El animal le quita al amo el azote y se azota a sí mismo para llegar a ser amo, y no sabe que eso es sólo una fantasía producida por un nuevo nudo que hay en la correa con que azota el amo.
Franz Kafka
En la mañana del 23 de setiembre de 1912 Kafka anota en su Diario que en la noche anterior escribió La condena de un tirón, desde las 10 de la noche del 22 de setiembre a las 6 de la mañana del 23.
La condena es un cuento de unas pocas páginas donde el protagonista Georg Bendermann mantiene una relación epistolar con un viejo amigo que se fue a vivir a Rusia y al que le ha ocultado hasta último momento el noviazgo que mantiene con Frieda Brandfeld. Decide finalmente escribirle y darle la noticia de su próximo matrimonio. Las razones del ocultamiento son varias: el malestar que su amigo viviendo en soledad y al que no le está yendo laboralmente bien pudiera sentir, y hasta un cierto temor a que reaccionara con envidia ante la noticia. Decide sin embargo hacerlo partícipe de su alegría.
Una vez escrita la carta la coloca en su bolsillo y entra al cuarto de su padre para contarle que decidió finalmente contarle a su amigo. A partir de aquí la escena se centra en los reproches con un tono conspirativo que el padre le hace a Georg, al que acusa de haber traicionado al amigo y haberlo querido hundir. Le dice: “Pero por suerte un padre no necesita aprender a leer los pensamientos de su hijo. Cuando creíste que lo habías hundido, que lo habías hundido tanto que podías sentar tu trasero sobre él, y que ya no se movería, entonces, mi señor hijo decide casarse.”
Las recriminaciones se dirigen luego a que su interés sexual por su novia fuera para él lo más importante: “Porque ella se levantó las faldas –comenzó a decir el padre con voz aflautada-, porque ella se levantó las faldas así, la inmunda cochina…te entregaste totalmente; y para gozar en paz con ella mancillaste la memoria de nuestra madre, traicionaste al amigo, y tendiste el lecho a tu padre, para que no pueda moverse.” Las últimas palabras del padre “ahora te condeno a morir ahogado” tendrán un efecto devastador que lo llevará a Georg al suicidio.
El mismo 23 de setiembre anota en su Diario: “Diversos sentimientos suscitados durante la noche por lo que escribía; por ejemplo la alegría de poder ofrecer algo hermoso a Max para su Arkadia [Nota de la Redacción: se refiere a Max Brod, que dirigía el anuario Arkadia donde será publicado La Condena]; recuerdos de Freud, naturalmente; en cierto lugar, de Arnold Beer, en otro de Wassermann, en otro de la giganta de Werfel; por supuesto, también de mi relato El Mundo Urbano”.
Nuestro interés se centra en su referencia a Freud, al que dice recordar “naturalmente” en medio de la escritura del relato. No parece muy aventurado relacionar dicho recuerdo con el contenido del cuento que va escribiendo y cuya temática central no es otra que la relación mortal del protagonista con su padre. Por supuesto la Carta a mi padre que Kafka escribió y que nunca envió es una fuente inagotable para comprender su obra. Hay quien dijo que lo que aparece como metáfora en sus relatos se encuentra como relato vivido en la Carta.
En este último sentido podemos leer en la carta no enviada a su padre: “Deseo con esto referirme a una breve charla, durante uno de los pocos días de excitación posteriores a la noticia de mi último proyecto de casamiento. Me dijiste, más o menos: ‘Supongo que se habrá puesto cualquier blusa escogida, como saben hacerlo las judías de Praga, y eso, naturalmente, te impulsó a la decisión de tomarla por esposa. Y lo más rápido posible, dentro de una semana, mañana, hoy. No te entiendo, eres una persona mayor, estás en la ciudad y no encuentras nada mejor que casarte enseguida con una amante’.” Y luego continúa Kafka escribiéndole a su padre: “No pudiste haberme humillado más profundamente que con estas palabras, ni mostrarme jamás con mayor claridad tu desprecio.”
Más adelante le confiesa que sus proyectos de matrimonio tenían como pensamiento básico el fundar un hogar e independizarse, pero reconoce que es espiritualmente incapaz de casarse por lo que cuando toma la decisión de hacerlo, dice, “no puedo ya conciliar el sueño, la cabeza me arde de día y noche, ya no es vida, me tambaleo desesperado de uno a otro lado.”
Como podrá observarse, la temática del relato La condena, escrita en la noche del 22 al 23 de setiembre de 1912, prefigura la Carta a mi padre, escrita ésta en 1919. Lo interesante en cuanto a la fecha de redacción de La condena es que dos días antes, el 20 de setiembre, le había escrito a Felice Bauer, a quien conoció en agosto en casa de Max Broder, la primera carta que llevará a un noviazgo que -con un rompimiento de matrimonio en el medio y al final por Kafka- durará varios años. Kafka comienza así esa carta del 20 de setiembre con el que inicia la relación con Felice: “Señorita: ante el caso muy probable de que no pudiera usted acordarse de mí lo más mínimo, me presento de nuevo: me llamo Franz Kafka…”
Vemos entonces como Kafka tiene presente a Freud en los sentimientos que le despierta la escritura de su relato cuyo entramado forma parte del núcleo de la obra freudiana. Hay además un elemento esencial del relato y que Kafka detallará en su Diario como la clave de un secreto y que lo introduce de lleno en el descubrimiento freudiano de la escritura inconsciente: los nombres propios del protagonista y la novia del relato, los únicos personajes que aparecen con nombres.
El olvido del nombre cuyo ejemplo princeps es el de Signorelli con su cadena de nombres sustitutos (Boticelli, Boltrafio por la ciudad de Trafoi, etc) ocupó en Freud un lugar de privilegio para mostrar la existencia del inconsciente, hasta el punto que lo tomó como modelo para explicar su teoría de los sueños: el contenido manifiesto del sueño es al latente como los nombres sustitutos son al olvidado.
De los innumerables ejemplos en la obra freudiana voy a referirme a una pequeña notita de Freud escrita en 1911, apenas un año antes de que Kafka redactara La condena.
La nota lleva como título El valor de la secuencia de vocales y comienza así: “Sin duda que se ha objetado a menudo la aseveración de Stekel [Nota de la Redacción: discípulo de la primera hora de Freud] según la cual en sueños y ocurrencias unos nombres que han de esconderse son sustituidos por otros que sólo tienen en común con ellos la secuencia vocálica”. Freud apela al oculto nombre hebreo de Dios, del que se conoce solamente las cuatro letras consonantes YHWH y a la pronunciación habitual de Jehová, al adosársele las vocales de la palabra Adonai (Señor) con el que se lo denomina, para mostrar la analogía entre la aseveración de Stekel y la historia de las religiones.
Volvamos a Kafka y a su Diario donde retoma en 1913, el 11 de febrero, la escritura realizada de La condena. Allí dice sobre los dos nombres del relato: “Georg tiene el mismo número de letras que Franz. En Bendermann, el ’mann’ es un énfasis agregado a ‘Bende’, con miras a todas las posibilidades aún imprevistas del relato. Pero también Bende tiene tantas letras como Kafka, y la e se repite en el mismo lugar que la vocal a de Kafka. Frieda tiene también tantas letras como F., y la misma inicial. Brandenfeld tiene la misma inicial que B. [Nota de la Redacción: como se verá se trata de la F y B de Felice Bauer], y en la palabra ‘feld’ también hay cierta relación de significados. Tal vez el recuerdo de Berlín haya tenido alguna influencia, y el Mark Brandenburg haya contribuido con alguna sugestión”.
¿Fueron los nombres elegidos para sustituir el suyo y el de Felice compuestos conscientemente o la nota del Diario sobre los mismos sería un análisis de su escritura inconsciente? En todo caso la última frase muestra que el propio Kafka remite a motivos que escapan a su propia intencionalidad.
Lo que sí parece claro es que los nombres de los personajes kafkianos, esos anti-héroes, ocultan el suyo propio. Es así que el protagonista de La metamorfósis lleva el nombre de Gregor anagrama de Georg y el apellido Samsa que tiene tantas letras como Kafka mientras la a se repite en el mismo lugar en ambos. Por último los protagonistas de El proceso y El castillo y algún otro relato son nombrados como K, letra que obviamente remite al apellido Kafka. En su Diario el 27 de mayo de 1914 anota lo que puede considerarse una verdadera asociación de ideas que resume su conflictiva: «Mi madre y mi hermana están en Berlín. Esta noche me quedaré a solas con mi padre. Creo que tiene miedo de aparecer. ¿Jugaré a las cartas [Nota de la Redacción: Karten – con K] con él? (La letra K me parece odiosa, casi me repugna, y sin embargo la escribo; debe ser muy característica para mí) Cómo reaccionaba mi padre cuando yo tocaba a F.»
Podríamos jugar con la idea de lo que hubiera ocurrido si Kafka hubiera consultado a Freud, en todo caso sabemos por el biógrafo de Martin Buber que Kafka fue a verlo varias veces entre 1910 y 1911 y que Buber no pudo aliviarlo de su desesperación.
Apéndice: Una vez redactado el texto y luego de su publicación inicial me he encontrado con la carta que Kafka le escribió a Felice el 2 de junio de 1913, en ella se encuentra la respuesta a la pregunta que planteé en cuanto a si los nombres que aparecen en La condena fueron o no una creación inconsciente de Kafka. Luego de relatarle su análisis de los nombres tal como lo desarrolló en su Diario, le escribe a Felice: “Claro que todo esto son aspectos de los que me he dado cuenta a posteriori”.
Bibliografía
Freud, Sigmund – El valor de la secuencia de vocales. Tomo XII O.C. Amorrortu Editores. Bs.As., 1980.
Kafka, Franz – La condena. Emecé Editores. Bs.As., 1952.
—– Diarios 1910 – 1923. Emecé Editores. Bs. As., 1953.
—– Carta a mi padre y otros ensayos. Emecé Editores. Bs.As., 1955.
—– Cartas a Felice. Alianza Editorial. Madrid, 1978.