Aparece lo inesperado justo cuando parecía que había luz al fondo del túnel y la economía estaba volviendo a su cauce natural de crecimiento (no tan acelerado como en los 2000). En un mundo con pocos conflictos armados; Smart cities en pleno desarrollo, con la comunicación virtual campando a sus anchas, y galopando entre ambos mundos.
Aparece lo impensable, lo contrario a la estabilidad reinante. Lo disruptivo irrumpe en forma de epidemia o pandemia, y para mayor transcendencia lo hace bajo un nombre de “carácter casual”: CORONAVIRUS. Como si fuera un chiste de mal gusto del guionista de esta película de horror en la cual someten los Estados a sus poblaciones a la reclusión y el confinamiento, por su bien y para evitar una mayor propagación de carácter masivo.
En un mundo en constante cambio, y a velocidades impensables en el siglo pasado, irrumpe el “acontecimiento” como algo traumático, perturbador, que modifica el curso normal de nuestras vidas. Algo que surge como de la nada, del vacío, de un lugar no imaginado, casi como designio de un poder sobrenatural. Va reconfigurando, revisando y principalmente destruyendo en días la convivencia en el mundo social, económico, y el movimiento de los hombres y mujeres en la totalidad del planeta a un mismo tiempo.
El espacio de este acontecimiento, según el filósofo esloveno Slavoj Zizek, “es el que se abre por el hueco que separa un efecto de sus causas: ya con esta definición aproximada, nos encontramos en el corazón mismo de la filosofía puesto que la causalidad es uno de los problemas básicos que trata la filosofía”. Y sigue Zizek: “En un primer enfoque un acontecimiento es por consiguiente el efecto que parece exceder a sus causas, que se produce por medio de un cambio en el modo en que la realidad se presenta ante nosotros: O se trata de una transformación devastadora de la realidad en si misma?” (Zizek, S, Acontecimiento, 2014).
Las elucubraciones de políticos, publicistas y científicos también, no dejan lugar a duda de la medida del impacto en la sociedad y en cada uno de nosotros y de la envergadura de este ataque desde un lugar, de momento desconocido. Incluso soportando las teorías conspirativas que las acompañan en el discurso oficial y principalmente en las redes sociales, poderosamente activas en tiempos de crisis.
La ruptura o disruptión, en inglés, levanta polvareda a lo largo y ancho del planeta, como si fuese un aviso a navegantes de lo que es capaz el azar en la naturaleza. Y no es de extrañar que algo similar haya producido la desaparición de los dinosaurios de la faz de la tierra, a pesar de que existen otras creencias y versiones al respecto.
Hubo un antes en que el tiempo era medido en minutos, horas, encuentros en la ciudad, bares, oficina, meetings, viajes aéreos, visitas, compras superfluas, planificación del día, la semana y el mes, conversaciones presenciales, manifestaciones más o menos violentas en las calles de mi ciudad, flaneurismo, paseos sin metas por las calles y descubrimientos, aventuras amorosas, etc. Diré que muchas de ellas eran experiencias radicales de mi andar por este mundo. Hoy en stand-by.
En primera persona
Estos días de confinamiento me han cambiado el ritmo y la vida. Me encuentro en ciertos momentos viendo pasar el tiempo, sin temporalidad medida, sin minutos ni horas, solo aparece el ritmo del amanecer del sol por el este, los cantos de los pájaros, los lejanos rugidos de los motores en la Diagonal de Barcelona, y a mis vecinos que a las 18.00 o a las 20.00, en los aplausos dedicados a los médicos y enfermeros o la cacerolada, en Barcelona, durante el discurso del Rey al pueblo español.
Nunca antes, salvo en casos de enfermedad, había comenzado y terminado el día, sin ver la calle en medio, en pijama con\sin preocupación alguna y sin remordimiento siquiera…
Estos sucesos posiblemente generen un cambio paradigmático, que producirá el estremecimiento de toda una sociedad. No será un momento más, sino más bien un terremoto con el que tocará vivir, incluso soportar aftershocks sociales, económicos y políticos, que están en fase embrionaria aun.
Sin embargo, esta disrupción o ruptura está “cocinando a fuego lento” un nuevo acontecimiento simbólico con nombre y apellido. La solidaridad, como significante compartido, una manera de ponerle nombre a esta nueva situación de desorden social, sanitaria y económica. Puede ser que esta vez, esta solidaridad sea el significante maestro que llegó sin previo aviso.
* Sociólogo urbano, escritor. Autor del libro Lugar de lugares (2011). Vive actualmente entre Tel Aviv y Barcelona.