¿En Palestina, la inocencia se pierde pronto?
Le contaré una historia impactante. Los israelíes, en el intento de asesinar a un líder de Hamas, lanzaron una bomba de una tonelada. Mataron a 17 personas. Un niño se despertó por el estruendo y, a oscuras, quiso salir de su habitación. Fue palpando la pared y tocó algo resbaladizo. Era un cuerpo reventado.
¿Era muy pequeño ese niño?
Tenía 11 años. Dejó de dormir y de ir a la escuela. Apenas podía comer, y menos aún probar la carne. Hace tres años que está en tratamiento.
¿Qué tipo de tratamiento les aplica?
Permitimos que el niño entienda por qué le ha sucedido algo tan terrible. Y le explicamos qué puede hacer para ayudarse. Cuando él y su familia comprenden el problema, empieza la recuperación. Hemos visto a miles de niños. Y hemos dejado de ver a centenares por falta de medios.
Unos y otros permanecen en el corazón de la violencia…
Cierto. El trauma puede repetirse una y otra vez. Pero los niños tienen una gran capacidad de adaptación. Y la terapia les deja algo inmunizados. Aprenden a manejar situaciones.
Los niños de aquí -en España- dibujan a Harry Potter. Los de Palestina, a mártires.
Los niños son producto de su entorno. Y en el de los palestinos no hay nada que merezca su admiración.
Ven a sus padres como seres impotentes, inútiles. No hay deportistas ni músicos con los que se puedan identificar. Lo único que les quedan son los símbolos. Y esos símbolos son Alá, el profeta Mahoma y los mártires. Su adoración es el último recurso para poder manejar su sufrimiento cotidiano, que es excesivo.
Tras la retirada de Gaza, la agresividad ha ido en aumento.
Durante décadas, la violencia se dirigió hacia el enemigo común: Israel. Pero, cuando dejó de haber contacto directo, esa violencia se empezó a canalizar hacia las relaciones sociales. Aumentan los delitos, que van desde los altercados entre las tribus a los homicidios.
Suena tan… ilógico.
No lo es. En Gaza, una de cada dos personas tiene un arma. Muchos jóvenes piensan que tenerla es bueno para manifestar poder. El tráfico de armas se ha convertido en un negocio muy lucrativo.
Eso debe de aumentar el terror general, ¿no?
Sí. Según un estudio del 2005, una tercera parte de la población palestina tiene más de ocho síntomas de síndrome de estrés postraumático (insomnio, inapetencia, desconcentración, fobias, irritabilidad…). Y otra tercera parte tiene síntomas, aunque menos de ocho. Sólo el 10% de la población carece de síntomas.
¿A ese 10% también le cuesta pensar en futuro?
Sí. Y cada día hay motivos… En los últimos tres meses, Israel ha impedido que las mercancías entren o salgan de Gaza. ¡Israel es la fuente de alimentos! También la elección de Hamas crea incertidumbre…
Hamás ganó las elecciones con un 60% de los votos.
Se los considera incorruptibles. Los campeones de la resistencia. Y además se les ve como un desafío a Estados Unidos y a los ocupantes. Pero ese 60% coloca a Hamas en una posición para la que no están preparados. No tienen experiencia de gobierno ni vínculo exterior. Su única razón de ser era la lucha. ¿Negociarán…?
¿A usted lo encarcelaron por simpatizar con Hamas?
No, por decir que Arafat torturaba en prisión a los de Hamas. Yo no atiendo a colores políticos, sino a la defensa de los derechos humanos.
El diálogo con Israel parece imposible. ¿Qué dice el psiquiatra?
¡Que debería existir! En ambos lados están hartos de la guerra. El problema es que los políticos utilizan el temor de la población para mantenerse en el poder. Tenemos gobiernos extremos en Israel, Palestina y Washington. Los tres se necesitan mutuamente, y Europa calla.
El muro lo levantó Sharón.
El muro vino a crear una cárcel dentro de una cárcel. En Gaza ya estábamos rodeados de alambres de púas. Un 25% de la población palestina ha pasado por algún tipo de tortura por parte de los israelíes. O sea, el pueblo siente que ha sido humillado y quiere llegar a sentir la victoria. Lo único que les queda es alabar a Dios. Y así es cómo utilizan su lectura del Islam, para matar. Y al hacerlo, destruyen las campañas de paz que pudieran haber…