La crisis política israelí

El Golem

Los artificios y el candor de la centroizquierda israelí se disiparon cuando Gantz, incapaz de responder al mandato presidencial para formar coalición y reemplazar –de una vez por todas- a la extrema derecha gobernante, decidió cobijarse bajo la frazada de su adversario Netanyahu. La epidemia lo justifica todo, repite Gantz, como si la alianza con un primer ministro que destintegró los restos del estado de bienestar social y redujo brutalmente la salud pública, pueda contener los embates del Covid 19.
Por Moshé Rozén, desde Nir Itzjak, Israel.

Alrededor del año 1600 –o sea, mucho antes del aislamiento por «Coronavirus»- un erudito rabino de Praga, llamado el Maharal –abreviatura hebrea de su nombre, Yehuda Low Ben Betzalel-, eligió retraerse a un pequeño altillo. Se cuenta que el Maharal estuvo encerrado durante veintiocho años.  Java, su humilde pero abnegada hija, le alcanzaba cada noche alguna frugal comida pero el sabio sólo tomaba un ínfimo bocado y volvía a sus estudios.

Así fue como, al cabo de tres decenios de reclusión, surgió el Golem, un gigantesco muñeco, probablemente modelado en barro por el Maharal: el docto rabino pudo, con fórmulas todavía secretas, otorgarle vida y – se dice- la enorme criatura sería capaz de resolver las penurias de una judeidad acosada por la hostilidad circundante, inclusive para hacer frente a aquellos que, en su afán de perseguir a esta sufrida grey, la acusaban de propagar las epidemias que hicieron estragos en la Europa medieval.

La leyenda del Golem tal vez inspiró a gran parte de la ciudadanía israelí que, deseosa de poner fin al largo y agobiante del Rey Bibi, inventó un mitológico príncipe, una tentadora mezcla de izquierdas y derechas, mágica combinación ideas de paz y ambiciones anexionistas.

Un moderno Golem, capaz de poner coto a un gobierno cuyo jefe es acusado de de venalidad y previcato, cohecho y soborno, estafa y malversación.

 

El Golem se materializó en la señera figura de Benny Gantz, un espigado general del ejército, dueño –asimismo- de experiencia empresarial en el terreno del seguimiento telefónico, un ámbito muy requerido en estos tiempos de coronavirus.

Con elegantes corbatas e inmaculado inglés, el fresco Golem supo conquistar la simpatía norteamericana, una alhaja celosamente reservada durante años para Netanyahu.

En su poema dedicado al Golem (el original de Praga, no la imitación), Borges nos dice que «los artificios y el candor no tienen fin».

Seguramente se refiere al trágico fin del Golem de Praga: cuando aquel Gulliver recibió la orden de traer un balde de agua de agua del río, fue tal su  fiel entusiasmo que vació el Moldava e inundó las calles de Bohemia.

Los artificios y el candor de la centroizquierda israelí se disiparon cuando Gantz, incapaz de responder al mandato presidencial para formar coalición y reemplazar –de una vez por todos- a la extrema derecha gobernante, decidió cobijarse bajo la frazada de su adversario Netanyahu.

La epidemia lo justifica todo, repite Gantz, como si la alianza con un primer ministro que destintegró los restos del estado de bienestar social y redujo brutalmente la salud pública, pueda contener los embates del Covid 19.

Pero no todo es fracaso: cuando la Humanidad emerja del tornado pandémico, los pueblos deberán  evaluar su conducta y la de sus dirigentes en los días de pánico y confinamiento.

Los norteamericanos -quizás con un nuevo mandatario- los chinos, los rusos y los iraníes estarán bajo la lupa, en fin: un balance doloroso pero imprescindible.

En aquel momento, que hoy parece lejano, el Rey Benjamín sonreirá: tiene a sus espaldas severos cargos de fraude y corrupción, pero, esta vez, no estará solo; a su lado, haciendo frente a las acusaciones por la debacle de la sanidad y la salud, estará su flamante socio, el otro Benjamín, Gantz.