Marchas y contramarchas
El 4 de mayo de 1949, celebrando el primer aniversario de la independencia de Israel, el flamante ejército se aprestaba a marchar en Tel Aviv.
Aproximadamente trescientos mil emocionados ciudadanos del jóven estado colmaron las calles otorgando, con carteles y banderas, un colorido marco al evento que –además del entorno festivo- expresaba la identificación popular con la victoria –considerada por muchos como milagrosa- de las tropas israelíes que detuvieron la invasión de las fuerzas armadas de los países árabes.
Era tal el multitudinario fervor que –en la esquina de las avenidas Ben Yehuda y Allenby, frente a la costa mediterránea, los asistentes derribaron las vallas de contención, obstaculizando la parada militar, lo cual obligó a su suspensión.
La marcha, a raíz del imprevisto, se postergó para julio de aquel año, en el día de homenaje al moderno profeta de la emancipación hebrea, Teodoro Herzl.
En la memoria colectiva el frustrado evento quedó registrado como “Hamitzad sheló tzaad”, el desfile que no desfiló.
Algo similar sucedió el último año con dos elecciones: la ciudadanía asistió a las urnas comiciales, pero los candidatos contendientes no obtuvieron los votos requeridos para asumir gobierno: el desfile –de candidatos electos al poder ejecutivo- no desfiló.
Una tercera convocatoria electoral encuentra a los contrincantes con un ánimo complicado, mezcla de belicocidad acumulada tras un año de enfrentamiento y notorio agotamiento por los anteriores “rounds”.
Los sabios talmudistas, cuando planteaban algún interrogante a debatir, lo formulaban en comparación con un asunto similar (“davar domé”).
Las recientes pujas electorales israelíes se asemejan en cierto modo al combate pugilístico que tuvo como escenario el Polo Grounds de Nueva York: el 14 de septiembre de 1923, el “Toro de las Pampas”, Luis Angel Firpo, enfrentó al campeón mundial de los pesos pesados, William “Jack” Dempsey.
El argentino, como ustedes recordarán, derribó –ya en la primera vuelta- al mitológico boxeador estadounidense, que se demoronó –fuera del ring- sobre la tribuna de prensa: los cronistas lo ayudaron a volver al cuadrilátero.
Millares de radioescuchas en Argentina clamaron en ese histórico instante lo que percibieron como obvio, el rotundo triunfo de Firpo.
Pero el masivo regocijo criollo se desvaneció cuando el árbitro Gallagher demoró la cuenta de regreso del norteamericano al ring y posibilitó su posterior y muy discutida victoria por “knockout”.
Gantz y la centro-izquierda albergaban la esperanza de vencer, por “knock out” -o por puntos- a un gobierno signado por el fanatismo y manchado por la corrupción,
Habrá que esperar otro desfile.