Entrevista a Mauricio Rosencof, segunda parte

Nueva Sion estuvo en Montevideo en la propia casa del emblemático escritor judeo-uruguayo, compartiendo sus lugares, sus miradas, sus tonos y sus percepciones. El resultado es este diálogo sensiblemente personal, que recorre distintos tópicos de su vida: su infancia, su relación con el judaísmo y el sionismo, la mirada sobre la izquierda latinoamericana, su vínculo con la literatura y el teatro, y su cautiverio –junto a José “Pepe” Mujica y Eleuterio Fernández Huidobro- reflejado en la película “La noche de los 12 años”.
Por Enrique Grinberg

-Veo en tu escritorio una foto con Shimón Peres, ¿donde fue y sobre qué hablaron en vuestro encuentro?
-Fue en Israel durante una visita que hice. En la foto estamos con Iasha quien nació en Ucrania, estuvo conmigo en la entrevista. Hablamos de todo, él fue muy cordial. El fue Secretario General de la internacional Socialista, eso hay que tenerlo muy en cuenta. En medio de conversar de muchas cosas, en determinado momento, las dos frases que son para mí claves son cuando le digo: -¿y cómo se arregla esto? y él responde: – de una sola manera, paz por tierra. Te diría con palabras de Hamlet, el resto es silencio. Esa es la clave de la perspectiva de un futuro que sintetiza con esas dos frases Shimón Peres.

-Escuché que durante tu infancia tus padres te acercaron al mundo de la música. Contame un poco acerca de ello.
-Recién terminé de escribir una novela que está en la imprenta, La Caja de Zapatos, que el mecanismo, es que todo se desarrolla dentro del cono de sombra que provoca una capucha de alguien que está eternamente de plantón. Entonces el universo que se crea dentro del cerebro, donde las ilusiones, la memoria, los amores, el barrio, la lucha, la militancia, juegan como juegan nuestros recuerdos y nuestros pensamientos todo el día sin que nosotros le prestemos atención que está ocurriendo eso. Entonces ahí desfila desde una mujer que vino de Europa después de la guerra que quería ver a mamá y que el muchacho que yo era entonces asiste a todo esto y queda impactado cuando le impresiona que la mujer le muestra un brazo donde tenía grabado en letra azul un número de teléfono que era la sensación que uno tuvo entonces. De la familia de mamá no quedó nadie, pero quedó ese recuerdo de que estaba con una hermana de mamá que la tengo ahí en la fotos de la caja de zapatos que es donde mi familia guardaba su memoria. Y la aspiración de ese hombre que está en un cono de sombra es que de alguna manera, algún día pueda estar también en la memoria de una caja de zapatos. Y entonces, bueno ahí vienen los recuerdos… Mis viejos querían hacer algo útil conmigo, entonces tenía que aprender violín, entonces la única cosa que le encomendaron a quien me iba a dar clase era un tema, pero salí con tangos y esas cosas, era un muchacho tenía doce o trece años. Y recuerdo un día que ensayé en casa, puse la tele, en una pieza donde era la mitad taller del viejo y había una cama en un rincón que era la mía. El viejo estaba en el taller, en su taller de sastre y la vieja en la cocina, dándole bomba al Primus haciendo pucherito de gallina supongo. Y de pronto siento detrás mío un gran silencio, pero además del otro lado de la puerta un ruidito, y bueno entonces, toqué, hice la partitura que me encomendaron los viejos. Y cuando terminó se disuelve, se disuelven los sonidos. Mi vieja vuelve a la cocina, mi viejo al taller, y lo que había tocado era Hatikva, sentí a través de ese silencio su profunda emoción.

-Amaste mucho a tus padres…
-Yo estoy acá por ellos. Son la referencia, son el hilo de comunicación. Pero te termino el cuento de la mujer muy flaquita, de mirada muy vacía que vino a ver a mamá para decirle que había estado con la hermana y que un día vinieron a buscar a la hermana diciendo que tenía que ir a la peluquería y la peluquería era el corredor donde le sacaban la cabellera antes de entrar a las “duchas”, a las cámaras de gas. Bueno, y junto con eso toda… en un calabozo de dos por uno en donde estuvimos trece años bajo tierra, toda la historia… bueno… digamos…, la memoria como la historia tiene hilitos que hacen su propia trama cuando uno menos los espera, porque el sonido menos esperado, el aroma perdido, la palabra, el tono, una frase te provoca que salten en el archivo neuronal de los recuerdos y te puede aparecer ahí la cosa que menos esperas.

-Hablemos un poco de literatura. Si tendrías que elegir de tu biblioteca tres libros, ¿cuáles serían y por qué?
-Los libros son muchos, uno tiene que fijarse en qué cosa lo impactó. Te diría que de las primeras cosas que me tocaron fueron los poemas de un formidable escritor turco que estuvo veinte años preso Nazim Hikmet. Eran los tiempos de la juventud, la militancia. Lo terminé conociendo en Cuba después de liberado, ya muy enfermo. Te diría que entre los primeros textos estaba una novela del periodo soviético, Así se Templó el Acero, y te diría que ese esfuerzo denodado de mi padre en la cama de matrimonio con mi hermano que nació en Polonia, que vino con mi madre a los cinco años, que murió acá (en Montevideo) a los dieciséis, esforzándose el viejo para leernos a todos La Biblia. Este…, y yo quería ver los dibujos tenía tres, cuatro años. Pero de alguna manera aquella imagen me llegó, me tocó y tengo presente hasta los textos que no están, porque Mis Gloriosos Hermanos de Howard Fast, es la gesta de los Macabeos es algo que de alguna manera se ha integrado en mi y te diría que por ahí cantaba Garay.

-¿Qué es el teatro para vos?
-Es una expresión de tiempos inmemoriales. Es la búsqueda de transmitir con la fantasía los acontecimientos que más nos tocaron. Si vos ves lo frisos, para llamarlos de alguna manera, de las Cuevas de Altamira y de otras cuevas que han encontrado, como en medio de esa penumbra el esfuerzo del hombre que hoy llamamos primitivo, pero que por cuenta propia inventó el fuego, sin fósforo ni yesquero, y dejaron movimientos de hasta ciervos corriendo en ocho patas como dándole movimiento. Y en medio de eso, no tengo la menor duda, que con la hoguera prendida y la tribu reunida o el clan reunido, o la familia reunida, iban contando las historias. Como hay una historia que me resulta fascinante, que la cuenta Proust, habían encontrado un yacimiento en el norte de Francia, de los galos, donde habían llegado a la conclusión de que se había producido una batalla entre dos tribus, dos clanes. Y que se encontraron con que los galos primitivos usaban un tiento con una piedra perforada donde había una imagen que ellos grababan. Cada cual tenía su tótem. El tótem estaba referido a un acontecimiento que fijaba un punto de la memoria, la memoria. Entonces si los había tocado un rayo y se produjo un incendio, o habían cazado un jabalí, eso estaba en esa piedra, era su memoria. Ahora, en esa memoria, cuando la tenían, los hijos le preguntaban, o la gente le preguntaba, o aunque no le preguntaran entraba a hablar y a balbucear y a crear el idioma que ahora tenemos todos, porque viene de ahí, estaba haciendo una exposición teatral de un acontecimiento que para él fue un referente. Entonces, ¿qué es lo que se encontraron en relación a esas piedras?, que las piedras estaban, esos tótem, estaban partidas. Pero no partidas por el paso del tiempo, sino que estudiaron y vieron que habían sido partidas exprofeso, partidas en dos. ¿Cuál era la explicación que daban los antropólogos que recoge Proust?, porque no derrotás a la tribu rival o al clan rival si no le rompés la memoria, es decir, que la derrota no es sin esa memoria partida. Por eso nosotros hoy somos nuestra memoria, nuestra memoria de todos los días, de todos los ancestros, de todos los compañeros.

-Quizás sea ese el secreto de la preservación del pueblo judío, el cuidado de la memoria…
-Ese es un canto a la memoria, donde no escapan la ética, el pensamiento, los errores, las claudicaciones y la poesía. Porque El Cantar de los Cantares es una fiesta bíblica cuando te encontrás con él.

-David Ben Gurión tenía una frase que decía: “nuestro pasado no sólo está detrás nuestro, está en nuestro ser mismo”…
-Y también la protesta de Tevye der michiker, Tobías el lechero, tocando el violín en el tejado, hablando con Dios, y diciéndole: -ya que nos elegiste a nosotros… ¿por qué no nos das un respiro, y elegís otro pueblo por un tiempo?

-Encontrás algún puente entre tu libreto de obra “Il. Duce” y “El emperador de la Atlántida” Viktor Ullmann, asesinado en Auschwitz.
-No. No tengo referencia y escucho con mucha atención y mucho respeto lo que decís, pero no. Primo Levi para mi es una referencia impresionante. Digamos, hay que tener en cuenta, que era un integrante de un grupo guerrillero «Tierra y Libertad», que fue el primero que mandó combatientes a la Guerra Civil Española, que fue la primera gran barricada contra el fascismo, donde el veinte por ciento de los miembros de las Brigadas Internacionales eran judíos. Que resistió en Auschwitz y dejó testimonio, y él, como dice y como dice la ópera a la que hacés referencia, donde abarrotamos el Teatro Solís durante toda una semana con doscientos músicos, él viene a testificar, él no viene a condenar, él viene a dar testimonio. Digamos, lo más heroico de la memoria, Primo Levi, en esa obra ante el Duce, ante los muertos, ante los fusilados, el viene a dar testimonio. Como ves, uno empieza a hablar y comienza a recordar libros y de pronto los libros que te dije no son lo que son, sino que son otros, pero son todos los libros.

-Contame qué te pareció la película “La noche de los 12 años” que relata tu cautiverio y el de otros compañeros tuyos del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros.
-Es sobre la base de este libro que tengo en la mesa. Mira este libro, Memorias del Calabozo, tiene una historia. Está hecha con gran respeto, con gran calidad, con una gran actuación y con un Álvaro Brechner que es un gran ser humano formidable y que además recoge el espíritu. Porque el libro este tiene que ver con que, después de estar bajo tierra tantos años, con el Pepe y con el Ñato, el Pepe Presidente de la República, el Ñato Ministro de Defensa, yo en Cultura, los tres salimos de ahí… Y una de las cosas que nos juramos, -porque no nos vimos las caras en todo ese periodo, pero reinventamos el Morse a golpe de nudillo a través de la pared- es que si alguno de nosotros sale de acá y en condiciones, porque la locura campeaba todos los días, va a dar testimonio de esta historia. Y el testimonio no tiene un adjetivo, no tiene un nombre propio, no tiene una denuncia, no tiene como el tango, viejo, ni un reproche ni una queja. Es decir, contamos el mundo tal cual fue, con los dolores, con la bebida de los orines, con que nos quieren sacar todos los dientes, con que no nos dan de comer, y con el humor, porque también lo practicamos, porque no solo de pan vive el hombre, también de humor.

-Así es la película me pareció muy respetuosa…
-Es formidable.

-¿Qué fue lo que más extrañaste durante tu cautiverio?
-La libertad (risas). Pero la libertad no es una cosa generalizada, es caminar por la vereda, encontrarse con un amigo, entrar en un boliche, encontrarte con la piba, yo que se…, y pero la piba la tenias en la cabeza, de ahí salieron poemas, digamos. Algo que circulan mucho en la Argentina, y fue editado por Colihue, es La Margarita, poemas míos al que Jaime Roos musicalizó. Son treinta poemas, sonetos, de una historia de amor de barrio escrita clandestinamente. En esas condiciones y que además al tipo se le cruzan por la cabeza, porque son recreos que la memoria te da. Es decir, de pronto una escena, una imagen una situación “pumba”, eso aparece ahí.

-Quizás eso te salvó, esos recreos…
-Y creo que es la salvación de todo, porque el mundo que vivíamos no era vivible, entonces tenías que vivir en los recuerdos, en la imaginación, en los sueños, con el riesgo de quedar empantanado, guambia, porque ahí campeaba la locura.

-¿Qué libros te hubiese gustado que te acompañen en esos 12 años que estuviste detenido en un pozo, o leer o releer?
-La biblioteca de Borges. ¡No los libros de Borges solamente, su biblioteca!

-¿Cómo definirías tu experiencia personal entre los años 1973 y 1985 en los cuales estuviste recluido?
-Mira te voy a contar una anécdota, vos que me tocaste el tema del teatro, para darte la respuesta esta. Cuando salí de la cana, dicho sea de paso, salimos en el 85, en el 86 escribimos Memoria del Calabozo y la primera edición del 87, guambia, sabemos cumplir nosotros… Te voy a contar esta historia, que nosotros teníamos en el teatro un referente que era un militante, un director teatral excepcional, un ser humano formidable, Atahualpa Cioppo. Atahualpa Cioppo era un hombre de teatro, había jugado al fútbol de arquero, director de “El Galpón”, no dejaba de ver nunca un estreno, de grupos pequeños, de grupos independientes de todo. Y después de la función iba a saludar. Entonces tenía una frase que se hizo proverbial y que es proverbial: cuando hablaba con el elenco y no le había gustado, les tocaba la mano así acariciándolos y les decía: “Ha sido una experiencia muy interesante”. Esas palabras, las retomo cuando saliendo de la “cana”, en medio de eso estaba viviendo en un convento. En conventuales, donde nos acogieron los curas ahí, no tenía donde estar. Con muchos compañeros, ahí reorganizamos el movimiento. La gente del teatro, vino gente de Argentina, en un apartamento que me sacan de ahí con custodia, los compañeros ya estaban en libertad, para recibirme la gente de teatro, entonces estábamos ahí, Atahualpa no había llegado. Pero en eso tocan el timbre llega el viejo Atahualpa, alto, flaco, melenudo este… y se forma como una rueda, nos dejan a los dos solos en el medio y nos damos un abrazo, y entre los brazos siento que se me está desarmando, está emocionado, entonces lo retiro por los hombros y le digo lo que te digo a vos con respecto a tu pregunta: “Hemos vivido una experiencia muy interesante”.

-Si tuvieras que elegir entre justicia y venganza en tu casa ¿cuál elegirías y por qué? ¿Crees que hubo justicia?
-La venganza no está en mi alfabeto.

-¿Crees que hubo justicia?
-La justicia es algo que se comparte permanentemente. Cómo podes decir que hubo justicia cuando hay niños que no hemos encontrado, cuando hay madres que no sabemos donde están enterradas, cuando hay desaparecidos acá, en Argentina, en Chile.

-Cambiando de tema, ¿qué es para vos Israel?
-Israel es algo que no se comenta ni se discute, se defiende.

-¿Por qué creés que en parte de la izquierda tiene actitudes antiisraelíes y antisemitas?
-De la misma manera que creo que parte de la izquierda ha sido camarada, y militante, y combatiente en su carácter de judíos, o junto a los judíos, porque recién te mencionaba que en la Guerra Civil Española el 20% eran judíos que venía con la Brigada Lincoln, con los argentinos que fueron, con los uruguayos que fueron, decenas y decenas, y que allí combatieron. Y que además, me sentí muy identificado con Primo Levi por algo que yo ya pensaba, no me gusta la palabra Holocausto, prefiero resistencia. Porque se ha resistido en todos los guetos. Y te puedo contar una cosa, que es una de las que más me conmovió. Había ido a la casa de un amigo del viejo que había sido fusilado con su hermano en Checoslovaquia, Mediuk, el que me dejó esa máquina de escribir, esa Olivetti: le hicieron cavar la fosa, los pusieron junto a la fosa y cuando los van a ametrallar le dice a su hermano «cuando yo te digo te tirás». Entonces lo hace, no puede impedir que le baleen una pierna, pero de noche navega entre los cadáveres y sale. Se hace guerrillero, tenía que estar atento de los tiros que venían de cualquier lado. Una noche en su casa, estábamos cenando y me pregunta: – ¿de dónde era don Isaac?, mi padre, y yo le digo: – mirá, de un pueblo que no existe en el mapa le digo. Belzhits, un pueblito muy pequeño cerca de Lublin. Qué no existe en el mapa, a guarda… y le dice a la mujer que retire de la mesa lo que está servido. Y trae un rollo que es un plano de los nazis de toda Europa. Lo extiende, y entonces ves las ciudades donde en todas está el nombre de las ciudades acompañado por dos cruces, tres cruces, cinco cruces, al final una espada, en otros una espada no, pero la mayoría todos…, acá lo vamos a buscar… y encontró Belzhits. Y le pregunté: – ¿qué eran las cruces? – Las cruces son los miles de muertos. – ¿Y la espada? – donde hubo resistencia. En Belzhits hubo resistencia y eso me alegró el alma.

-Resistir de varias maneras, resistencia y lucha, resistencia cultural, compartiendo el pan, tratando de vivir un día más, etc…
-De todas las maneras, pero si me das para elegir me quedo con el alzamiento del Ghetto de Varsovia como emblema.

-¿Sigue siendo para vos el Movimiento Sionista, un Movimiento de Liberación Nacional?
-No… creo que hay que tener en cuenta que judíos somos todos. Que nadie puede apropiarse de un etiquetado, que eso es muy menor, te diría que hasta puede ser vil, porque nadie es más que nadie. Porque los que hicieron los primeros kibutzim vinieron del Bund ruso, judíos socialistas que venían de Rusia. Los que hicieron los primeros Kibutzim y los que combatieron. Y los que combatieron en la Guerra Civil Española que terminaron como yo me los encontré en Israel combatiendo. Y en una foto que sacás ahí, hay ahí un compañero, el Iasha, combatiente acá, de origen ucraniano. En cana, torturado, yo que sé, sale, va a Israel, gran médico, etc., etc…, hace la milicia, pelea en el Golán, y acá estamos en la entrevista con Shimón Peres, donde la síntesis de toda la peripecia es esa. Entonces en la Argentina el ICUF y el IFT que no son sionistas y aquí tenés el Zhitlovsky que no son sionistas, pero son judíos de la planta. Y eso hay que tenerlo en cuenta, porque a la hora de los hornos nos queman a todos, y todos desde su trinchera saben qué herramientas tienen para combatir y resistir.