartidas de seguidores en redes sociales. Las mismas especulaciones periodísticas dan cuenta de que  ademas de dirigir el mensaje a su base de seguidores, fue un gesto hacia empresarios que comenzaron a hacer lobby amenazando con despidos masivos si no se relajaba el aislamiento.

La génesis de su candidatura y presidencia se gestó en memes, en cadenas de WhatApps. Son las mismas que hoy avasalladoramente reproducen casi a diario memes bufándose de sus locuras (“el brasilero bucea en una alcantarilla y no le pasa nada…” “el vírus no pasa por el vidrio blindado de las agencias de Loteria…”….). La producción es vasta, la fórmula se le vuelve en contra. La batalla por la narrativa está dada.

Es triste el momento por el que atraviesa el país. La alegría brasilera dio lugar a parsimonia, la quietud de la cuarentena solo se solapa por los discursos de Bolsonaro. El mayor temor está en cómo se comportará el virus en áreas de alta densidad poblacional, favelas donde se pide lavar con agua y jabón, pero no hay agua potable. En las favelas, es el propio tráfico organizado el que impone la ley del “toque de queda”, una muestra clara de que si el estado duda o  tiene contradicciones, otros se encargan de dictar la ley.

Brasil tiene la misma población que Alemania, España e Italia juntas. A favor, una distribución  etaria más joven, pero una densidad mayor en áreas desfavorecidas. En contra, un presidente que se esfuerza diariamente por subir el tono. Perdió la chance  de unir a la nación en torno de una causa única, producto de sus contradicciones y arrugues frente a la presión del establishment.  Muestra cierto placer en el conflicto, es motor y obstáculo de su discurso. En la pelea se encuentra su esencia. La sensación es que apostó a la lotería: una diseminación leve del virus. Este es el dilema que enfrentan millares de brasileros que desean que este presidente salga lo más rápido del poder, pero que el pais sufra lo menos posible con esta pandemia. Para aquellos que ahora se suben a las criticas, “no hay acolhol gel que limpie las manos de quien voto Bolsonaro”.  Y los que aun insisten en quebrar el aislamiento, una buena propuesta pública surgida es que firmen un documento en el cual rechazan el uso de respiradores, en caso que les sea necesario.

Los memes incluidos de esta nota son del sitio Brasilerissimos